Richard Driehaus: ¡°Lo antiguo no es noticia, aunque sea m¨¢s relevante¡±
Este financiero estadounidense sufraga anualmente el premio de arquitectura mejor dotado del mundo. Sin embargo, su trabajo es poco conocido porque los edificios que defiende no son de vanguardia sino cl¨¢sicos. En Espa?a patrocina el Premio Rafael Manzano al mejor rescate arquitect¨®nico. Este a?o, la reconstrucci¨®n de Lorca tras el terremoto, obra de Juan de Dios de la Hoz, se ha llevado el galard¨®n.
LOS DOS MAYORES fil¨¢ntropos de la arquitectura actual viven en Chicago. El empresario Jay Pritzker concede el premio que lleva su apellido, t¨®picamente conocido como ¡°el Nobel de la arquitectura¡±, que han ganado desde ?lvaro Siza hasta Norman Foster, pasando por Frank Gehry, Renzo Piano o los espa?oles Rafael Moneo y el estudio RCR. El que lleva el nombre del financiero Richard Driehaus (Chicago, 1942) multiplica por dos ¡ª200.000 d¨®lares, en torno a 178.000 euros¡ª la cantidad de ese famoso galard¨®n. Sin embargo, como se concede a la arquitectura cl¨¢sica actual, es mucho menos conocido y menos medi¨¢tico, pero, en opini¨®n de su mecenas, ¡°por lo menos tan necesario¡±.
Detr¨¢s del Premio Driehaus se esconde la cruzada por conservar la arquitectura no solo como arte, tambi¨¦n como ¡°legado de valores¡±. Su promotor, este estadounidense de origen irland¨¦s, es un hombre hecho a s¨ª mismo que plant¨® cara a la ejemplar vida peque?oburguesa que llevaban sus padres en el sur de Chicago. Adem¨¢s de ser uno de los inversores m¨¢s notables de Estados Unidos ¡ªla revista de inversi¨®n Barron¡¯s lo incluy¨® en su lista de los m¨¢s destacados del mundo¡ª, es due?o de uno de los museos m¨¢s singulares de Chicago: la Mansi¨®n Nickerson, de estilo Gilded Age, la ¨¦poca ¡°chapada en oro¡± de finales del siglo XIX.
¡°Nuestra sociedad y la prensa aplauden los grandes gestos
mucho m¨¢s que el esfuerzo
por conservar lo que
no deber¨ªa perderse¡±
Driehaus supo lo que es estar ¡°infrapagado¡± cuando trabaj¨® para Rothschild & Co, y hoy lleva donados cerca de 160 millones de euros a las m¨¢s diversas causas: desde la arquitectura cl¨¢sica a quienes crean oportunidades de empleo para parados sin recursos o el periodismo que denuncia casos de corrupci¨®n. Esta entrevista se celebra en dos fases. La primera, visitando sus colecciones en Chicago. La segunda en Madrid, donde Driehaus ha viajado para entregar otro de los premios que sufraga: el Rafael Manzano a la mejor restauraci¨®n espa?ola.
?Es casualidad que los dos mayores fil¨¢ntropos de la arquitectura actual vivan en la misma ciudad? Chicago es conocida por su vanguardia moderna, pero tiene otros valores. Cre¨¦ el Premio Driehaus, con la Universidad de Notre Dame, porque es irracional ser testigo de c¨®mo se descuida lo que representa los valores de otra ¨¦poca. C¨®mo valoramos el pasado define nuestro futuro.
Su galard¨®n duplica la cantidad del Pritzker, pero es menos conocido. Mucho menos. Nuestra sociedad, y la prensa, aplaude los grandes gestos mucho m¨¢s que el esfuerzo por conservar lo que no deber¨ªa perderse.
?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil interesar a la gente en el mantenimiento de los edificios cl¨¢sicos? Vengo del mundo de las finanzas y, en ese ¨¢mbito, lo f¨¢cil no suele aportar porque casi nunca es rentable. El genius loci, el sentido del lugar, no lo da lo nuevo, sino las capas que va construyendo lo viejo. No valorar eso es despreciar lo que somos. Con mi premio no son nombres lo que queremos destacar, sino una manera respetuosa de hacer las cosas. Cuando haces algo por una ciudad, lo haces por los ciudadanos. La arquitectura contempor¨¢nea suele ser m¨¢s vistosa que la antigua. Muchas veces m¨¢s caprichosa, pero siempre es nueva. Eso la convierte en noticia. Lo antiguo no es noticia, aunque sea m¨¢s relevante. Nadie niega el valor de Roma, pero Roma no es noticia. Lo que defendemos no es nuevo. Pero lo nuevo no siempre es mejor.
Ni lo viejo siempre bueno. En arquitectura, no hablo de costumbres retr¨®gradas, lo viejo que llega a nuestros d¨ªas ha pasado un filtro. Es un testimonio. En Chicago, los primeros inmuebles buscaban solidez como defensa contra los indios que merodeaban. Los materiales resistentes se asociaban a la protecci¨®n, y lo que nace para quedarse no puede nacer molestando. Hoy en d¨ªa los valores que se pueden leer en la arquitectura contempor¨¢nea son distintos.
Si no se actualiza el pasado se corre el riesgo de momificarlo. ?Si a usted se le quemara la cara querr¨ªa que el cirujano pl¨¢stico mantuviera en ella las huellas del incendio o que le devolviera su rostro original?
Chicago se asocia con la modernidad. ?Es dif¨ªcil defender el legado hist¨®rico desde una ciudad de rascacielos? Lo m¨¢s importante de una ciudad, lo que merece la pena conservar, con frecuencia es invisible. Lo mejor de Chicago es el urbanismo de Burnham, de principios del siglo XX, anterior a los rascacielos. Esa planificaci¨®n es el esqueleto de la ciudad y ha hecho que esta pueda evolucionar. Hay rascacielos, pero tambi¨¦n avenidas y grandes parques ¡ªlo que llamamos el collar de esmeraldas¡ª. Chicago era una ciudad de barrios. Eso que ahora est¨¢ tan de moda. Y tuvo, como muchas urbes, una segunda oportunidad. El ferrocarril la hizo despegar. En el siglo XIX, en Prairie Avenue hab¨ªa m¨¢s concentraci¨®n de millonarios que en cualquier avenida de Nueva York. Como creci¨® r¨¢pido, la ciudad se construy¨® con madera. Y ardi¨® casi por completo en 1871. Eso cre¨® el lugar para los rascacielos. Yo crec¨ª en el suroeste de la ciudad, en una peque?a casa de madera de un barrio cat¨®lico irland¨¦s.
La diferencia entre esa casa y la so?ada por su padre fue lo que lo empuj¨® a llegar a donde ha llegado. La caba?a de madera en la que viv¨ªamos era algo de¡ Misisipi, digamos. Aunque a mi madre le encantaba, porque se hab¨ªa criado en un piso. Pero mi padre compr¨® un solar en Beverly, el barrio de los irlandeses cat¨®licos. Encarg¨® que le dise?aran una casa neo-Tudor y se dio cuenta de que jam¨¢s reunir¨ªa los 50.000 d¨®lares del presupuesto. Yo o¨ªa c¨®mo mis padres discut¨ªan en la cocina. Que mi padre, que era un ingeniero de minas muy trabajador, un tipo con varias patentes, detallista y exquisito ¡ªsiempre llevaba pajarita¡ª, no se pudiera permitir una casa acorde con su estatus me ilumin¨®: estaba dedicando su esfuerzo a la industria equivocada. Su sacrificio no decid¨ªa su destino. Y el sue?o americano es depender de tu voluntad. George Bernard Shaw lo escribi¨®: ¡°La vida no consiste en encontrarte a ti mismo, consiste en crearte a ti mismo¡±.
?C¨®mo se cre¨® usted? En la naturaleza, las especies con mayor capacidad de supervivencia no son las m¨¢s inteligentes, sino las m¨¢s adaptables al cambio. Me di cuenta de que deb¨ªa aprender a convivir con la incertidumbre para evitar que me pasara lo que le sucedi¨® a mi padre. Pens¨¦ en ahorrar. Y encontr¨¦ trabajo repartiendo peri¨®dicos en bicicleta. Pero los ahorradores no hacen fortuna. De modo que cambi¨¦.
?Cu¨¢ndo empez¨® a gastar dinero? Como no ten¨ªa empresa familiar, estudi¨¦ finanzas, no empresariales.
?Se puede aprender a invertir? Un buen inversor tiene que ser capaz de ver algo que a los dem¨¢s se les escapa. Debe estar muy informado para asociar noticias y datos procedentes de ¨¢mbitos distintos. Es eso lo que provoca reacciones. Pero para invertir debes desarrollar una manera de pensar poco convencional. Y tienes que saber adaptarte con rapidez ante nuevas informaciones. Yo concentro mis inversiones, no soy partidario de diversificar para dividir el riesgo, que es el abc de la inversi¨®n. Me interesa la casa buena en un vecindario pujante, no la casa barata en un barrio que decae.
?No aplica el cl¨¢sico compra barato, vende caro? Nunca compro algo muy barato. Arriesgo al comprar caro. Pero invierto en lo que creo que subir¨¢ m¨¢s, no en negocios que se han venido abajo. Por altruismo pongo en marcha programas de ayuda, pero no rescato negocios ruinosos.
?Los a?os de Trump han sido buenos para la econom¨ªa de su pa¨ªs? Sin duda.
?Y para la gente? Mire¡, yo nunca mezclo negocios y pol¨ªtica.
¡°He perdido y he ganado. A veces he perdido tanto como lo que cuesta un avi¨®n. Pero perder o ganar depende de cu¨¢nto tiempo puedes aguantar la presi¨®n¡±
?Qu¨¦ piensa de las 113 mujeres ¡ªpor primera vez hispanas o musulmanas¡ª que acaban de entrar en el Congreso? Siempre he defendido a los m¨¢s d¨¦biles. Tambi¨¦n la pluralidad. Soy m¨¢s plural que muchos arquitectos vanguardistas.
Como inversor repite que la ¨²nica constante es el cambio. Como fil¨¢ntropo, defiende la arquitectura que no cambia. ?Por qu¨¦ querr¨ªa uno cambiar lo que est¨¢ bien?
?Para evitar que deje de estarlo? No estoy en contra de la evoluci¨®n. Mi cruzada es contra el deterioro, el descuido y el cambio por el cambio. Creo en la conservaci¨®n de un legado humano que implique una lecci¨®n inolvidable. Me interesan los crecimientos respetuosos. Por eso defender¨¦ siempre las novedades que llegan respetando el lugar y que parece que siempre han estado all¨ª. Tengo, en cambio, problemas con los edificios que necesitan oponerse a lo que existe y romper con el contexto para anunciar su llegada. En Am¨¦rica a mucha gente le gusta lo nuevo, pero en parte es porque lo viejo ya no existe. Yo quiero evitar esa p¨¦rdida.
Hoy los mayores problemas urbanos, la gentrificaci¨®n (expulsi¨®n de los habitantes de un barrio) y la comodificaci¨®n (la adquisici¨®n de vivienda no para vivir, sino como bien de inversi¨®n), los causan los inversores. Yo he invertido en muchas cosas. Tambi¨¦n en propiedades, y con los beneficios obtenidos he podido intervenir en lo que me importa: conservar los centros hist¨®ricos. He dedicado 180 millones de d¨®lares a recuperar la arquitectura que me gusta. No como inversi¨®n, sino como legado cultural.
Eso le genera publicidad. Por supuesto. Pero podr¨ªa comprarla en la prensa. Sufrago restauraciones para que no desaparezca lo que creo que es esencial: la historia de los lugares.
La escuela de negocios de la universidad en la que estudi¨®, De Paul, hoy lleva su nombre. En el templo de Apolo de Delfos est¨¢ escrito: ¡°Con¨®cete a ti mismo¡±. Yo he tratado de hacerlo. Mi madre era buena escribiendo. Y mi padre, en matem¨¢ticas. Yo no ten¨ªa nada de eso. De modo que tuve que darle una vuelta a mi vida. Tras leer todas las revistas de econom¨ªa de la biblioteca p¨²blica de Chicago, invert¨ª en m¨¢quinas de escribir. Y me hund¨ª. Volv¨ª a la biblioteca y perd¨ª varias veces hasta que empec¨¦ a ganar. Lo mismo me sucedi¨® en la Universidad de De Paul, que hoy lleva mi nombre: fui el ¨²ltimo estudiante de mi promoci¨®n que encontr¨® trabajo. Acumul¨¦ cartas de rechazo hasta que la empresa Rothschild & Co. me ofreci¨® un salario tan bajo que casi me oblig¨® a empezar por mi cuenta.
?C¨®mo se convirti¨® en fil¨¢ntropo? Ha sido mi manera de aprender c¨®mo funciona el mundo. Como la inversi¨®n, requiere pensamiento estrat¨¦gico y tolerancia ante el riesgo. Hago lo que me parece que puede cambiar la vida de la gente. Tenemos becas que dan oportunidades a personas sin recursos dispuestas a trabajar y premios para el periodismo que se arriesga a investigar la corrupci¨®n. Creo que si fuera pol¨ªtico ser¨ªa bueno porque me importa que la gente est¨¦ bien. Y s¨¦ c¨®mo hacer dinero, por lo tanto no ser¨ªa corrupto.
?Por qu¨¦ no lo es? Hago pol¨ªtica m¨¢s eficaz con lo que trato de aportar.
Balzac escribi¨® que tras el dinero se esconde siempre el crimen. ?C¨®mo hizo usted su fortuna? Tuve la suerte de haberla conseguido enriqueciendo a otras personas. Cuando era peque?o y terminaba de repartir peri¨®dicos, los le¨ªa. Odiaba los deportes y la pol¨ªtica, pero adoraba las p¨¢ginas de cine. Un d¨ªa me fij¨¦ en las de negocios. Y all¨ª descubr¨ª la manera de multiplicar el dinero.
?Cu¨¢l es? Se multiplica m¨¢s r¨¢pidamente si arriesgas, pero como no me gusta jugar con el dinero de los dem¨¢s, invierto siempre en algo que est¨¢ mejorando, no en algo que ha bajado de precio.
?C¨®mo aprendi¨® a tolerar el riesgo? Vi lo que les suced¨ªa a mis padres con mucho esfuerzo y poco riesgo. El riesgo es relativo. M¨¢s que la informaci¨®n profunda, me ha interesado siempre la informaci¨®n amplia, la que genera perspectiva. Wall Street est¨¢ basada en la profundidad de la informaci¨®n. Lo profundo es verdadero, pero irrelevante para el conjunto.
?Respeta a los inversores que conoce? Todos podr¨ªan ser mejores. La mayor¨ªa de ellos hacen dinero para s¨ª mismos. Yo tambi¨¦n. Pero no olvido que vivo de mis clientes. Pude empezar fuerte gracias a la gente que confiaba en m¨ª. La he necesitado para enriquecerme. No soy m¨¢s listo que los dem¨¢s. ?Sabe por qu¨¦ consigo m¨¢s que otros? Porque creo en lo que hago. Participo en la restauraci¨®n de cada edificio que compramos. Cuando empec¨¦ a ganar dinero, en los a?os setenta, pens¨¦: ¡°Oh, soy bueno¡±. Y entonces supe que ten¨ªa que tener cuidado conmigo mismo. La arrogancia sale muy cara.
Con pel¨ªculas como El lobo de Wall Street, ?ha sentido una creciente falta de confianza en su profesi¨®n? Entiendo la pregunta, pero no me relaciono con ese tipo de inversores. Una cosa son los hedge funds y otra los mutual funds. He perdido y he ganado. A veces he perdido tanto como lo que cuesta un avi¨®n. Pero perder o ganar depende de cu¨¢nto tiempo puedes aguantar la presi¨®n. Hay que templar los nervios. Me gustan las inversiones peque?as. No me interesan los que crecen r¨¢pido, como Amazon.
?Tiene una ¨¦tica para sus inversiones? Nunca he invertido en drogas.
Hablo de inversiones legales. Tabaco, por ejemplo. Suele funcionar, pero he preferido no invertir en eso. Sin embargo, no me gustan las apuestas, pero he invertido en casas de apuestas porque producen beneficios.
?Se puede hacer dinero sin arruinar a alguien? S¨ª. Es la inversi¨®n lo que hace que crezcan las empresas.
?De d¨®nde saca la confianza en s¨ª mismo? No siempre fui tan seguro. Tengo tres hijas. Me divorci¨¦ y necesit¨¦ psicoanalizarme despu¨¦s. Eso me orden¨®. El trabajo me dio confianza en m¨ª mismo. Conseguir beneficios tambi¨¦n. Pero necesit¨¦ tiempo. Uno de nuestros manuales de De Paul describ¨ªa como b¨¢sico: cobijo, amor, familia y reconocimiento, pero insist¨ªa en que la clave estaba en ponerse al d¨ªa. Pens¨¦ que me faltaba eso. Y la filantrop¨ªa lo ha hecho posible. Es fundamental conocerse, pero cuando uno se conoce, debe empezar a cambiar. Lo dijo Benjamin Franklin: ¡°Cuando dejas de cambiar, est¨¢s acabado¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.