Regresan los campos de la muerte
No hay pol¨ªtica tan prioritaria, una vez elegido el nuevo Parlamento Europeo, como la acogida ordenada y en buenas condiciones de quienes buscan refugio en nuestras costas
Nada regresa de la misma forma, pero todo puede regresar en forma igualmente inaceptable. Los campos de ahora no son los de entonces. Tampoco son iguales las ideolog¨ªas asesinas. La pol¨ªtica no est¨¢ militarizada ni los militares politizados hasta ambicionar el poder, al menos all¨ª donde lo tomaron en los a?os treinta. Ni siquiera la muerte que acecha se cuenta por cifras millonarias, aunque cuente con la misma intensidad el dolor de cada muerte.
Hay algo que no ha cambiado y que explica las victorias del horror: el de esos ni?os separados de sus padres, enfermos y enjaulados en la frontera de Estados Unidos con M¨¦xico; esos campos de detenci¨®n donde se comercia con seres humanos, se esclaviza, tortura, asesina, extorsiona e incluso se muere bajo las bombas, como est¨¢ sucediendo en Libia; ese mar nuestro convertido en una infinita tumba, donde se impide el rescate y se promociona la devoluci¨®n a los lugares de origen de donde huyeron a quienes buscaban refugio.
Es la indiferencia y la dureza moral. De la Uni¨®n Europea, de los Estados costeros, no solo Italia, tambi¨¦n Espa?a, de todos nosotros, los ciudadanos europeos. Sabemos lo que est¨¢ sucediendo pero actuamos como si no lo supi¨¦ramos. Atendemos por un momento a las im¨¢genes que nos llegan de los campos donde se enferma y se muere, campos de la muerte propiamente, y pasamos apresurados a nuestros asuntos y nuestros mensajes y agrias conversaciones en las redes sociales.
En las fronteras asediadas de ese espacio que conocemos como Occidente est¨¢ en marcha, sin organizaci¨®n ni concierto, pero con gran precisi¨®n de objetivos, una operaci¨®n de escarmiento, que se ceba sobre los m¨¢s d¨¦biles, los ni?os, las mujeres, los enfermos. Los m¨¢s desvergonzados, como Trump o Salvini, se atreven a formular la advertencia ¡ªas¨ª no vendr¨¢n tantos¡ª, aunque la mayor¨ªa de los gobernantes, m¨¢s propensos a ruborizarse, fingen estar atareados en otras cosas.
Todos lo sab¨ªan en Alemania bajo Hitler. Todos lo sabemos en Europa y en el mundo ca¨®tico que opta por el desgobierno, con tal de ahuyentar a quienes quieren participar de nuestra riqueza, nuestra paz y nuestra prosperidad. Para colmo, tan insensata frialdad ni siquiera podr¨¢ frenar la huida de los pobres hacia nuestro mundo.
No hay pol¨ªtica tan prioritaria, una vez elegido el nuevo Parlamento Europeo, como la acogida ordenada y en buenas condiciones de quienes buscan refugio en nuestras costas o tropiezan con el horror antes incluso de embarcarse.
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