Tras el 28 de abril
Solo una alianza entre PSOE, PP y Ciudadanos, partidos de contrastada lealtad constitucional, tiene la fuerza y la legitimidad para sacar al pa¨ªs de este largo bloqueo y conducirlo hacia el futuro con garant¨ªas
Todos los pron¨®sticos y c¨¢lculos electorales en Espa?a apuntan hacia un horizonte inestable e incierto, sin mayor¨ªas coherentes y, por tanto, con alianzas inconvenientes y un Gobierno d¨¦bil. Acostumbrados a observar el mundo partido entre la derecha y la izquierda, solo parecen adivinarse dos bloques, uno a cada lado del espectro pol¨ªtico tradicional, ambos igual de incongruentes y de peligrosos.
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Pero lo cierto es que, seg¨²n las encuestas, existe otra f¨®rmula que garantiza un Gobierno fuerte, consistente y plenamente alineado con la Constituci¨®n. Me refiero, obviamente, a la suma del Partido Socialista, el Partido Popular y Ciudadanos. Esta es una soluci¨®n que nadie quiere tomar en consideraci¨®n, pese a las evidentes y m¨²ltiples ventajas que supone, la principal de ellas la posibilidad de hacer frente con plenas garant¨ªas y con amplio respaldo electoral al mayor desaf¨ªo de la democracia espa?ola en la actualidad: el independentismo en Catalu?a.
Vale la pena repasar, aunque solo sea como ejercicio te¨®rico, las virtudes de esa alianza. Espa?a lleva casi tres a?os sin un Gobierno propiamente dicho, es decir, sin un poder Ejecutivo con resoluci¨®n y capacidad para acometer las profundas reformas que se requieren para sacar al pa¨ªs de la crisis institucional en la que se encuentra inmerso ¡ªojal¨¢ tambi¨¦n una reforma constitucional para abordar la cuesti¨®n territorial¡ª. Ning¨²n partido democr¨¢tico posee en estos momentos, como ser¨ªa id¨®neo, el liderazgo y el respaldo para emprender en solitario ese proceso de reformas. Intentar hacerlo en compa?¨ªa de socios que ponen en duda la Constituci¨®n o sencillamente quieren destruir el Estado por el que se sienten oprimidos, no solo ser¨ªa suicida, sino que contribuir¨ªa a aumentar la divisi¨®n actual y nos conducir¨ªa a un largo periodo de revanchismo.
Solo una alianza entre PSOE, PP y Ciudadanos, partidos de contrastada lealtad constitucional y que suman, seg¨²n el promedio de las ¨²ltimas encuestas, alrededor del 70% del electorado, tiene la fuerza y la legitimidad para sacar al pa¨ªs de este largo bloqueo y conducirlo hacia el futuro con garant¨ªas.
Las condiciones de ese pacto son f¨¢ciles de definir. Lo prioritario es que los tres partidos se comprometan de antemano a cerrar el paso a las fuerzas que actualmente amenazan la democracia en Europa y otras regiones del mundo: el nacionalismo, el populismo y el radicalismo. Deben, por tanto, negarse a firmar acuerdos con los grupos independentistas catalanes, Bildu, Vox y Podemos. No se puede blanquear a las fuerzas que combaten el sistema invit¨¢ndolas a sentarse en la mesa de mando del Estado. Bastante triste ¡ªaunque manejable dentro de las reglas de la democracia¡ª es que consigan presencia parlamentaria significativa como para convertirlos adem¨¢s en los garantes de la estabilidad nacional.
Lo prioritario es cerrar el paso a las fuerzas que amenazan la democracia: el nacionalismo, el populismo y el radicalismo
Las caracter¨ªsticas de la alianza entre los tres partidos constitucionales quedar¨ªan supeditadas a los resultados electorales. Los tres deben aceptar el papel preponderante del partido que obtenga los mejores resultados. S¨ª, en una situaci¨®n pol¨ªtica sin mayor¨ªas razonables, el partido m¨¢s votado tiene una posici¨®n natural de privilegio, incluso en una democracia parlamentaria. Eso era v¨¢lido en diciembre de 2015, en junio de 2016 y sigue siendo v¨¢lido hoy.
Si la distancia entre el partido m¨¢s votado y el segundo de los otros dos partidos constitucionales fuese amplia ¡ªdigamos superior a los 50 esca?os¡ª se podr¨ªa contemplar la posibilidad de un Gobierno en solitario con apoyos puntuales a las leyes y reformas pactadas en el Parlamento. Si la diferencia fuese menor, lo m¨¢s recomendable ser¨ªa un Gobierno de coalici¨®n.
Uno de los argumentos contra las coaliciones de las principales fuerzas constitucionales en el pasado hab¨ªa sido el de que resultaba peligroso dejarles el monopolio de la oposici¨®n a los partidos antisistema. Sin desestimar del todo ese riesgo, es mucho mayor el peligro que supone darle legitimidad de Gobierno a quien, en realidad, pretende el fracaso y la demolici¨®n de las instituciones. Como recuerdan Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en el magn¨ªficoHow Democracies Die, ¡°cuando el miedo, el oportunismo o un error de c¨¢lculo llevan a los partidos establecidos a elevar a los extremistas al primer plano institucional, la democracia est¨¢ en peligro¡±.
La historia ha probado de forma dram¨¢tica c¨®mo han concluido todos los intentos de domesticar a las fuerzas radicales incorpor¨¢ndolas el sistema. Y los ¨²ltimos ocho meses de Gobierno en Espa?a han demostrado igualmente que todas las concesiones hechas a los independentistas no han menguado su determinaci¨®n rupturista ni han favorecido su reconocimiento de la ley. Este es un momento que requiere firmeza y convicciones s¨®lidas. Es posible que con una respuesta m¨¢s contundente al independentismo, Vox no ser¨ªa hoy una preocupaci¨®n nacional.
Otra de las f¨®rmulas de Gobierno consideradas anteriormente ha sido la de la combinaci¨®n de PSOE y Ciudadanos o PP y Ciudadanos, reservando la oposici¨®n para uno de los dos partidos principales. Desgraciadamente, ya es tarde para esa soluci¨®n. No solo porque dif¨ªcilmente sumar¨ªan el n¨²mero de diputados que se requiere para gobernar, sino porque la crisis pol¨ªtica ha alcanzado un punto que exige medidas urgentes y dr¨¢sticas que ¨²nicamente pueden ser fruto de amplias mayor¨ªas.
Deben negarse a firmar acuerdos con los grupos independentistas catalanes, Bildu, Vox y Podemos
Cabr¨ªan muchos m¨¢s argumentos para defender esa alianza, que ser¨ªa el mayor logro pol¨ªtico de la Espa?a democr¨¢tica desde la Transici¨®n, para una ¨¦poca que no le va muy a la zaga en cuanto a retos y amenazas a nuestra convivencia. El pacto ser¨ªa un mensaje de confianza para la econom¨ªa, un gran ejemplo para todos los pa¨ªses del mundo, una oportunidad para recuperar presencia pol¨ªtica en Europa, un gesto de esperanza para los ciudadanos m¨¢s esc¨¦pticos y desanimados, una redenci¨®n para la desacreditada clase pol¨ªtica.
?Por qu¨¦, entonces, no es una opci¨®n que se tome en consideraci¨®n? Desafortunadamente, una sociedad cada vez m¨¢s polarizada ha dejado de buscar soluciones en el centro. David Brooks recoge en su columna de The New York Times un estudio seg¨²n el cual un 42% de la poblaci¨®n de EE?UU considera a su rival pol¨ªtico ¡°completamente perverso¡±, un 20% de dem¨®cratas y de republicanos creen que sus adversarios ¡°no merecen ser considerados plenamente humanos, se comportan como animales¡±, y un 20% de dem¨®cratas y el 16% de republicanos afirman que el mundo estar¨ªa mejor si una buena parte de los miembros del partido contrario desapareciera. Por terrible que suene, es posible que la situaci¨®n no sea muy diferente en Espa?a.
Todo lo sucedido en los ¨²ltimos a?os ha ido en direcci¨®n a la polarizaci¨®n y el radicalismo. Las primarias del PSOE dieron la victoria a quien consigui¨® convencer a los votantes de que ¨¦l odiaba al PP m¨¢s que sus contrincantes. Poco despu¨¦s, el PP se movi¨® en una direcci¨®n similar. Atrapado entre ese extremismo, Ciudadanos cometi¨® el error de negarse a negociar con uno de los partidos centrales de la democracia espa?ola.
En estas condiciones, ciertamente, las esperanzas de una gran coalici¨®n constitucional son nulas. El autor del ¡°No es no¡± carece de autoridad moral para pedir ahora sacrificios al mismo partido al que se neg¨® a dejar gobernar. El PP, como en su d¨ªa le ocurri¨® al PSOE con Podemos, est¨¢ m¨¢s preocupado por sobrevivir a la amenaza de Vox que por la gobernabilidad de Espa?a. Hay que ver si despu¨¦s del 28 de abril Ciudadanos conserva margen para desempe?ar alg¨²n papel entre los dos partidos tradicionales, pero no ser¨¢ f¨¢cil.
Las perspectivas son las de la sustituci¨®n del viejo sistema bipartidista por un nuevo sistema de dos polos, mucho m¨¢s radical, mucho m¨¢s ingobernable, mucho m¨¢s temerario.
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