Qu¨¦ maravilla contemplar a un ni?o durmiendo
As¨ª es la dulce culpabilidad que habita permanentemente en el coraz¨®n de una madre, de un padre, que ama
Qu¨¦ maravilla contemplar a un ni?o durmiendo. ?Por qu¨¦ ser¨¢ que cuando los vemos as¨ª, quisi¨¦ramos despertarles, para achucharles y decirles que les queremos todas las veces que no lo hemos hecho? ?Qu¨¦ sensaci¨®n maravillosamente extra?a la de querer dormir impacientemente al que est¨¢ despierto para luego sentir el deseo irresistible de despertarle cuando est¨¢ apaciguadamente durmiendo! Quisi¨¦ramos pedir perd¨®n por las formas injustas que han empa?ado el cristal puro y transparente de su inocencia. Por haber perdido los nervios, por nuestras miradas duras, por haber desperdiciado momentos con ¨¦l, por haber deseado que, por fin, se duerma. As¨ª es la dulce culpabilidad que habita permanentemente en el coraz¨®n de una madre, de un padre, que ama.
Es un espect¨¢culo, una verdadera orquesta silenciosa, m¨¢s hermoso que una puesta de sol o que una lluvia de estrellas. El movimiento de los p¨¢rpados, la respiraci¨®n entrecortada por repentinas inspiraciones hondas, las manitas cerradas o abiertas. Es la despreocupaci¨®n y la vulnerabilidad infinita del que tiene fr¨ªo y no sabe taparse, del que acaba en el suelo sin ni quisiera despertarse. Su naturaleza le susurra misteriosamente que est¨¢ a salvo, en las pupilas de su madre, de su padre. Perdido en sus sue?os, parece que haya conseguido superar las fuerzas de la gravedad volando en el mundo de los dulces sue?os. Parece que est¨¦ en los brazos de alg¨²n ¨¢ngel. Nos rendimos ante esa divina obra de arte.
Al amanecer se despierta y nos busca para encontrarse a s¨ª mismo en nuestros ojos. Su concepto de s¨ª mismo, a¨²n fr¨¢gil, depender¨¢ de la mirada que le regalemos. Cada vez que acogemos su vulnerabilidad, decimos al adulto del ma?ana que vale la pena y que puede confiar en el mundo y en su belleza. Con nuestra delicadeza, le decimos que el mundo no es hostil, es un granito de arena para un mundo de paz.
Cuando por la ma?ana se dibuja su sonrisa asombrada al buscarnos, nos derretimos al verle. ?Qui¨¦n soy yo para despertar tanto agradecimiento y tanto amor en una criatura tan peque?a? Es asombro que engendra asombro. Es el amor m¨¢s puro y tierno que habla: he olvidado tus miradas duras y tus deseos de verme dormir cuanto antes, necesito confiar en ti y quererte siempre. Es la vulnerabilidad en estado puro que redime cualquier rastro de culpabilidad en nuestro coraz¨®n. Si esa inocencia no me ayuda a ser mejor y a sacar lo mejor de m¨ª misma, nada jam¨¢s podr¨¢ conseguirlo. No, mi hijo no necesita un animador de ludoteca, ni un padre que se conoce todos los libros educativos de consejos empaquetados, ni a un vigilante de parking infantil, ni que me preocupe por su futuro coloc¨¢ndole delante de una pel¨ªcula en ingl¨¦s; me necesita a m¨ª, quiere verse reflejado en el espejo de mis ojos. No hay un coraz¨®n m¨ªnimamente humano que no se derrita cuando se da cuenta de que otro ser inocente depende de ¨¦l para salir adelante y desarrollar su concepto de s¨ª mismo. ?Cu¨¢ndo fue que perdimos de vista la belleza de la maternidad, de la paternidad, que daba tanto sentido a nuestras vidas?
Cari?o, son las 6 de la ma?ana¡, le decimos. Ese dulce momento es ef¨ªmero¡ el despertar del ni?o es radical y es ut¨®pico pensar que pueda volverse a dormir, y menos en un d¨ªa de fin de semana. Se va marchitando el disfraz de angelito, se pone en marcha la criatura sin piedad. Se desvanece el asombro, la culpabilidad y la obra de arte¡ as¨ª como la esperanza de dormir un poco m¨¢s. Recuperando fuerzas para morder m¨¢s fuerte¡ qu¨¦ pillo, pensamos. Y hoy nos dejamos morder con un poco m¨¢s de piedad y de amor, porque hemos entendido que la infancia tambi¨¦n es una noche muy corta, de la que nos despertaremos un d¨ªa con nostalgia por ese divino espect¨¢culo de la inocencia.
*Puedes leer el blog de Catherine L¡¯Ecuyer: www.catherinelecuyer.com
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