Miseria, acoso policial y pesticidas, as¨ª malvive en California la mano de obra de la gran despensa americana
Miseria, calor sofocante, pesticidas, acoso policial y las leyes represivas de Trump son el contexto en el que viven miles de braceros mexicanos en el californiano valle de San Joaqu¨ªn, una de las grandes despensas agr¨ªcolas de Estados Unidos
EL VALLE DE San Joaqu¨ªn, en California, se extiende desde Stockton, en el norte, hasta Arvin, en el sur. Mide 377 kil¨®metros de longitud y 209 de anchura. Si uno se dirige a ¨¦l en coche desde el ¨¢rea de la bah¨ªa de San Francisco, en menos de una hora la temperatura pasa de 14 a 36 grados, y todav¨ªa subir¨¢ m¨¢s. Las emisoras de radio son predominantemente de lengua espa?ola. Emiten rancheras, boleros, corridos, baladas de amor desde?ado y el caracter¨ªstico sonido norte?o, percutiente y vigoroso.
El valle es llano y est¨¢ cubierto permanentemente por una nube de polvo, niebla t¨®xica, humo y pesticidas. La neblina, producto del tr¨¢fico del ¨¢rea metropolitana de la bah¨ªa de San Francisco, llega arrastrada por el viento; los pesticidas proceden de los miles de toneladas de sustancias qu¨ªmicas que se vierten cada a?o en la tierra, y el humo lo desprenden los incendios que arden en el norte y quedan atrapados en el valle, aplastado por el calor. La nube no se mueve de su sitio debido a la presencia de Sierra Nevada, al este; las cadenas costeras, al oeste, y la sierra de Tehachapi, al sur, a la que el escritor de Fresno Mark Arax llama ¡°nuestra L¨ªnea Mason-Dixon¡±, porque marca la separaci¨®n f¨ªsica y psicol¨®gica entre el valle y la cultura cosmopolita del sur de California y Los ?ngeles. La ciudad de Bakersfield y la zona circundante, situadas en el l¨ªmite meridional del valle, tienen el aire de peor calidad de Estados Unidos.
Medido en cosecha anual, San Joaqu¨ªn es una de las franjas de tierra agr¨ªcola m¨¢s valiosas del pa¨ªs, dominada por grandes productores al mando de una mano de obra formada por trabajadores emigrantes. Las condiciones no han cambiado demasiado desde que Carey McWilliams describiera el ambiente en su libro de 1939 Factories in the Field (F¨¢bricas en el campo). Arax lo equipara con un pa¨ªs centroamericano. ¡°Es la zona m¨¢s pobre de California¡±, me explica. ¡°Casi no hay clase media. Para encontrar su equivalente en Estados Unidos tendr¨ªa que ir a la regi¨®n de los Apalaches o a las tierras fronterizas de Texas¡±.
Pasas, uvas de mesa, pistachos, tomates, frutas con hueso, fresas, ajo y col son algunos de los cultivos del valle. En conjunto, los ingresos proporcionados por las cosechas del valle y del resto de California aportan unos ingresos que ascienden a 47.000 millones de d¨®lares anuales (cerca de 42.000 millones de euros), m¨¢s del doble que los de Iowa, el segundo mayor Estado agr¨ªcola de Estados Unidos. La mayor¨ªa de estas rentas benefician a unos pocos centenares de familias, algunas de las cuales son propietarias de nada menos que 50.000 y hasta 100.000 hect¨¢reas de tierra. En la vertiente oeste del valle, las plantaciones son tan grandes que los capataces vigilan a los trabajadores sobrevolando en avi¨®n los campos. Los ordenadores controlan el flujo del agua, que se conduce hasta las plantas a trav¨¦s de un intrincado sistema de tuber¨ªas y v¨¢lvulas. ¡°Son prisiones y plantaciones, nada m¨¢s¡±, denuncia Paul Ch¨¢vez, hijo de C¨¦sar Ch¨¢vez, uno de los cofundadores del sindicato Trabajadores Agr¨ªcolas Unidos (UFW por sus siglas en ingl¨¦s). ¡°En ellas no es posible ni siquiera recibir educaci¨®n. Seg¨²n un sondeo oficial del Estado de California, en los poblados en los que viven los peones los maestros titulados no llegan al 30%¡±.
Hoy en d¨ªa, al menos el 80% son mexicanos sin papeles, en su mayor¨ªa ind¨ªgenas de los Estados de Oaxaca, Sinaloa y Guerrero ¡ªlas regiones m¨¢s pobres del pa¨ªs¡ª que hablan muy poco o nada de espa?ol, y mucho menos ingl¨¦s. La mayor parte lleva como m¨ªnimo una d¨¦cada trabajando las fincas, han formado familias en el valle y viven aterrorizados por la migra, como se conoce al Servicio de Inmigraci¨®n y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE por sus siglas en ingl¨¦s), y la deportaci¨®n inmediata o el encarcelamiento, que los apartar¨ªa de sus hijos.
A finales de junio visit¨¦ una plantaci¨®n de tomates en el condado de Fresno, cerca de la peque?a ciudad de Mendota. La hacienda es propiedad de Gargiulo, uno de los mayores productores de tomates del pa¨ªs. Aparcados junto a los m¨¢rgenes de las parcelas listas para la recolecci¨®n hab¨ªa docenas de coches destartalados. Los grupos de ind¨ªgenas mixtecos depend¨ªan del ¨²nico pe¨®n que hablaba espa?ol con fluidez para comunicarse con el jefe de la cuadrilla y el representante sindical de UFW que me hab¨ªa introducido clandestinamente en la finca. En temporada alta, estos campos emplean a 400 recolectores. El d¨ªa de mi visita hab¨ªa unos 250 trabajando. Casi la mitad eran mujeres, algunas de ellas visiblemente embarazadas.
Aunque las temperaturas llegan a los 45 grados, los trabajadores se protegen de los pesticidas con todo tipo de ropajes. Las tasas de c¨¢ncer entre ellos son muy elevadas
A causa del calor, la jornada laboral va desde las cinco de la madrugada hasta las diez de la ma?ana, cuando las temperaturas alcanzan los 45 grados. El sol ca¨ªa a plomo, pero todos iban cubiertos de pies a cabeza con varias capas de ropa: gorras de b¨¦isbol medio rotas sujetas en su sitio con capuchas y bufandas caseras, jers¨¦is encima de jers¨¦is, dos pares de pantalones, calcetines gruesos y botas. Solo los ojos, las mejillas y los dedos quedaban al descubierto. El objetivo era protegerse de los pesticidas. Entre los trabajadores del valle se registran altas tasas de c¨¢ncer. Los productos qu¨ªmicos han endurecido tanto la tierra que cuando la coges con la mano forma terrones como piedras, secos y descoloridos. Con el calor, los plaguicidas suben con fuerza desde el suelo. Al cabo de una hora notas c¨®mo te queman en la boca.
El tomate se recoge encorvado. No hay trabajo m¨¢s penoso y agotador. A pesar de ello, los oaxaque?os se entregan a ¨¦l a una velocidad vertiginosa. Cobran a raz¨®n de 73 centavos (unos 64 c¨¦ntimos de euro) por cada cubo de 19 litros que consigan llenar. Los peones lo prefieren a la alternativa de los menos de 10 euros por hora del salario m¨ªnimo en California. Los m¨¢s j¨®venes llenan dos recipientes a un tiempo. Arrancan de la planta los enormes tomates verdes, les quitan el tallo de un tir¨®n y los dejan caer en el cubo. Luego salen corriendo hasta el remolque de carga enganchado a un tractor a unos 45 o 55 metros de distancia al fondo de la parcela. A continuaci¨®n vuelven r¨¢pidamente a la fila, llam¨¢ndose y grit¨¢ndose unos a otros como soldados para mantener el ¨¢nimo y el ritmo. En cinco horas, un recolector habilidoso puede ganar entre 66 y 75 euros.
La ¨¦poca del tomate dura cuatro meses, desde junio hasta octubre, transcurridos los cuales los braceros se trasladan a la vertiente este del valle para cosechar c¨ªtricos o podar vides y frutales. Con suerte, un pe¨®n diligente puede encontrar trabajo ocho o nueve meses al a?o y ganar entre 18.000 y 20.000 euros antes de impuestos. En 2010, los obreros indocumentados pagaron alrededor de 10.600 millones de euros en cuotas a la Seguridad Social, un dinero que fue a engrosar las pensiones de jubilaci¨®n de los estadounidenses, una prestaci¨®n que estos trabajadores nunca cobrar¨¢n.
En respuesta al argumento de que los inmigrantes dejan sin trabajo a los estadounidenses al hacer que bajen los salarios, UFW cre¨® una p¨¢gina web que ofrec¨ªa a los nacionales y a los residentes legales trabajo en el campo en cualquier lugar del pa¨ªs a trav¨¦s de los servicios de ocupaci¨®n estatales. Era 2010, durante la Gran Recesi¨®n. La p¨¢gina recibi¨® alrededor de cuatro millones de visitas. Unas 12.000 personas rellenaron las solicitudes de empleo. De ellas, en total se presentaron efectivamente a trabajar 12 nacionales o residentes legales. Ni uno solo aguant¨® m¨¢s de un d¨ªa. Seg¨²n un reportaje publicado en Los Angeles Times, Silverado, un contratista de mano de obra agr¨ªcola de Napa, ¡°nunca ha visto a un blanco nativo estadounidense aceptar un empleo del nivel m¨¢s bajo, ni siquiera despu¨¦s de que la empresa aumentase el salario por hora cuatro d¨®lares por encima del m¨ªnimo¡±. Un vinicultor de Stockton no logr¨® atraer a los parados ofreciendo cerca de 18 euros a la hora.
La cosecha de frutas y verduras es trabajo de una sola generaci¨®n. Los peones con los que he hablado ni quer¨ªan ni permitir¨ªan que sus hijos los sucediesen en el campo. El calor y el coste para la salud, unidos al poder feudal de los productores, hacen que prefieran trabajar en un hotel con aire acondicionado o en una planta de envasado, donde pueden estar derechos y a salvo de los pesticidas por un salario igualmente bajo.
Esto significa que se necesita una provisi¨®n continua de emigrantes mexicanos sin recursos dispuestos a hacer el trabajo. Pero los emigrantes no llegan. Desde 2005, el n¨²mero de mexicanos que se marchan de Estados Unidos supera al de los que llegan. La explicaci¨®n no reside solo en la pol¨ªtica de mano dura en la frontera. En 2000, cuando esta era mucho m¨¢s permeable que ahora, 1,6 millones de mexicanos fueron detenidos intentando entrar en Estados Unidos. En 2016 fueron 192.696. El economista Ed Taylor, de la Universidad de California en Davis, calcula que el n¨²mero de posibles emigrantes procedentes del M¨¦xico rural se reduce cada a?o en 150.000. Este hecho se explica en parte por la mejora de la situaci¨®n econ¨®mica en el norte y el centro de M¨¦xico, que ha atenuado el atractivo del trabajo a cambio del salario m¨ªnimo en Estados Unidos, y en parte por el coste y el peligro de aventurarse a cruzar la frontera. Si se consigue entrar en territorio estadounidense, lo que tiene que pagar al traficante puede endeudar de por vida a un obrero que reciba la retribuci¨®n m¨¢s baja.
Hemos visto familias separadas en la frontera. Son im¨¢genes de una atrocidad primitiva. Sin embargo, las crueldades cometidas con los emigrantes ilegales de las filas inferiores del ej¨¦rcito de trabajadores que ya viven en Estados Unidos han recibido mucha menos atenci¨®n. Incluso en California, miles de obreros viven rodeados por un cord¨®n de terror a pesar de la legislaci¨®n del Estado que protege a los sin papeles. Hay californianos que sostienen que las ¡°leyes santuario¡± no han hecho sino empeorar las cosas al convertir el Servicio de Inmigraci¨®n y Control de Aduanas de EE UU en una fuerza paramilitar itinerante reforzada por un presupuesto cada vez mayor y alentada por el presidente.
En todas mis visitas al valle de San Joaqu¨ªn se respiraba el miedo a la migra. Algunos trabajadores no se atrev¨ªan a salir de casa para ir al campo o incluso a comprar comida debido a la omnipresencia del ICE tanto en veh¨ªculos identificados como sin identificaci¨®n. En Radio Campesina, una red de emisoras del valle en espa?ol, propiedad de la Fundaci¨®n C¨¦sar Ch¨¢vez, se recib¨ªan llamadas de personas que avisaban a los oyentes de d¨®nde se hab¨ªa detectado la presencia de agentes del servicio, como un supermercado, un colegio o un puesto de control surgido de improviso en una carretera. ¡°Contamos a nuestros oyentes lo que pasa por ah¨ª, qu¨¦ esperar y qu¨¦ evitar¡±, me contaba el director de la emisora de Radio Campesina en Bakersfield. ¡°Hacemos advertencias sutiles, informamos a la gente, pero tenemos que asegurarnos de que son llamadas espont¨¢neas. De lo contrario, podr¨ªan acusarnos de obstrucci¨®n¡±.
La polic¨ªa federal est¨¢ dispuesta a deportar a todos los emigrantes indocumentados que pueda y a hacer la vida imposible a los dem¨¢s para que se vayan por iniciativa propia
La polic¨ªa federal parece dispuesta a deportar a tantos emigrantes indocumentados como pueda y a hacer la vida imposible a los dem¨¢s hasta que abandonen el pa¨ªs por propia iniciativa. Los agentes del ICE rastrean el valle en busca de mexicanos que han entrado en el sistema legal debido a la comisi¨®n de peque?as infracciones acompa?adas de multas o citaciones o, en el peor de los casos, por conducir bajo los efectos del alcohol sin haber causado v¨ªctimas. Al marido de una mujer con la que habl¨¦ lo deportaron despu¨¦s de 22 a?os viviendo en California por no pagar una multa por exceso de velocidad.
En la sede central de UFW, en el centro de Fresno, me re¨²no con un grupo de 12 personas que dan asesoramiento legal gratuito a los emigrantes. Vienen de las principales ciudades de los valles de San Joaqu¨ªn y Salinas. Todas me dicen que est¨¢n desbordadas por la afluencia pr¨¢cticamente inacabable de trabajadores aterrorizados que temen por su futuro. ¡°Nuestra principal tarea consiste en informar a la gente sobre c¨®mo tratar con el ICE¡±, explica F¨¢tima Hern¨¢ndez, una asesora de las oficinas de UFW en Bakersfield. ¡°C¨®mo evitar que los detengan y los deporten¡±. Las instrucciones son simples y estrictas: no responder a ninguna pregunta, no firmar nada, no mostrar ning¨²n documento, no dejar que ning¨²n agente entre en su casa si no desliza bajo la puerta una orden judicial con el nombre de la persona afectada. Instan a los emigrantes a que hagan fotos y graben v¨ªdeos, y a que apunten el n¨²mero de la placa policial y el modelo del coche. ¡°Est¨¦n preparados para probar exactamente lo que sucedi¨®¡±. Su principal protecci¨®n es la Quinta Enmienda, que reconoce el derecho de permanecer en silencio incluso a quienes no sean ciudadanos estadounidenses.
Da la impresi¨®n de que el clima de miedo que recorre el valle ¡°como una descarga el¨¦ctrica¡± afecta a Hern¨¢ndez y a sus compa?eros. Los emigrantes detenidos en la zona van a parar a Mesa Verde, una c¨¢rcel privada situada en Bakersfield en la que les es pr¨¢cticamente imposible contratar a un representante legal debido a que son pobres y no cuentan con ning¨²n apoyo. All¨ª es donde los asesores voluntarios entran en escena. Seg¨²n Hern¨¢ndez, son ¡°una gota en el oc¨¦ano¡±. Desde la prisi¨®n, los detenidos ¡°asisten¡± a la audiencia a trav¨¦s de un v¨ªdeo transmitido a una sala situada en Sacramento, a 460 kil¨®metros de distancia. El fallo se dicta en cuesti¨®n de minutos. La acumulaci¨®n de trabajo es ingente. El tribunal tiene una lista interminable de casos y se abre paso a trav¨¦s de ella sin inmutarse.
Hern¨¢ndez asesora a padres para que preparen a sus hijos para lo peor. Uno de los temas de conversaci¨®n es qu¨¦ pasa si hoy tus padres no vuelven a casa. Antes los inmigrantes se sent¨ªan inseguros, pero ten¨ªan cierta sensaci¨®n de que se necesitaba su trabajo, de que eran valorados aunque solo fuese por su disposici¨®n a realizar las tareas que nadie m¨¢s quer¨ªa. Sus hijos podr¨ªan estudiar y vivir la mayor parte del tiempo sin el temor de que sus padres desapareciesen, incluso con la agresiva pol¨ªtica de deportaci¨®n de Obama. Actualmente, ni siquiera los residentes en situaci¨®n de legalidad temporal solicitan los cupones para alimentos, ni la prestaci¨®n de desempleo, ni los servicios de desarrollo para la infancia, ni se presentan al programa integral de ayuda a los ni?os de rentas bajas y a sus familias. Recientemente, el Gobierno de Trump anunci¨® un cambio en la normativa que impide a los emigrantes y a los residentes permanentes optar a la nacionalidad si han recibido o solicitado asistencia social. Las personas que se quedan sin trabajo, como ocurre inevitablemente con los trabajadores del campo durante parte del a?o, prefieren pasar hambre antes que arriesgarse a que el Gobierno los ponga en la lista negra.
La paranoia ha impregnado todos los aspectos de la vida. La actividad social, como por ejemplo la asistencia a reuniones ciudadanas y otros actos p¨²blicos, pr¨¢cticamente ha desaparecido. ¡°Las personas dan otro nombre o piden que se les oculte la cara si es que acceden a dar su testimonio o a compartir su historia en los medios de comunicaci¨®n¡±, cuenta Eriberto Fern¨¢ndez, un organizador cuyos padres siguen trabajando en la vendimia en el condado de Kern. ¡°Algunos no quieren ni que los vean en nuestra p¨¢gina de Facebook¡±. Cuando era peque?o, sus padres lo llevaban al campo porque no ten¨ªan a nadie que lo cuidase mientras estaban trabajando. ¡°A los siete u ocho a?os empec¨¦ a trabajar con ellos despu¨¦s del colegio. El nuestro es un caso t¨ªpico¡±. Ahora Fern¨¢ndez se dedica a registrar a los latinos para que voten, con escaso ¨¦xito. ¡°Nos dicen que la ¨²ltima vez que votaron las cosas empeoraron, as¨ª que no van a volver a hacerlo¡±. En el condado de Monterrey, la participaci¨®n de los latinos en las primarias del 5 de junio de 2018 fue m¨¢s baja que nunca. El pesimismo es grande en la primera, segunda y tercera generaci¨®n de esta comunidad, cuyos miembros son ciudadanos estadounidenses.
El inmigrante legal no quiere saber nada de los sin papeles. Entre el 25% y el 30% de los legales est¨¢n a favor de las leyes republicanas sobre armas y son contrarios al aborto
Algunos se sienten resentidos con los inmigrantes ilegales, o los miran por encima del hombro o, sencillamente, no quieren saber nada de ellos. Una minor¨ªa significativa ¡ªentre el 25% y el 30%, seg¨²n la mayor¨ªa de los c¨¢lculos¡ª est¨¢ a favor de las leyes republicanas sobre las armas y son contrarios al aborto.
En Delano conoc¨ª a una joven de 18 a?os llamada Rufina Garc¨ªa. Lleva viviendo en Estados Unidos desde que ten¨ªa un a?o y medio. Sus padres eran mixtecos, y la trajeron con ellos desde el pueblo de Putla, en Oaxaca. Los dos trabajaban en el campo. Se trasladaban de un lado a otro seg¨²n las cosechas, recogiendo cerezas, uvas, mandarinas y naranjas. A lo largo de sus 16 a?os y medio en Estados Unidos tuvieron otros cinco hijos, todos nacidos en el valle de San Joaqu¨ªn.
Durante varios meses estuvieron notando que los agentes del ICE merodeaban a su alrededor, siguiendo la pista de sus movimientos. Se presentaban en el aparcamiento del edificio donde viv¨ªan, o en el colegio de los ni?os, o los segu¨ªan en coche para hacerles saber que los hab¨ªan se?alado y estaban siendo vigilados. Ni Rufina ni sus padres se explicaban la raz¨®n. La migra sol¨ªa seguir a personas con antecedentes policiales. ¡°Mi hermano se hizo experto en detectarlos mientras mi padre iba conduciendo¡±, recuerda mi interlocutora. ¡°Los coches sin identificaci¨®n se pueden reconocer por el n¨²mero de matr¨ªcula. Mi padre estaba muy nervioso. Sab¨ªa lo que pod¨ªan hacernos. Pod¨ªan quitarnos todo. No hac¨ªa m¨¢s que preguntarme por qu¨¦ a nosotros¡±.
A las seis de la ma?ana del 13 de marzo, sus padres llevaron a la hermana de Rufina al instituto Robert F. Kennedy para el entrenamiento de atletismo de primera hora. Mientras se alejaban en coche, los agentes que los hab¨ªan seguido desde que salieron de casa encendieron las luces de emergencia para indicarles que se desviaran hacia el arc¨¦n. Santos, padre de Rufina, obedeci¨®, pero cuando los polic¨ªas se acercaron al veh¨ªculo, sinti¨® p¨¢nico y pis¨® el acelerador. Los agentes se lanzaron tras ¨¦l a toda velocidad. Santos choc¨® con un poste de la luz. ?l y Marcelina, madre de Rufina, murieron.
Al final result¨® que los polic¨ªas hab¨ªan confundido a Santos con su hermano Celestino, al que pretend¨ªan deportar por una denuncia de conducci¨®n bajo los efectos del alcohol de 2013. La denuncia no iba acompa?ada de cargos por conducci¨®n temeraria, y se hab¨ªa resuelto satisfactoriamente en los tribunales. Las muertes movilizaron a los trabajadores agr¨ªcolas del valle, que no vieron el suceso como un mero accidente, sino como el resultado natural de las experiencias que todos ellos viv¨ªan, de una manera u otra, bajo la vigilancia de la migra. Centenares de personas asistieron al funeral. Las c¨¢maras y los equipos de televisi¨®n se lanzaron en picado sobre la ceremonia. Arturo Rodr¨ªguez, el paternal presidente del UFW, hizo acto de presencia, y el funeral adopt¨® un aire de t¨ªmida manifestaci¨®n.
Poco despu¨¦s del funeral, los agentes del ICE hicieron un despliegue de m¨²ltiples veh¨ªculos para rodear a Celestino en su casa y llev¨¢rselo como si fuese un peligroso criminal. El mexicano fue deportado de inmediato, dejando atr¨¢s a su esposa y a sus cuatro hijos, dos de los cuales son ciudadanos estado?unidenses. Firm¨® bajo coerci¨®n sus documentos de deportaci¨®n, lo que supone ser expulsado de Estados Unidos sin audiencia y sin posibilidad de volver nunca m¨¢s. Su sobrina piensa que el Servicio de Inmigraci¨®n y Aduanas mont¨® el espect¨¢culo de su arresto porque Celestino hab¨ªa concedido entrevistas a la prensa para hablar del accidente y el coste que hab¨ªa tenido para la familia. ¡°Nos daba ayuda emocional¡±, recuerda. ¡°Para mi padre, ¨¦l era como un hijo. Mi padre lo crio¡±.
Ahora Rufina ¡ªuna de los denominados dreamers, en situaci¨®n ilegal y con el programa Acci¨®n Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en ingl¨¦s) en un limbo judicial¡ª tiene que cuidar de s¨ª misma, de sus cinco hermanos, el menor de los cuales tiene ocho a?os, y de William, su hijito de un mes. Su mirada era opaca e irremediablemente triste. Me dio la sensaci¨®n de que viv¨ªa en dos mundos: uno en el que convers¨¢bamos tranquilamente, y el otro un mundo de pesadilla del que, aparentemente, era incapaz de escapar o le resultaba imposible entender.
Quer¨ªa que viese el santuario dedicado a sus padres junto a la carretera, cerca del lugar donde murieron. Por el camino pasamos por Forty Acres, la polvorienta parcela en la que estaba la gasolinera en la que, en 1968, C¨¦sar Ch¨¢vez protagoniz¨® una huelga de hambre durante 45 d¨ªas para llamar la atenci¨®n sobre la huelga contra Giumarra Brothers, el mayor productor de uva de mesa del valle. Robert Kennedy fue a verlo el d¨ªa que abandon¨® el ayuno, lo cual convirti¨® a Ch¨¢vez en un personaje famoso y dio a conocer a todo el pa¨ªs las tribulaciones de los trabajadores del campo. En 1970, tras la victoria de los huelguistas con la ayuda de un boicoteo nacional a la uva, hab¨ªa en torno a 70.000 vendimiadores sindicados.
La migra, la polic¨ªa antiinmigrantes, acos¨® y persigui¨® a Santos y Marcelina, padres de Rufina. Se asustaron y huyeron. Su coche choc¨® contra un poste. Ambos murieron
El santuario dedicado a los padres de Rufina se encuentra en una sofocante carretera de dos carriles, cerca del desv¨ªo que lleva a la c¨¢rcel de North Kern. A trav¨¦s del calor pod¨ªamos ver la prisi¨®n, rodeada por brillantes espirales de concertina. ¡°Establecimiento penitenciario. No recoger autoestopistas¡±, dice una se?al a uno de los lados de la carretera. En el lado opuesto hay otra c¨¢rcel, esta para mujeres. Las grabaciones de las c¨¢maras de seguridad de ambas prisiones, en las que se ve a los agentes del ICE conduciendo a toda velocidad por la calzada vac¨ªa detr¨¢s de Santos y Marcelina, indican que mintieron cuando declararon a la polic¨ªa de Delano que no los hab¨ªan perseguido, pero no fueron procesados. Una mujer que se dirig¨ªa a su trabajo en la c¨¢rcel se par¨® y sostuvo la mano de Marcelina a trav¨¦s de la ventanilla del coche volcado mientras mor¨ªa. Los agentes aparcaron a unos 400 metros y no ofrecieron su ayuda. A los 40 minutos lleg¨® una ambulancia.
El santuario narra la historia de la vida de los padres de Rufina. Hay flores, una lata de t¨¦ fr¨ªo Arizona, un florero rosa, un crucifijo y una imagen de la Virgen de Guadalupe, una botella de salsa picante, un viejo faro de coche, una maceta con tierra negra y una lata de cerveza Tecate. Rufina me llama la atenci¨®n sobre una vela que alguien ha puesto desde su ¨²ltima visita. Parec¨ªa que le serv¨ªa de consuelo. La joven cree en la presencia invisible de los muertos. Me explic¨® que las c¨¢scaras de huevo que hab¨ªa por el suelo las hab¨ªan esparcido personas que tem¨ªan que les pasase lo mismo que a los padres de ella. Con voz seria, como para asegurarse de que no hubiese malen?tendidos, a?adi¨®: ¡°Dijeron que hab¨ªa sido culpa de mis padres por asustarse y salir huyendo. Pero no lo fue. Lo ¨²nico que hac¨ªan era ir a trabajar¡±. Un portavoz del ICE responsabiliz¨® de las muertes a la legislaci¨®n californiana que protege a los emigrantes ilegales y ¡°ha obligado al servicio a salir de las c¨¢rceles y a nuestros agentes a llevar a cabo su misi¨®n en las calles, lo cual ha aumentado los riesgos para las fuerzas de seguridad y para la ciudadan¨ªa. Asimismo, aumenta la probabilidad de que el servicio se tropiece con extranjeros ilegales que hasta entonces no ten¨ªamos en nuestro radar¡±.
La campa?a de mano dura del ICE es tan solo uno de los aspectos de un plan para deportar a todos los mexicanos indocumentados que ocupan las categor¨ªas inferiores del mercado laboral y acabar por completo con las nuevas llegadas desde el sur de la frontera. En el Congreso hay en marcha una iniciativa para sustituir a estos obreros por un amplio programa de ¡°trabajadores invitados¡±.
Con la legislaci¨®n actual, pensada para hacer frente a situaciones de emergencia debida a la escasez de mano de obra, los trabajadores invitados salen caros. Los empresarios tienen que pagarles el viaje de ida y vuelta a su pa¨ªs de origen y proporcionarles alojamiento mientras dure el contrato, que no puede ser superior a un a?o. La normativa est¨¢ dise?ada para disuadir a las empresas de la idea de hacerse con un sobrante de mano de obra por el procedimiento de importar un n¨²mero ilimitado de mexicanos y bajar los salarios de los que ya viven en Estados Unidos, como hicieron los productores entre 1942 y 1964, mientras dur¨® el Programa Bracero, en respuesta a la falta de trabajadores agr¨ªcolas durante la Segunda Guerra Mundial.
En las condiciones actuales, la escasez de mano de obra ha alcanzado unas proporciones desconocidas al menos en los ¨²ltimos 90 a?os. En consecuencia, los productores han arrancado los cultivos que necesitan m¨¢s trabajo manual, como las vides de uva de mesa, y han plantado almendros, para los que no hace falta tanto. Los precios de la vivienda, sobre todo en la zona costera del valle, hacen a¨²n m¨¢s dif¨ªcil atraer y conservar a los trabajadores. En los ¨²ltimos a?os, millones de d¨®lares en cosechas no recogidas se han enterrado o se han dejado pudrir en el campo.?
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