La otra transici¨®n del Rey
Las monarqu¨ªas parlamentarias deben demostrar d¨ªa a d¨ªa su utilidad y ejemplaridad. Felipe VI ha aprovechado las experiencias de su antecesor
En junio de 2014 se puso fin al reinado de Juan Carlos I, que hab¨ªa empezado el 22 de noviembre de 1975. Lo anunci¨® el propio monarca el d¨ªa 2 en un discurso televisado para hacer part¨ªcipes a los espa?oles de su decisi¨®n de abdicar la Corona. El 18 de junio, en el Sal¨®n de Columnas del Palacio Real de Madrid, don Juan Carlos sancion¨® la Ley Org¨¢nica de Abdicaci¨®n, que fue refrendada, como prev¨¦ la Carta Magna, por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y, al d¨ªa siguiente, se proclam¨® a su hijo Felipe rey de Espa?a. La Operaci¨®n 2-J fue un ¨¦xito.
Aunque con el paso del tiempo Juan Carlos I y su reinado van a considerarse un momento hist¨®rico excepcional, en el que se consolid¨® una Espa?a democr¨¢tica, moderna, estable y abierta al mundo, resulta inevitable que sean las im¨¢genes del lustro final ¡ªCorinna, N¨®os, Botsuana¡ª las m¨¢s recordadas ahora. Desafortunadamente, el presentismo se impone. No olvidemos que los a?os horribles de la instituci¨®n, entre 2010 y 2014, en los que los errores sumaron m¨¢s que los aciertos, coincidieron en Espa?a con unas crisis profundas en todos los ¨¢mbitos. Una lectura emocional del conjunto del juancarlismo a partir de un ¨²nico momento terminal induce de forma inexorable a un diagn¨®stico fallido. Falta tranquilidad, sosiego, responsabilidad y seguramente, por encima de todo, distancia.
No me cabe ninguna duda de que el aprecio y la valoraci¨®n positiva del paso de Juan Carlos de Borb¨®n y Borb¨®n por el trono de Espa?a van a mejorar con el paso de los a?os. La imagen fundamental de la etapa 1975-2014 va a ser siempre la de las primeras horas del d¨ªa 24 de febrero de 1981, con el Rey, en impecable uniforme militar y rostro grave, en las pantallas de los televisores. El nombre de Juan Carlos I va a quedar asociado, por encima de todo, a la consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a.
Don Juan Carlos y sus colaboradores demostraron ser capaces de releer en clave posibilista y moderna las experiencias de otros reyes y pretendientes de la dinast¨ªa borb¨®nica. Y de aprender, sobre todo, de los errores de Alfonso XIII y don Juan ¡ªe, incluso, del cu?ado, Constantino II de Grecia¡ª. Personajes como Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda o Adolfo Su¨¢rez tuvieron un papel decisivo. La Monarqu¨ªa se convirti¨® progresivamente en un s¨ªmbolo unificador, moderador y de referencia en el seno de una Espa?a democr¨¢tica y moderna. El final del periodo de la Transici¨®n, en torno a 1981-1982, iba a coincidir con el momento clave en el proceso de legitimaci¨®n democr¨¢tica y popular del reinado de Juan Carlos I. La actuaci¨®n del Monarca el 23-F result¨® decisiva.
El principal reto hoy se encuentra en legitimarse ante las nuevas generaciones de espa?oles
Las legitimidades democr¨¢tica y popular, que el reinado de Juan Carlos I fue acumulando a lo largo de la Transici¨®n, borrando poco a poco el estigma de sus or¨ªgenes franquistas, se unieron a la puramente din¨¢stica y a la constitucional. La primera fue adquirida en 1977 tras la renuncia de don Juan a sus derechos al trono, una vez persuadido de que la Monarqu¨ªa y la democracia estaban en adecuada v¨ªa de consolidaci¨®n. La legitimidad constitucional fue recuperada en 1978, en un refer¨¦ndum que era algo m¨¢s que una simple aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, pues impl¨ªcitamente interrogaba tambi¨¦n sobre la forma mon¨¢rquica del Estado. En la nueva ley fundamental, imaginada como una verdadera Constituci¨®n para todos los espa?oles, se especificaba que ¡°la forma pol¨ªtica del Estado espa?ol es la monarqu¨ªa parlamentaria¡±.
A lo largo de su reinado, Juan Carlos I no se alej¨® del esp¨ªritu y la letra de la Constituci¨®n de 1978. Despleg¨® su poder arbitral y moderador en el interior, sin interferencias y con imparcialidad. El Rey concentr¨® buena parte de sus empe?os en la tarea de ser el primer embajador de Espa?a. La monarqu¨ªa juancarlista adquiri¨® en pocos a?os una trabajada legitimidad y popularidad, que iba a conservar casi intacta hasta las crisis del siglo XXI. Fue precisamente la erosi¨®n de estos dos elementos ¡ªfruto de fallos evidentes, de exceso de confianza y de no adaptaci¨®n a los nuevos tiempos¡ª, en una Espa?a en graves dificultades, la que acab¨® por impulsar a Juan Carlos I a abdicar.
Una nueva ¨¦poca
El 19 de junio de 2014 se inaugur¨® una nueva ¨¦poca para la Monarqu¨ªa espa?ola. Las monarqu¨ªas parlamentarias, como la espa?ola ¡ªy otras tantas en Europa, desde Suecia y Noruega a Holanda y Reino Unido¡ª, profundamente democr¨¢ticas y republicanas, deben mostrar d¨ªa tras d¨ªa su utilidad y su ejemplaridad. Felipe VI y su entorno han aprovechado las experiencias positivas, que son much¨ªsimas, y tambi¨¦n las negativas del reinado de Juan Carlos I, aplic¨¢ndolas a una Monarqu¨ªa plenamente adaptada a las demandas y circunstancias del siglo XXI.
El principal reto de la Corona hoy se encuentra en su capacidad para legitimarse ante las nuevas generaciones de espa?oles. A pesar de algunos problemas inevitables derivados del escenario de policrisis vivido en Espa?a, de an¨¦cdotas familiares poco est¨¦ticas y de los ataques ¡ªcarentes de verdaderos argumentos¡ª del populismo izquierdista y del independentismo, Felipe VI ha empezado su reinado con muy buen pie.
Los cinco a?os del reinado, desde su proclamaci¨®n como rey en junio de 2014 hasta hoy, no han estado exentos de dificultades. En unos casos se trataba de r¨¦moras del pasado, como las famosas grabaciones del excomisario Villarejo y Corinna Larsen, o la definitiva sentencia del caso N¨®os, en 2018. En otros casos, eran los avatares de la pol¨ªtica espa?ola los que obligaban al nuevo Monarca a actuar. Un par de momentos resultaron, en este sentido, excepcionales: la imposibilidad de formar Gobierno tras las elecciones generales de diciembre de 2015 y la repetici¨®n de los comicios, con 300 d¨ªas de provisionalidad, y el golpe separatista de septiembre-octubre de 2017. En la primera de las cuestiones, la gesti¨®n del problema fue estrictamente correcta y constitucional, desoyendo algunos no neutros cantos de sirena que intentaban impulsar a la Corona a una intervenci¨®n m¨¢s pol¨ªtica. Por lo que al proc¨¦s se refiere, la situaci¨®n creada oblig¨® al Rey a pronunciar un solemne discurso televisado la noche del 3 de octubre. Fue una intervenci¨®n extraordinaria provocada por unos hechos grav¨ªsimos, que alteraban sustancialmente el funcionamiento institucional y atentaban contra la legalidad y la unidad espa?ola. El mensaje real no solo puede considerarse constitucionalmente impecable, sino tambi¨¦n muy oportuno.
Desde el primer instante del nuevo reinado de Felipe VI los cambios se hicieron evidentes. La campechan¨ªa de Juan Carlos I ha sido sustituida por el rigor del hijo. El Rey actual es un Monarca parlamentario para su tiempo, que ha hecho de los principios ¨¦ticos una bandera. La s¨ªntesis entre tradici¨®n y modernidad, en la que destacan las contribuciones de la reina Letizia, es un acierto. La ejemplaridad y la transparencia ¡ªla web de la Casa Real es un magn¨ªfico ejemplo¡ª presiden todas las actuaciones. Tanto la imagen de la Corona como la valoraci¨®n de los miembros de la familia real han mejorado sensiblemente con respecto a 2014. La acci¨®n p¨²blica de Felipe VI y Letizia y las reformas en la propia instituci¨®n mon¨¢rquica han permitido, en los primeros a?os del reinado, recuperar una parte importante de la dignidad y popularidad perdidas.
Jordi Canal, historiador y profesor en la EHESS de Par¨ªs, es autor de ¡®La monarqu¨ªa en el siglo XXI¡¯ (Turner).
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