El d¨ªa de Douglas Adams
El 25 de mayo se conmemora a un escritor que, en su af¨¢n cient¨ªfico, traspas¨® los l¨ªmites de la novela
Al igual que se celebra a Joyce con el Bloomsday cada 16 de junio, existe un Towel Day o D¨ªa de la toalla para homenajear al escritor Douglas Adams. Sucede cada 25 de mayo. Durante todo ese d¨ªa, los seguidores del autor llevan una toalla al cuello, al hombro, en la mano o donde pille.
Es la manera friki de conmemorar al autor de la saga Gu¨ªa del autoestopista gal¨¢ctico, serie novel¨ªstica donde el autor ingl¨¦s combina ciencia ficci¨®n y humor desatado. Con todo, Douglas Adams es algo m¨¢s que un autor de ciencia ficci¨®n. Como ejemplo sirva su cr¨®nica titulada?Last Chance to see y que en castellano se tradujo como?Ma?ana no estar¨¢n. En la citada cr¨®nica, Adams nos cuenta c¨®mo sale en busca de las m¨¢s variopintas especies de animales al borde de la extinci¨®n, tal y como reza el subt¨ªtulo de este trabajo escrito con ayuda del zo¨®logo Mark Carwardine.
Al principio del libro, Adams nos sit¨²a a mediados de los ochenta cuando, llevado por el mismo entusiasmo de sus tiempos de autoestopista sin dinero, lleg¨® a Madagascar junto a Mark Carwardine para localizar un peque?o animal que recibe el curioso nombre de aye-aye y que es de vida nocturna, pas¨¢ndosela colgado en los ¨¢rboles tropicales. Su dieta es insect¨ªvora en su mayor parte, pues, tambi¨¦n le da a las frutas. Aunque por su apariencia se encuentre m¨¢s cerca de los roedores que de los primates, este peque?o animal de cara simp¨¢tica y ojos despiertos, est¨¢ emparentado con los lemures de Madagascar.
Seg¨²n cuenta el libro de Douglas Adams, el aye-aye es la especie m¨¢s rara de lemur y tambi¨¦n la que se encuentra m¨¢s cerca del l¨ªmite de extinci¨®n. El hecho de su agon¨ªa es la suma de muchas cosas, pero la m¨¢s importante de todas corresponde a la superstici¨®n, a la infamia colectiva de ciertas tribus que duermen su raz¨®n con creencias absurdas tales como que el aye-aye trae malos augurios.
En este trabajo, Douglas Adams, desmonta falsos mitos con ayuda de Mark Carwardine, pero tambi¨¦n adapta la dimensi¨®n fant¨¢stica a lo real como ocurre con el cuento chino de los monstruos cubiertos de escamas que echan fuego por la boca. Se trata de la historia que nos conduce hasta el aliento de los dragones del que hablaban los viejos marineros cada vez que sent¨ªan el calor infernal de una tierra inh¨®spita. Sin ir m¨¢s lejos, nos encontramos con la historia del aviador holand¨¦s que tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en la isla de Komodo, en Indonesia. Sorprendido por unas extra?as huellas, decidi¨® seguirlas hasta dar con un bicho de m¨¢s de tres metros de longitud. Se trataba de un lagarto devorador de hombres y cuyo aliento abrasaba. Cuando el aviador holand¨¦s fue rescatado y cont¨® lo vivido, fue tomado por loco.
Sin duda alguna, el mito de los dragones chinos tiene su origen en los dragones de Komodo, unos reptiles gigantes capaces de comerse animales de cuatro y dos patas, no dejando de ellos ni los huesos, tal y como pudo comprobar Douglas Adams cuando lleg¨® a esta peque?a isla indonesia y fue testigo de c¨®mo un drag¨®n se com¨ªa un pollo de una sentada.
Pero el asunto no queda ah¨ª, pues, Adams nos describe sus experiencias en ?frica con los gorilas as¨ª como con extra?as especies como los delfines ciegos del r¨ªo Yangtse en China, o los p¨¢jaros kakapo de Nueva Zelanda, loros que olvidaron volar y cuyo pico ¡°parece un enorme abrelatas incrustado en la cara¡±.
En definitiva, estamos ante un libro jugoso, ameno y muy simp¨¢tico que se emparenta con ese otro libro de Gerald Durrell del que ya hablamos aqu¨ª, el titulado?Mi familia y otros animales. En Ma?ana no estar¨¢n, el escritor Douglas Adams desprende el entusiasmo de un autor consagrado que no ha perdido la memoria cuando se trata de volver sobre sus propios pasos, cuando viajaba por Europa haciendo autoestop y tuvo el fulgor creativo que lo llev¨® a escribir Gu¨ªa de autoestopista gal¨¢ctico, la obra que se conmemora cada 25 de mayo llevando encima una toalla.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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