Ya es momento de que se supriman las acreditaciones
El exrector de la Universidad Complutense de Madrid propone replantear el sistema de la Aneca
En estos d¨ªas EL PA?S ha publicado varias noticias acerca de investigadores, con reconocimientos internacionales, que han sido ¡°expulsados¡± de nuestro sistema universitario al no haber obtenido la acreditaci¨®n por la ANECA para poder concurrir a las plazas previstas en nuestro sistema universitario: los llamados ¡°anecados¡±. Al hilo de ello puede ser un buen momento para hacer una reflexi¨®n sobre nuestro sistema de acceso al profesorado universitario y en particular sobre el sentido y oportunidad de dichas acreditaciones. Vaya por delante que mi opini¨®n (creo que no aislada) es que ya es momento de que se supriman, porque est¨¢n causando m¨¢s da?os que beneficios. Y tambi¨¦n que estas l¨ªneas no pretenden ser una cr¨ªtica a las personas que trabajan en la ANECA y que estoy seguro de que intentan cumplir su funci¨®n de acuerdo con los criterios establecidos, sino al sistema mismo.
La regulaci¨®n actual de acceso al profesorado proviene de la LOMLOU y su desarrollo posterior, donde se definen la diferentes figuras (laborales y funcionarios), as¨ª como la obligatoriedad de las acreditaciones previas por la ANECA o las agencias auton¨®micas reconocidas para concurrir a las mismas. Esta obligatoriedad de acreditaci¨®n externa no existe en casi ning¨²n pa¨ªs de nuestro entorno y supone un reconocimiento impl¨ªcito de la incapacidad de (y la desconfianza en) las universidades para seleccionar cabalmente a su profesorado con calidad y se plantea tambi¨¦n como un modo de combatir la tan manoseada endogamia universitaria. Y como toda norma nacida desde la desconfianza provoca efectos indeseados y perniciosos. Veamos algunos de ellos:
En primer lugar, conduce a una estandarizaci¨®n del profesorado universitario. Para conseguir la acreditaci¨®n uno debe ajustarse a una m¨¦trica: tantos puntos de aqu¨ª, otros tantos de all¨¢, tener un n¨²mero de art¨ªculos, haber realizado determinadas actividades docentes o de gesti¨®n, etc. Todo muy sensato, si no fuera porque est¨¢ suponiendo el sacrificio de las trayectorias, a menudo muy brillantes, que no se ajustan a esta din¨¢mica. Por ejemplo, investigadores espa?oles que hayan partido al extranjero para estancias posdoctorales tienen muy dif¨ªcil su acreditaci¨®n para las figuras establecidas. De ello hemos le¨ªdo varios ejemplos en estas p¨¢ginas en los ¨²ltimos d¨ªas. Pero adem¨¢s ha conducido (unido a otras causas como la crisis econ¨®mica y las restricciones en la reposici¨®n) a que la edad media en el acceso a las figuras de profesorado haya aumentado en unos 10 a?os: la de los Profesores Ayudantes Doctores (primera figura, aun no permanente, a la carrera universitaria) es de 39 a?os y el acceso a un puesto estable se sit¨²a en los 45, con sueldos nada competitivos. ?Realmente podemos as¨ª retener a nuestras mentes m¨¢s despiertas?.
En segundo lugar, parad¨®jicamente, ha conducido pr¨¢cticamente a la movilidad cero. Porque lo que es un requisito se transforma en un derecho. Si una agencia nacional certifica que cumplo los requisitos para pasar a la categor¨ªa ?C¨®mo es posible que mi propia universidad no reconozca lo que una agencia externa nacional ha certificado?
Por ¨²ltimo, hace a nuestras universidades poco competitivas a nivel internacional. El conocimiento, la investigaci¨®n no tienen fronteras y el mundo universitario es global. El nivel de internacionalizaci¨®n es uno de los ¨ªndices que se utilizan para medir la calidad de las universidades y la posici¨®n en los m¨²ltiples rankings que proliferan. Pero ?c¨®mo vamos a captar, si todas las figuras requieren de acreditaciones previas, a profesores de otros pa¨ªses que desconozcan (y no entiendan) estos requisitos, acostumbrados, como se hace en todo el mundo a mostrar, simple y llanamente, su curr¨ªculum?
Algunos se resisten a aceptarlo, pero mientras no confiemos en las Universidades y en su autonom¨ªa (reconocida nada menos que en nuestra Constituci¨®n), seguiremos poniendo parches al problema de selecci¨®n del profesorado, algo que se hace en todas las universidades del mundo con normalidad y sin aspavientos. El principio es simple: las Universidades son las primeras interesadas en elegir al mejor profesorado. Se juegan su prestigio y el cumplimiento de sus objetivos. Y hay que dar los pasos para que este principio funcione. Si no lo hace seguramente es porque no hay unos objetivos definidos y/o porque el incumplimiento de los mismos (y en particular la selecci¨®n inadecuada del profesorado) no tiene ninguna repercusi¨®n posterior. Y ah¨ª es donde hay que actuar.
Necesitamos redefinir tambi¨¦n las figuras de profesorado a la luz de la experiencia de estos a?os y la necesidad de internacionalizaci¨®n, algo en lo que me consta que ya se est¨¢ trabajando. En la direcci¨®n de simplificar y dar m¨¢s flexibilidad para que las universidades puedan hacer sus apuestas y se hagan responsables de sus decisiones. Por ejemplo, la UCM (y otras universidades), en los ¨²ltimos a?os, ha venido ofreciendo plazas estables a aquellos profesores que cuenten con un proyecto del European Research Council. No son las Universidades las que ponen impedimentos sino la regulaci¨®n externa. Quiz¨¢s sea el momento de replantearse si las acreditaciones externas siguen teniendo sentido.
Carlos Andradas es catedr¨¢tico de Universidad y ha sido rector de la Universidad Complutense de Madrid entre 2015 y 2019.
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