Huertos que dan el poder a las mujeres
Un proyecto de huertas dota a grupos de mujeres de los mecanismos para su autonom¨ªa y empoderamiento en Ben¨ªn
Desde lo alto de la torre donde se sit¨²a el dep¨®sito de agua se divisa un parche verde que contrasta con la tierra seca que lo rodea. El calor se hace sentir desde primera hora de la ma?ana, pero en este peque?o oasis se respira frescor. El terreno est¨¢ dividido en rect¨¢ngulos largos en los que las mujeres han plantado todo tipo de hortalizas: lechugas, pimientos, zanahorias, berenjenas, cebollas o diversas plantas para las salsas (fotete, gboma, crincrin¡) que acompa?an a la p?te (masa hecha a partir de la harina de ma¨ªz o mijo) o los tub¨¦rculos que se comen a diario.
Son 65 las mujeres que forman parte de este proyecto en Bougou, en el noroeste de Ben¨ªn, cerca de la frontera con Togo. Cada d¨ªa acuden a las huertas donde riegan sus plantas gracias a dos aljibes que siempre est¨¢n llenos. El agua es extra¨ªda de una perforaci¨®n m¨¢s un par de pozos y gracias a una bomba solar sube hasta lo alto de la torre donde se encuentra el dep¨®sito, para luego descender por riego a goteo y hasta las cisternas y, as¨ª, facilitar que las mujeres llenen sus regaderas o cubos. Alguna riega a dos manos, otras lo hacen m¨¢s despacio. Alguna est¨¢ en cuclillas arrancando las malas hierbas. Otra cava con una azada de palo corto para preparar la tierra antes de esparcir sobre ella nuevas semillas. Otras cortan vegetales frescos que lavan cuidadosamente antes de colocarlos en grandes palanganas que luego cargan sobre sus cabezas y as¨ª caminan hasta el mercado donde los venden. Algunas compradoras se acercan en moto hasta la huerta y eligen los productos que quieren directamente de las matas. No hay prisas, todos los movimientos y transacciones se realizan con mucha calma.
En los or¨ªgenes de este proyecto est¨¢ el hartazgo de las mujeres de la zona. Estaban cansadas de tener que abandonar sus casas y sus familias y migrar a las grandes ciudades del pa¨ªs en busca de trabajo, normalmente, en el servicio dom¨¦stico. Las que ten¨ªan m¨¢s suerte se quedaban en la vecina Djougou, una de las urbes que m¨¢s r¨¢pidamente crecen en el pa¨ªs, pero eran muchas las que ten¨ªan que viajar mucho m¨¢s lejos, hasta Parakou o Coton¨². Un grupo de ellas se acerc¨® un d¨ªa al padre Marcos Delgado Arce, burgal¨¦s y misionero de la Sociedad de Misiones Africanas, que es el p¨¢rroco de Bougou. Le pidieron ayuda para comprar utensilios con las que poder regar las huertas que pensaban crear. ¡°Me di cuenta de que lo que quer¨ªan hacer era muy b¨¢sico y que supon¨ªa mucho trabajo para ellas sin ninguna garant¨ªa de ¨¦xito, as¨ª que les propuse algo mejor, pensar en un proyecto m¨¢s grande donde haya agua permanentemente y que les ofrezca una fuente de ingresos que les permita vivir en su pueblo y cuidar de sus familias¡±, cuenta Delgado.
¡°La clave del ¨¦xito de un programa como este es la perseverancia¡±, comenta el p¨¢rroco. ¡°Mi lema es: si se quiere se puede. Y estas mujeres lo est¨¢n demostrando. Ellas buscaban un medio para salir de su pobreza y gracias a su tes¨®n lo han conseguido¡±. El misionero busc¨® la financiaci¨®n necesaria para poner en marcha la idea que hab¨ªa tenido y la encontr¨® gracias a la Fundaci¨®n Alaine que colabora con Bougou desde hace a?os. Gracias a ella pudo vallar el recinto, construir el dep¨®sito de agua, los aljibes, poner las placas solares con las que funciona la bomba, canalizar el agua a trav¨¦s de tuber¨ªas¡
La poblaci¨®n femenina beninesa se caracteriza por sus altas tasas de pobreza, bajo poder de decisi¨®n y condiciones de vida precaria sobre todo en las zonas rurales, seg¨²n un estudio del PNUD. El documento se?ala que la lucha contra la pobreza femenina deber¨ªa ser una prioridad nacional, recomendaci¨®n que no parece tener mucho eco en la administraci¨®n.
En general, las mujeres beninesas son imprescindibles en muchas actividades, pero las dificultades que enfrentan limitan su potencial de producci¨®n. No cabe duda de que participan activamente en las tareas agr¨ªcolas junto al resto de la familia. Es el caso de las plantaciones de algod¨®n, principal cultivo del pa¨ªs, en las que est¨¢n presentes en el momento de la siembra. Adem¨¢s, son ellas y los ni?os los que quitan las malas hierbas y, finalmente, toman parte en la recolecci¨®n. Pero son los hombres los que venden las cosechas y los que se quedan con el dinero. Este no siempre es destinado a sostener a la familia. Frecuentemente, es empleado para adquirir bienes como pueden ser una moto, un tel¨¦fono m¨®vil o, simplemente, se gasta en alcohol. Por tanto, a las mujeres no les queda otra opci¨®n que ingeni¨¢rselas para sacar adelante a la familia, de ah¨ª que muchas opten por la inmigraci¨®n.
Las mujeres muestran con orgullo todo lo que tienen y son muy estrictas; las que no cuidan de sus huertas son expulsadas de la asociaci¨®n y su terreno es cedido a otra
La introducci¨®n de cultivos como el algod¨®n en el centro y norte de Ben¨ªn contribuye a la desertificaci¨®n del pa¨ªs, al empobrecimiento de las tierras y favorece el avance del Sahel, como recoge el estudio L¡¯e?conomie de la de?gradation des terres au Be?nin, elaborado por The Economics of Land Degradation (ELD). Esto incide en el patr¨®n de lluvias, cada vez m¨¢s escasas en la zona, lo que repercute directamente en las mujeres que cada vez tienen m¨¢s dif¨ªcil conseguir buenos productos con los que alimentar a sus familias y cuando tienen la ocasi¨®n de acceder a ellos su precio es tan alto que es dif¨ªcil adquirirlos.
Todos estos factores y la frustraci¨®n que suponen para muchas mujeres cristalizaron en grandes manifestaciones, principalmente en Coton¨², el pasado mes de febrero. Protestaban por el alto coste de la vida frente a un fuerte dispositivo policial. Pero, lejos de amedrentarse enviaron una carta de queja al presidente Patrice Talon, con sus reclamaciones y reivindicaciones que todav¨ªa no ha recibido respuesta, como inform¨® Benin Times. Una masa de vendedoras, artesanas, amas de casa, campesinas, aprendices, pensionistas, viudas, funcionarias¡ invadi¨® las calles. Sin embargo, hasta ahora, nada ha cambiado para ellas.
El proyecto de huertas de Bougou supone un rayo de esperanza. Gracias a la abundancia de agua, durante el a?o plantan las verduras que venden en los mercados y que consumen en sus casas. Cuando llegan las lluvias y los terrenos se inundan, aprovechan para plantar el arroz y el ma¨ªz que se convertir¨¢ en el alimento b¨¢sico de sus casas. Tambi¨¦n tienen algunos ¨¢rboles frutales y plataneras.
El proyecto se complementa con una piscifactor¨ªa donde se cr¨ªan peces con el fin de mejorar la dieta alimenticia de la zona y obtener nuevos ingresos para los miembros del proyecto. Los beneficios de esta tambi¨¦n sirven para financiar la Caritas parroquial que ayuda a muchas personas sin recursos.
¡°Ya no tenemos que emigrar para que nuestras familias puedan comer o para que nuestros hijos vayan al colegio. Gracias a este proyecto ahora somos independientes y tenemos los medios para sacar adelante a los nuestros¡±, explica Th¨¦r¨¨se, que est¨¢ a punto de salir camino del mercado con una palangana repleta de verduras reci¨¦n cortadas sobre la cabeza.
Las mujeres muestran con orgullo todo lo que tienen y son muy estrictas con las normas que se han impuesto; as¨ª, las que no cuidan de sus huertas son expulsadas de la asociaci¨®n y su terreno es cedido a otra. ¡°Son muchas las que quieren unirse a nuestra asociaci¨®n, pero no hay terreno para todas, por eso no podemos permitir que personas que no trabajan sean parte de ella¡±, comenta Th¨¦r¨¨se.
El ¨¦xito de este proyecto y la larga lista de mujeres que esperan unirse a ¨¦l hizo que Delgado construyera nuevas huertas en un pueblo cercano, Palebina donde ha replicado el modelo de Bougou. All¨ª son 60 las mujeres que se benefician de esta oportunidad. Y en breve, gracias a la financiaci¨®n de la Fundaci¨®n Salvador Soler, pondr¨¢ en marcha otras en Gnogambi. ¡°Son las propias mujeres, que ven las oportunidades que tienen sus compa?eras, las que se acercan a pedir estos proyectos. Nosotros solo hacemos lo que podemos para ayudarlas. Es su propio tes¨®n lo que hace que el proyecto funcione¡±, comenta el misionero.
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