El salm¨®n de David Broncano
La idea era invitar a 10 personajes de distinto y distinguido pedigr¨ª, colarlos en el Prado y dejarlos solos con su obra favorita ¡ªde noche y con el museo desierto¡ª y que luego contaran la experiencia. La intenci¨®n final: contrastar esa forma inhabitual de contemplar el arte, solitaria y serena, con el ruido y la furia del tumulto contempor¨¢neo en los museos. Unos lloraron, otras se extasiaron, todos disfrutaron. Este es el resultado de aquella noche tranquila de David Broncano.
AH? ME VI: casi de madrugada, con el puto Prado para m¨ª solo, mirando un lim¨®n, una rodaja de salm¨®n y tres cacharros viejos.
¡ª Para entender c¨®mo llegu¨¦ a semejante drama me retrotraigo a dos semanas antes, cuando consider¨¦ casi una afrenta a las bellas artes elegir conscientemente un cuadro de entre todos los del Museo del Prado, qui¨¦n soy yo para discernir qu¨¦ obra es m¨¢s merecedora de ser comentada, as¨ª que opt¨¦ por el azar m¨¢s crudo: el cat¨¢logo del museo en pdf y el scroll a ciegas en el iPad. Aleatorio a la vez que milenial. En mi interior esperaban no ya Las meninas o El jard¨ªn de las delicias o algo de Goya, pero, bueno, quiz¨¢ La Crucifixi¨®n de Juan de Flandes o El paso de la laguna Estigia, de Patinir, que, como dir¨ªa mi abuela, es un lienzo horrible de lo bonito que es. No cay¨® esa breva, y descubr¨ª c¨®mo mi dedo se hab¨ªa posado sobre Bodeg¨®n con salm¨®n, lim¨®n y recipientes, de Luis Egidio Mel¨¦ndez. El disgusto inicial fue tal que me pareci¨® notar c¨®mo el dedo se me mov¨ªa solo, guiado por mi sistema nervioso aut¨®nomo, hacia El triunfo de la Muerte, de Pieter Bruegel el Viejo, y por tanto hacia todo un mundo de posibilidades literarias y de disfrute sensorial. Pero no. La yema del ¨ªndice segu¨ªa inm¨®vil, derrotada sobre la obra de Luis Egidio.
¡ª En los d¨ªas siguientes quise saber m¨¢s sobre el autor, y le¨ª que vivi¨® en el siglo XVIII, que pr¨¢cticamente solo hab¨ªa pintado bodegones y que se le consideraba un maestro de la t¨¦cnica; muy bien, pues haberte hecho ingeniero, Luis Egidio. A la pintura se viene a disfrutar, Luis Egidio; un bodeg¨®n cada a?o, Virgen santa, sal a la calle un poco que est¨¢s en Sevilla, tanto bodeg¨®n y tan poca fantas¨ªa, ponle algo de tu cosecha, Luis Egidio, que pareces un fotomat¨®n.
¡ª Y por fin ah¨ª me vi: solo en el Prado, con el lim¨®n y el trozo de salm¨®n y los cacharros y la madre que los pint¨®. Alg¨²n trabajador del museo me dijo que suele ser una sala muy tranquila; nos ha jodido, en una esquina del edificio y hasta arriba de bodegones, en principio no impera el jaleo, es como sentarse en la cocina a mirar c¨®mo se cuecen los garbanzos; pues s¨ª, tranquilo es.
Met¨®dico en su taller, voluptuoso fuera de ¨¦l. Espero que te fuese bien, Luis Egidio. Poco a poco solo pienso en ti?
¡ª Mientras empezaba a mirar el cuadro de cerca me puse a escuchar Solo pienso en ti, de C¨¢novas, Rodrigo, Adolfo y Guzm¨¢n. La canci¨®n es preciosa y cuenta c¨®mo un retratista est¨¢ tan abrumado por la belleza de la modelo que es incapaz de pintarla. Record¨¦ entonces que la primera obra conocida de Luis Egidio, conservada en la Galleria degli Uffizi de Florencia, es Estudio de cabeza femenina, y todo empez¨® a encajar, consegu¨ª acercarme a Luis Egidio por primera vez. Le imagin¨¦ sensible, superado por la conmovedora est¨¦tica del cuerpo humano, naufragando en los matices que ofrec¨ªa la chica de cuya cabeza hizo aquel estudio.
¡ª Supuse que tom¨® la decisi¨®n de centrar su esfuerzo en lo prosaico para poder disfrutar libremente de lo elevado, y desde ese prisma pude apreciar la perfecci¨®n de los detalles de su bodeg¨®n: las hendiduras en la madera de la mesa, el charquito que crea la rodaja de salm¨®n, los reflejos en el lat¨®n. Met¨®dico y preciso en su taller, apasionado y voluptuoso fuera de ¨¦l. Espero que te fuese bien, Luis Egidio. Poco a poco solo pienso en ti.