Joaqu¨ªn Estefan¨ªa rememora la etapa de la que Rubalcaba se sinti¨® m¨¢s orgulloso
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba fue casi todo en la pol¨ªtica espa?ola. Su legado en sucesivos Gobiernos socialistas qued¨® marcado por el fin de ETA y la apuesta por la universalizaci¨®n de la ense?anza p¨²blica. El director de EL PA?S entre 1988 y 1993, hoy adjunto a la direcci¨®n, rememora la etapa de la que el ministro y l¨ªder socialista se sinti¨® m¨¢s orgulloso
TODO COMIENZA en la primera parte de los a?os setenta, antes de la muerte de Franco. El veintea?ero Alfredo P¨¦rez Rubalcaba comete la excentricidad de hacerse militante socialista, cosa que casi nadie era en el pi¨¦lago de partidos de la oposici¨®n al R¨¦gimen. Sus primeros pasos de resistencia los da en la universidad, en la lucha de los PNN (profesores no numerarios) contra la precariedad y para encontrar rectores y decanos dem¨®cratas que truncasen el autoritarismo en las aulas y que tuviese repercusi¨®n en el conjunto de la vida p¨²blica. Algo de esto ha contado, con otros protagonistas (Enrique Ruano, Lola Gonz¨¢lez, Javier Sauquillo), Javier Padilla en su reciente ensayo A finales de enero.
En el a?o 1982 todo estaba preparado para que Espa?a se olvidase de una vez de la pesadilla franquista y para que los socialistas ganasen las elecciones por mayor¨ªa absoluta. El de Felipe Gonz¨¢lez ser¨¢ el primer Gobierno socialista qu¨ªmicamente puro de la historia de Espa?a, incluidos los a?os de la Segunda Rep¨²blica. Los cuadros del PSOE, que se hab¨ªan multiplicado ante la probabilidad de una victoria electoral, se vuelven febriles intentando elaborar un programa electoral que representase su ideolog¨ªa y sus prioridades, y que Felipe resumir¨¢ en el c¨¦lebre eslogan ¡°?Que Espa?a funcione!¡±. En el terreno de la educaci¨®n sobresalen, entre otros, dos tipos con una formaci¨®n intelectual por encima de la media: Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall y Joaqu¨ªn Arango. Nadie duda de que de la misma manera que Miguel Boyer va a ser el hombre de Felipe en Econom¨ªa, Maravall ser¨¢ el ministro de Educaci¨®n. Ambos dan un disparatado mitin en la Ciudad Universitaria de Madrid, en el que Arango dice algo as¨ª como que el programa sobre la universidad del PSOE est¨¢ entre lo ut¨®pico y lo realista; ut¨®pico porque pretend¨ªa que las universidades espa?olas se parecieran a las de la Ivy League estado?unidense (Yale, Princeton, Columbia, Stanford, Harvard¡) y realista porque en el mejor de los casos podr¨ªan llegar a ser como la de Montpellier.
Quien bajo el patrocinio de Maravall y Arango ha escrito, l¨ªnea a l¨ªnea, el programa universitario socialista es Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Mientras los dem¨¢s mitinean, ¨¦l escribe. Todav¨ªa es el chico de los recados. Se lo reconoce Maravall cuando al asumir las tareas de primer ministro socialista de Educaci¨®n de la democracia lo nombra jefe de gabinete de su n¨²mero dos, la secretaria de Estado Carmina Virgili. P¨¦rez Rubalcaba apenas llega a la treintena de edad. Cuentan algunos de los supervivientes que formaron parte de aquel Camelot que fue el departamento de Educaci¨®n (adem¨¢s de los citados, Emilio Lamo de Espinosa, Emilio Mu?oz, Jos¨¦ Torreblanca, ?lvaro Marchesi¡), que nuestro hombre fue haci¨¦ndose c¨®mplice imprescindible para obtener la meta de la universalizaci¨®n de la educaci¨®n p¨²blica y en las negociaciones con la Iglesia cat¨®lica, que hab¨ªa monopolizado durante d¨¦cadas aquella disciplina. Preguntado muchos a?os despu¨¦s Felipe Gonz¨¢lez si volver¨ªa a hacer la reforma de la educaci¨®n como se hizo en aquel momento (al hilo de las cr¨ªticas sobre su calidad), record¨® que su objetivo n¨²mero uno fue la universalizaci¨®n. Acabar con el analfabetismo de piel renegrida.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba se convierte desde el principio en uno de los hombres imprescindibles del equipo de Maravall y asciende a la direcci¨®n general de Ense?anza Universitaria. Cuando Maravall se va, abrasado ante la opini¨®n p¨²blica por las continuas manifestaciones en contra de sus reformas (son los tiempos de El Cojo Manteca), no pierde en absoluto la confianza de Gonz¨¢lez, que le ofrecer¨¢ repetidamente, y sin ¨¦xito, nuevos ministerios. Maravall aporta a Felipe dos nombres de quien puede ser su sucesor: Javier Solana y Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. En aquel momento (a?o 1988), Felipe elige a Solana, m¨¢s s¨¦nior, como ministro de Educaci¨®n, y P¨¦rez Rubalcaba es nombrado secretario general del ministerio con categor¨ªa de secretario de Estado. N¨²mero dos del departamento. Solana prosigue las reformas con Alfredo al lado, y cuando muere Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y Solana le sustituye como ministro de Asuntos Exteriores (es el a?o 1992, el de la apoteosis socialista, la Expo de Sevilla y los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona, cuando la prensa europea tilda a los espa?oles de ¡°los alemanes del sur¡±), Felipe Gonz¨¢lez nombra a Alfredo P¨¦rez Rubalcaba ministro de Educaci¨®n.
La muerte de Rubalcaba ha sido para muchos socialistas y amigos una conversaci¨®n interrumpida de m¨¢s de un cuarto de siglo
En ese momento, en el conocimiento que empieza en los Consejos de Ministros y prosigue por toda la acci¨®n pol¨ªtica, es cuando comienza la fascinaci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez por Rubalcaba, la que le har¨¢ decir ahora, al cabo de tantos a?os de colaboraci¨®n en los Gobiernos, en la oposici¨®n, en el partido y en la vida privada, que ¡°Alfredo ha sido el pol¨ªtico m¨¢s inteligente de su generaci¨®n¡±. La muerte de P¨¦rez Rubalcaba ha sido para muchos socialistas y amigos una conversaci¨®n interrumpida de m¨¢s de un cuarto de siglo. As¨ª la habr¨ªa descrito Garc¨ªa M¨¢rquez, que tanto los quiso. Quienes durante esas d¨¦cadas frecuentaron al pol¨ªtico desaparecido cuentan que, de todas sus misiones ¡ªcomo ministro del Interior, terminar con el terrorismo etarra (¡°ser el ministro del Interior que acaba con ETA vale una vida¡±, declar¨®); como ministro de la Presidencia, ajustar las tuercas para que la crisis territorial con Catalu?a se conllevase (a trav¨¦s del federalismo); como secretario general del PSOE, modular los espasmos de su partido en el momento de la abdicaci¨®n del rey Juan Carlos sin abrir otro problema m¨¢s entre los ya existentes, y lograr que en un momento de crisis de representaci¨®n general los socialdem¨®cratas espa?oles no quedaran sumidos en la irrelevancia¡ª, de la que m¨¢s satisfecho se sent¨ªa era la relacionada con la educaci¨®n. No es extra?o que cuando la funci¨®n p¨²blica le abandonara, a su pesar, volviese a las humildes aulas de la universidad a ense?ar qu¨ªmica org¨¢nica, con los bolsillos igual de repletos o de vac¨ªos que casi cuatro d¨¦cadas antes, y repeliese las ofertas de incorporarse al mundo de la empresa privada que ¡ªnos consta¡ª ten¨ªa.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba es apenas el primer desaparecido de aquella fratr¨ªa de amigos que se desarroll¨® en el Ministerio de Educaci¨®n y sus alrededores. Sus componentes, en el sentido m¨¢s amplio, se preguntan ahora, sinti¨¦ndose abandonados, qu¨¦ hacer y a qui¨¦n acudir en caso de incendio.?
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