El sabio del cielo y de la esquina
El autor recuerda a Eduard Punset "con su pelo alborotado como un emblema de su relaci¨®n con el viento y las ideas"
Parec¨ªa el vecino despistado de la calle Espa?oleto, en Chamber¨ª, mirando al cielo, con su camisa abierta, su chaqueta oscura, sus pantuflas grises, ese aire de venir desde el otro lado del mundo o de los sue?os, con su pelo alborotado como un emblema de su relaci¨®n con el viento y las ideas.
Eduard Punset sal¨ªa de su casa, caminaba hacia la esquina de los peri¨®dicos, se interesaba por las portadas y por las noticias, entablaba una conversaci¨®n distra¨ªda con el quiosquero y con los transe¨²ntes, y se iba hacia el otro lado del barrio con la lentitud de un reloj antiguo que, sin embargo, estaba en hora. Qu¨¦ digo en hora: estaba en la hora de Punset. Esa hora no se la alteraba ni la algarab¨ªa que alguna vez suscit¨® su figura, por su voz, por su pelambrera o por sus ojos, una mirada hecha para calmar gritos. Nunca busc¨® la fama que tuvo. Fue entrando en la gloria del aut¨®grafo y el selfi tocando una arm¨®nica que despierta solo a los o¨ªdos sensibles a una melod¨ªa como la suya.
Su trayectoria es la de un ser atrevido que crey¨® en la inmortalidad propia porque, simplemente, ten¨ªa muchas cosas que hacer. Y las iba a hacer. Su oficio fue el de hacer cosas. Alguna vez lo vi portando carteras gordas, pero en los a?os principales de su vida parec¨ªa tenerlo todo en la cabeza o en el bolsillo. Le interes¨® la pol¨ªtica, y ah¨ª fue un exc¨¦ntrico que introdujo la curiosidad de Mr. Chance, aquel personaje de Jerzy Kosinski y Peter Sellers, en una tarea en la que el cinismo es la actitud. Como no era c¨ªnico, no lo fue nunca, siempre crey¨® en algo y trabaj¨® para Europa cuando aqu¨ª aquella ilusi¨®n era tan solo un rengl¨®n en las Constituciones. Pero se empe?¨® en saber m¨¢s del continente donde ya se practicaban oficios (el de saber, el de aprender, el de investigar) al que nosotros est¨¢bamos renaciendo, despu¨¦s de a?os (o siglos) de incuria civil hacia las ciencias.
Por esas v¨ªas, este despistado de Chamber¨ª que ven¨ªa de Barcelona toc¨® con ¨¦xito en la tecla de la ciencia. Lo que hizo fue genial, en el sentido estricto. Pues, con la base del sentido com¨²n y de su genio, se dedic¨® (en Redes, sobre todo) a interrogar al futuro como si fuera un escolar. Esa actitud (nuevamente de Mr. Chance) la acompa?¨® con su saber estar tranquilo: el despistado de Chamber¨ª (y de Barcelona) no quer¨ªa ser un sabio, ni parecerlo: era, simplemente, un ciudadano que quiere saber m¨¢s de la vida. Y para saber de la vida ten¨ªa que dar un paso al futuro.
Conseguido el objetivo de explicar su curiosidad en forma de preguntas, la gente empez¨® a idolatrarlo como un sabio con repuestas para todo. A ¨¦l eso le hac¨ªa gracia, y mantuvo, tambi¨¦n a pie del quiosco de los peri¨®dicos, ese aire juvenil del hombre que estaba simplemente paseando y pensando en las preguntas que la vida segu¨ªa sin contestarle. Daba rabia ver que en sus ¨²ltimos paseos ya ¨¦l iba con otro hombre mayor que tambi¨¦n era Eduard Punset.
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