Mileva Mari? y Albert Einstein
A ra¨ªz de un art¨ªculo publicado en esta revista, el autor de este texto, acad¨¦mico de la RAE y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia, glosa la relaci¨®n de Einstein y su primera esposa.
HAY HISTORIAS QUE nunca mueren, independientemente de su exactitud. Una de ellas es la contenida en el art¨ªculo ¡®Ella tambi¨¦n¡¯, de Rosa Montero, publicado en 'EL PA?S SEMANAL' del 2 de junio. Se argumenta en ¨¦l que Mileva Mari?, la primera esposa de Albert Einstein, fue una gran cient¨ªfica: ¡°No estoy diciendo¡±, se lee ah¨ª, ¡°que Einstein no fuera un gran cient¨ªfico: digo que ella tambi¨¦n lo era¡±. Siento decir que semejante afirmaci¨®n se basa en escritos que contienen serios errores e interpretaciones tendenciosas.
Se habla de la ¡°tesis doctoral¡± de Mari?; ahora bien, ella nunca lleg¨® al estadio de preparar una tesis doctoral (le hubiera gustado, es cierto, hacerlo bajo la direcci¨®n de Weber), por la sencilla raz¨®n de que no lleg¨® a graduarse: Mileva y Albert se examinaron en 1900, pero ella suspendi¨®, debido a las malas notas que obtuvo en matem¨¢ticas (sin embargo, en ¡®Ella tambi¨¦n¡¯ se afirma ¡ªsin ning¨²n fundamento conocido¡ª que Mari? era ¡°mejor matem¨¢tica¡± que Einstein). El a?o siguiente volvi¨® a fracasar, aunque entonces debi¨® de ser decisivo el que estuviese embarazada de la ni?a, Lieserl, que se menciona, fruto de su noviazgo con Einstein. Cuando Mari? y Einstein estudiaron en la Escuela Polit¨¦cnica Federal de Z¨²rich, esta no conced¨ªa el t¨ªtulo de doctor. Para graduarse, adem¨¢s de los ex¨¢menes, era obligatorio preparar un Diplomarbeit, b¨¢sicamente lo que aqu¨ª llam¨¢bamos una ¡°tesina¡±, un requisito que Einstein cumpli¨® bajo la supervisi¨®n de, precisamente, Weber (sus desavenencias con ¨¦l fueron posteriores), quien tambi¨¦n acept¨® la propuesta de Mari? para su Diplomarbeit. El tema de la tesina de Mileva fue la conducci¨®n del calor, mientras que Montero afirma que desapareci¨® ¡°la tesis doctoral que Mileva present¨® en 1901 en la Polit¨¦cnica y que, seg¨²n testimonios, consist¨ªa en el desarrollo de la teor¨ªa de la relatividad¡±. Sin embargo, en 1901 esa teor¨ªa no exist¨ªa. Data de 1905.
Se dice que Albert quem¨® las cartas de Mileva. Si hubiera sido as¨ª, habr¨ªa que preguntarse por qu¨¦ no quem¨® las 10 que se reprodujeron en el primer tomo de The Einstein Collected Papers (1987). He consultado a la historiadora del California Institute of Technology Diana Kormos-Buch?wald, directora de la edici¨®n de las obras completas de Einstein, y esto es lo que me dice: ¡°No existe ninguna evidencia de que Einstein quemase las cartas de Mari?. De hecho, no solo no tenemos cartas de Mileva, NO tenemos ning¨²n manuscrito de sus trabajos cient¨ªficos, ni borradores de sus famosos trabajos de 1905. Disponemos de sus manuscritos de despu¨¦s de 1914 y de las cartas de Mileva posteriores a 1914¡±.
Otra ¡°prueba¡± citada es que ¡°hay un testimonio escrito del director de los Anales de la F¨ªsica, el f¨ªsico ?Joffe¡±, donde aparecieron los tres cruciales art¨ªculos de Einstein de 1905, ¡°diciendo que vio los textos con la firma de Einstein-Mari?¡±. Aparte de que Joffe no era el director de los Annalen der Physik (era Paul Drude) y que quien evalu¨® los escritos de Einstein fue Max Planck, en realidad lo que escribi¨® Joffe (en 1955) es que el autor de los tres art¨ªculos de los ?Annalen der Physik, ¡°desconocido entonces, un bur¨®crata de la Oficina de Patentes de Berna, era Einstein-Marity (Marity, apellido de su esposa, que seg¨²n la costumbre suiza se a?ad¨ªa al apellido del marido)¡±.
Podr¨ªa comentar, y refutar, las afirmaciones sobre la (supuesta) participaci¨®n de Mileva en los art¨ªculos que se mencionan ¡ªincluyendo la referencia a ¡°la copia de nuestro art¨ªculo¡± que pas¨® al profesor Jung¡ª, pero este espacio no lo permite. Pedir¨ªa a Rosa Montero, por quien siento gran admiraci¨®n, que leyese con atenci¨®n esas cartas (existen en castellano en una edici¨®n que yo mismo prepar¨¦ en 1990: Cartas a Mileva), y las ideas y lecturas cient¨ªficas que Einstein presenta en ellas. Y que se d¨¦ cuenta de que cuando habla en plural, ¡°nosotros¡±, lo hace con la pasi¨®n del enamorado. Mari? dio ¡ªno fue poco¡ª a Einstein una persona con la que pod¨ªa compartir sus ideas. Pero tratar de comparar a Mileva Mari? con uno de los cient¨ªficos m¨¢s geniales de la historia no resiste un an¨¢lisis serio.
Defender que no existen diferencias innatas entre hombres y mujeres en capacidad y creatividad intelectual (incluyendo en la ciencia) contin¨²a, ay, siendo necesario, pero ninguna causa, por muy noble que sea, se debe apoyar en falsedades, como las que desde hace tiempo se aplican a Mileva Mari?, una mujer notable y a la que su relaci¨®n con Einstein finalmente no favoreci¨®, pero a la que no es posible calificar de ¡°gran cient¨ªfica¡±. El pasado es lo que fue, no lo que nos gustar¨ªa que hubiese sido.
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