¡®Ice age: La edad de hielo¡¯| Los helados y su influencia en nuestros hijos
Para los primerizos que le damos demasiada importancia a todo, la cuadratura del c¨ªrculo est¨¢ en comprar los suficientes helados en momentos simb¨®licos para que los cr¨ªos no odien el verano
Las bicicletas son para el verano¡ y los helados tambi¨¦n, o al menos eso era antes del efecto invernadero, porque ahora est¨¢n en todas partes. Por suerte, aunque nos acompa?en a hacer la compra, nuestros hijos a¨²n no se han enterado de eso. Si no, los pedir¨ªan siempre y las rabietas ser¨ªan mucho m¨¢s frecuentes.
Porque el helado -con ni?os- es la gran tentaci¨®n, capaz de generar un momento bonito¡ o el caos absoluto.
Y es que la mitad de las veces tendremos rabieta. Querr¨¢n tomarse el capricho justo antes de comer o cenar y se les quitar¨¢ el hambre de las opciones m¨¢s cl¨¢sicas y sanas, as¨ª que los adultos tendremos que negociar con argumentos que los cr¨ªos no aceptan como v¨¢lidos.
Su mantra a repetir ser¨¢:
-Quiero un helado.
-Ya comiste uno + (insertar fecha m¨¢s o menos ver¨ªdica, contando que los ni?os se l¨ªan con el calendario).
-Es que quiero un helado y hoy es un d¨ªa especial.
Ante ese giro de guion, acompa?ado por carita tierna, solo hay dos opciones: o cabreo infantil o primerizo que cede.
Pero cuidado, porque un helado no es solo un helado: son las servilletas pringosas que tendr¨¢s que aguantar en la mano porque justo en esa calle habr¨¢n secuestrado todas las papeleras, es el cucurucho mordido y babeado que te tendr¨¢s que acabar, son las manchas en la ropa nueva de la cr¨ªa y por supuesto son esas peque?as manos pringosas que acabar¨¢n en tu camiseta nueva, s¨ª, esa que tanto te gusta y que quedar¨¢ manchada para siempre como si fuera una franquicia de Atapuerca.
Adem¨¢s, para los que tenemos la dieta en n¨²meros rojos, hay un dilema a?adido: ?podremos comprarle solo un helado a la ni?a sin pedir nada para nosotros?
Si al final cedemos, acabaremos zamp¨¢ndonos una dosis mucho m¨¢s alta de la esperada: nuestro helado, que no tocaba¡ y el de la ni?a, si resulta que al final no le gusta.
Porque cada vez hay sabores m¨¢s ins¨®litos, con tanto h¨ªpster creativo, y seguro que el que elija la ni?a no le acabar¨¢ gustando (se gu¨ªa por los colores a lo loco) y me tocar¨¢ zamp¨¢rmelo a m¨ª (a menos que haya ca¨ªdo suelo).
Y por supuesto, el m¨ªo s¨ª que le apetecer¨¢ y me dar¨¢ el cambiazo como Indiana Jones con la t¨ªpica reliquia abandonada.
Para los primerizos que le damos demasiada importancia a todo, la cuadratura del c¨ªrculo est¨¢ en comprar los suficientes helados en momentos simb¨®licos para que los cr¨ªos no odien el verano porque nunca les compraron helados de peque?os, pero al mismo tiempo, dosificar el heladismo en el espacio-tiempo para que sigan valorando con ilusi¨®n cada nuevo capricho y adem¨¢s tengan hambre de comer y cenar el t¨ªpico men¨² sano.
Siempre existe la opci¨®n de fabricar juntos polos caseros en el congelador de casa. M¨¢s sano, barato y l¨²dico.
Pero haced memoria: ?verdad que a vosotros tampoco nunca os compens¨® esta soluci¨®n?
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