Esto lo cambia todo
El cord¨®n sanitario contra Vox es hoy m¨¢s importante que nunca.
Un partido abiertamente machista, xen¨®fobo y embustero como Vox ha logrado colocar a veinticuatro representantes en el Congreso de los Diputados. El hecho de que este n¨²mero est¨¦ por debajo de las previsiones de algunas encuestas ¨Cy de las expectativas que ellos mismos perfilaron¨C no reduce un ¨¢pice la gravedad de lo que acaba de ocurrir. La friolera de 2.677.173 votantes de este pa¨ªs consideran que su posici¨®n y sus intereses estar¨¢n mejor representados por un grupo que cuestiona la violencia de g¨¦nero, impide la libre informaci¨®n, reduce la identidad nacional a una caricatura con mantilla y criminaliza a las migraciones y a los migrantes.
No nos debe consolar el hecho de que muchos de esos votantes siempre estuvieron de tapadillo bajo el amplio paraguas ideol¨®gico del Partido Popular. Al fin y al cabo, el PP ha actuado hasta ahora como un transformador que capturaba esa energ¨ªa pol¨ªtica, la tamizaba y la convert¨ªa en propuestas aceptables. Conservadoras, discutibles y todo lo que ustedes quieran, pero aceptables en un partido de gobierno y en un Estado de derecho europeo en el siglo XXI.
Lo que se nos viene encima no va a tener nada de aceptable. Dejando a un lado cuestiones m¨¢s o menos ex¨®ticas como la caza y las pistolas, un grupo parlamentario de esta envergadura ¨Cdotado de la caja de herramientas que la franquicia antimigraci¨®n otorga a sus miembros en medio mundo¨C va a tener una extraordinaria capacidad disruptiva y un altavoz incomparable en temas como el cambio clim¨¢tico, los derechos de los extranjeros o la separaci¨®n Iglesia-Estado. Piensen en el poder de un partido que puede intervenir en los plenos, solicitar comparecencias en las comisiones o proteger a sus hooligans a trav¨¦s de aforamientos. Por no hablar de las generosas ayudas que el Estado reserva para las formaciones representadas.
Lo peor es que esta es solo la punta del iceberg. Si algo hemos aprendido de la experiencia de otros pa¨ªses es que la amenaza principal de Vox no se deriva de su influencia directa, sino de la habilidad para contaminar a otros partidos y atraer a su terreno el eje del debate p¨²blico. La deriva de las pol¨ªticas migratorias europeas son el ep¨ªtome del efecto radioactivo de los nacional-populistas en gobiernos conservadores y socialdem¨®cratas que han convertido en habitual lo que hace unos a?os era sencillamente inaceptable. Acontecimientos como el de ayer ¨Cpor modestos que les parezcan a algunos los resultados¨C han sido la v¨ªa de entrada del populismo ultraconservador en pa¨ªses de nuestro entorno.
L¨ªderes como Tony Blair llaman a considerar las ra¨ªces de este fen¨®meno y a incorporar a las propuestas pol¨ªticas las preocupaciones de un segmento electoral que se siente perdedor y abandonado. Pero eso puede significar muchas cosas. Tan peligroso es perpetuar las obscenas desigualdades de un modelo de prosperidad enfermo, como diluir las l¨ªneas rojas de las sociedades decentes o exigir a los migrantes esfuerzos de integraci¨®n que nunca se pedir¨ªan a los nativos. Simplemente porque lo reclama una fracci¨®n de los votantes. Ninguna ilusi¨®n demosc¨®pica sustituye a un hecho cierto: que las debilidades de nuestro modelo de protecci¨®n no se resolver¨¢n criminalizando a una parte de quienes ya est¨¢n en situaci¨®n vulnerable. Este boomerang se vuelve, tarde o temprano, contra quien lo lanza.
Esto lo cambia todo. Todo. Espa?a ya es como los dem¨¢s y conviene que nos lo tomemos muy en serio. La derecha de Ciudadanos y el PP debe garantizar durante esta legislatura el cord¨®n sanitario anti-Vox que se han negado a establecer durante la campa?a. Y la izquierda debe facilit¨¢rselo siempre que sea necesario, en vez de jugar tambi¨¦n a corto. Tratemos a estos l¨ªderes pol¨ªticos como lo que son: fantoches acomplejados y matones que solo muestran su agresividad frente a quienes no tienen la capacidad de defenderse.
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