Filantrop¨ªa de fortunas privadas: cr¨ªticas y oportunidades
La experiencia estadounidense muestra un claro nicho para las iniciativas filantr¨®picas privadas
Diecinueve de las mayores fortunas estadounidenses, muy activas en filantrop¨ªa, pidieron en junio m¨¢s impuestos. Mientras tanto, la pasada campa?a electoral en Espa?a debat¨ªa el mismo tema desde otra ¨®ptica, criticando que el due?o de Inditex done equipamiento a la sanidad p¨²blica a la vez que se acoge a exenciones fiscales que duplican su donaci¨®n. Este debate es bastante m¨¢s antiguo en pa¨ªses anglosajones que los hispanohablantes, y probablemente bastante m¨¢s ilustrativo de los aspectos positivos y negativos de dichas donaciones.
Las donaciones filantr¨®picas estadounidenses son mucho m¨¢s habituales que en Europa. Tal diferencia viene probablemente motivada por la cultura del ¡°hombre hecho a s¨ª mismo¡± en una sociedad sin las relaciones de poder consolidado, tanto pol¨ªtico como econ¨®mico, de la nobleza europea. Por eso, las grandes fortunas actuales de EE. UU. no solo se han comprometido a dejar una m¨ªnima parte de su riqueza a sus herederos, sino que llevan ya a?os reclamando impuestos m¨¢s altos. Esta mentalidad incluye a grandes fortunas personales como Gates, Bezos, Soros, Zuckerberg o Buffet, pero tambi¨¦n a familias millonarias que han mantenido fundaciones filantr¨®picas durante generaciones, como la Ford o la Rockefeller.
?Por qu¨¦ donan? Si bien el ahorro fiscal gracias a los proyectos filantr¨®picos es notable, el gasto final acaba siendo notablemente mayor que pagar oportunamente todos los impuestos. Los sentimientos religiosos caritativos influyen fuertemente en las donaciones de los ricos. Pero se argumenta tambi¨¦n que los imperios empresariales de pr¨¢cticas monopol¨ªsticas del tipo del de Rockefeller a principios del S. XX, o de Gates cien a?os despu¨¦s, sirven para justificar con buenas obras las conductas empresariales m¨¢s depredadoras. En cualquier caso, es evidente que la cultura de la riqueza construida y no heredada influye decisivamente en la cultura filantr¨®pica norteamericana.
La filantrop¨ªa privada puede fortalecer a la sociedad civil all¨ª donde la cooperaci¨®n al desarrollo est¨¢ demasiado sujeta a condicionantes pol¨ªticos
Las cr¨ªticas a tal modelo han sido compiladas en un reciente libro de Rob Reich, que posiblemente han inspirado el debate lanzado en Espa?a. El argumento fundamental es que el donante privado va a dirigir esas inversiones a asuntos que considera prioritarios, y que no decide un Gobierno democr¨¢ticamente elegido que determine las necesidades de inter¨¦s general. Dada la enorme capacidad de inversi¨®n de dichas fundaciones, se argumenta que debilitan la estructura del sistema democr¨¢tico. Por ejemplo, muchos de los donantes filantr¨®picos estadounidenses pagan becas para algunas de las mejores universidades del pa¨ªs, pero eso no ayuda a que la calidad universitaria en general sea mejor o que un n¨²mero significativo de la poblaci¨®n acceda m¨¢s f¨¢cilmente a estudios universitarios. Las desigualdades, potencialmente, se ahondan. Las desgravaciones de impuestos derivadas transfieren adem¨¢s potenciales fondos p¨²blicos a manos privadas, lo que debilita a¨²n m¨¢s la capacidad de decisi¨®n democr¨¢tica. El debate sobre si existe un espacio para una filantrop¨ªa aceptable desde un punto de vista de calidad democr¨¢tica es particularmente relevante teniendo en cuenta que algunas de estas fundaciones tienen un presupuesto que supera el PIB de muchas naciones pobres, que adem¨¢s necesitan urgentemente m¨¢s calidad democr¨¢tica.
Existe, sin embargo, un nicho claro de acci¨®n para las fundaciones privadas. Las inversiones p¨²blicas de los pa¨ªses desarrollados, aunque est¨¢n sometidas a control democr¨¢tico, est¨¢n sujetas a condicionantes como los que imponen el ciclo electoral, la visibilidad de las acciones o el respeto de los condicionantes pol¨ªticos. El habitual ciclo electoral de cuatro a?os no solo limita las inversiones en los propios pa¨ªses, sino tambi¨¦n los proyectos de desarrollo de las agencias de cooperaci¨®n, pese a que los trabajadores del sector saben que los cambios tardan mucho m¨¢s tiempo en cristalizar. Los proyectos tienen irremediablemente un sesgo hacia acciones o elementos vistosos que vender a los electores, o a los consumidores si se trata de fundaciones empresariales (como las m¨¢quinas de diagn¨®stico del c¨¢ncer). Y muchos proyectos de refuerzo de la sociedad civil son irrealizables por parte de las agencias de cooperaci¨®n, bien porque pueden entrar en conflictos con los gobiernos de pa¨ªses objeto de la intervenci¨®n, bien por canalizarse a trav¨¦s de organismos multilaterales (incluida la ONU) donde pa¨ªses de calidad democr¨¢tica nula o dudosa, y a menudo con una relevancia pol¨ªtica muy considerable, tienen voz y voto.
Se critica que la filantrop¨ªa privada debilita el sistema democr¨¢tico, al privatizar decisiones con gran impacto social
El ¨¦xito en rellenar ese hueco est¨¢ presente en la consideraci¨®n que tienen fundaciones como la Ford, la Rockefeller, la Christensen o la Soros, todas con proyectos muy significativos dedicados a la sociedad civil a lo largo de muchos a?os. La Fundaci¨®n Gates, con un recorrido mucho m¨¢s reciente, ha hecho un esfuerzo admirable por abrirse, aprender e invertir a largo plazo hasta convertirse en el principal actor privado de cooperaci¨®n al desarrollo, y posiblemente sirviendo de modelo de buena pr¨¢ctica a otras fundaciones. En Europa tal vez el mejor ejemplo es la Fundaci¨®n MAVA, cubriendo un hueco decisivo en iniciativas ambientales en el Mediterr¨¢neo (incluida la protecci¨®n de Do?ana) y el Oeste de ?frica hasta 2022.
En resumen, el inter¨¦s genuino de muchas fortunas en devolver a la sociedad parte de lo que han ganado se puede canalizar de forma negativa, pero tambi¨¦n muy positiva. Europa puede implicarse mucho m¨¢s en ese sector y quitarle parte del protagonismo a EE. UU. Pero es esencial hacerlo de forma cualificada y aprendiendo de los abundantes ¨¦xitos y los fracasos de experiencias anteriores.
Pablo Manzano es investigador de la Universidad de Helsinki, y ha trabajado para la Universidad Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN) y la Organizaci¨®n de la ONU para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO).
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