Navegando entre estrellas
En el espacio no existe arriba ni abajo. Pero llegar a la Luna exig¨ªa seguir una trayectoria muy precisa que apenas dejaba margen al error
B¨¢sicamente, los astronautas que han ido a la Luna deb¨ªan plantearse dos preguntas: ¡°?D¨®nde estoy?¡± y ¡°?A d¨®nde quiero ir?¡±. La respuesta a la primera era lo que t¨¦cnicamente se conoce como ¡°vector de estado¡±, una serie de n¨²meros que indicaban en todo momento la posici¨®n, orientaci¨®n y velocidad de la nave.
En cuanto a la segunda, todo cambio de trayectoria s¨®lo pod¨ªa conseguirse utilizando el motor de maniobra. As¨ª que esa respuesta implicaba una serie de c¨¢lculos para establecer durante cu¨¢nto tiempo y en qu¨¦ direcci¨®n deb¨ªa encenderse de forma que el curso real coincidiese con el previsto.
Aunque el curso del Apolo era vigilado d¨ªa y noche por las grandes antenas de la red de seguimiento y monitorizado por el centro de c¨¢lculo de Houston, la nave ten¨ªa capacidad para calcular y ajustar su trayectoria de modo aut¨®nomo. Era una elemental medida de prudencia por si el enlace fallaba. Y tambi¨¦n porque las comunicaciones se interrumpir¨ªan sin remisi¨®n cada vez que sobrevolase la cara oculta.
Pero ?c¨®mo orientarse en un ambiente donde no existe arriba ni abajo y donde los puntos cardinales carecen de sentido?. Llevando consigo su propia unidad inercial, una compacta esfera equipada con tres gir¨®scopos y tres aceler¨®metros, que pod¨ªa girar libremente alrededor de tres ejes. Cada vez que la c¨¢psula oscilaba, la esfera permanec¨ªa estable, conservando la misma orientaci¨®n con respecto a las estrellas. SI los astronautas hubieran podido verla (no pod¨ªan puesto que iba encerrada en una cubierta met¨¢lica), les hubiese parecido que giraba a un lado u otro siempre que reorientaban la c¨¢psula. En realidad, era la ¨²nica parte de la nave que estaba fija: era el veh¨ªculo quien rotaba a su alrededor.
Un instrumento del siglo XVIIII
A todos los efectos, la unidad inercial era el equivalente del horizonte, la ¨²nica referencia estable. Pero no era perfecta. Peri¨®dicamente hab¨ªa que realinearla con las estrellas. Y para eso los astronautas utilizaban el mismo instrumento que los navegantes del siglo XVIII: el sextante.
El sextante de a bordo funcionaba seg¨²n el mismo principio que los modelos n¨¢uticos. Se utilizaba para medir ¨¢ngulos entre estrellas (la nave llevaba un cat¨¢logo de las coordenadas exactas de las cuarenta m¨¢s brillantes) o entre estrellas y alguna referencia f¨¢cil de localizar. A veces era el propio limbo de la Luna o de la Tierra, aunque en este ¨²ltimo caso, la atm¨®sfera hab¨ªa m¨¢s dif¨ªcil una observaci¨®n precisa. Otra se sustitu¨ªa por alg¨²n accidente geogr¨¢fico muy visible. La isla de Cuba, por ejemplo, o la caracter¨ªstica silueta de los Grandes Lagos eran referencias favoritas. O, si se estaba girando en ¨®rbita lunar, cualquier cr¨¢ter destacado.
La ¨®ptica del sextante iba sujeta a la estructura de la c¨¢psula. De hecho, ¡°miraba¡± a trav¨¦s de una ventanilla practicada en la protecci¨®n t¨¦rmica del exterior. Para encontrar una estrella determinada hab¨ªa que hacer girar toda la nave, operaci¨®n que sol¨ªa dirigir el ordenador de a bordo. Una vez localizada, el astronauta accionaba el mecanismo del sextante para llevar a coincidir la imagen de una estrella con el horizonte o la referencia, en la m¨¢s pura tradici¨®n n¨¢utica. En ese momento, bastaba con pulsar un bot¨®n para que los datos entrasen directamente en el ordenador. Una segunda medici¨®n (a veces, una tercera o m¨¢s, hasta cinco veces) completaba el proceso. El ordenador, equipado con una serie de rutinas para realizar los c¨¢lculos trigonom¨¦tricos y matriciales resolv¨ªa el problema en pocos segundos y su pantalla num¨¦rica mostraba las diferencias entre la orientaci¨®n de la plataforma y la posici¨®n real del Apolo. Para grat¨ªsima sorpresa de los ingenieros del MIT que hab¨ªan dise?ado el equipo de navegaci¨®n, las discrepancias sol¨ªan ser m¨ªnimas y muchas veces se registraba el anhelado ¡°00000¡±: ¡°Cinco bolas¡±
Operaciones similares permit¨ªan establecer la localizaci¨®n del m¨®dulo lunar una vez aterrizado. La peque?a nave dispon¨ªa de un ordenador id¨¦ntico al de la nave nodriza (excepto en la programaci¨®n, claro) pero no llevaba sextante: El equipo pesaba demasiado. En su lugar, los astronautas utilizaban un simple telescopio que pod¨ªan apuntar en cualquier direcci¨®n. Un ingenioso sistema ¨®ptico mec¨¢nico permit¨ªa determinar en un solo vistazo las coordenadas de una estrella cualquiera.
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