Dior reivindica la artesan¨ªa africana
En tiempos de la apropiaci¨®n cultural, Dior inicia un intercambio entre continentes que reivindica la industria y artesan¨ªa africanas y su capacidad para crear productos de lujo. Telas dise?adas y producidas en Costa de Marfil con una t¨¦cnica tradicional en v¨ªas de extinci¨®n protagonizan la nueva colecci¨®n Crucero de la maison. Viajamos hasta Marrakech para conocer esta iniciativa.
SUENAN LAS? flautas de pan y las cig¨¹e?as salen despedidas de sus nidos. Sobre el palacio El Badi ¡ªuna joya arquitect¨®nica del siglo XVI levantada en el coraz¨®n de Marrakech¡ª cae la noche y las l¨¢mparas de aceite que flotan sobre los aljibes titilan. La temperatura es ben¨¦vola. Sopla un leve viento que agita los naranjos y comienza el desfile. Ante un embriagado grupo de compradores, celebrities y periodistas internacionales, Dior presenta su colecci¨®n Crucero 2020, esa que llega a las tiendas entre el verano y el invierno y que, junto a complementos y cosm¨¦ticos, sustenta una marca que el a?o pasado factur¨® 46.800 millones de euros.
Fuera de El Badi, bulle esta ciudad marroqu¨ª de 1,5 millones de habitantes, con una industria tur¨ªstica en desarrollo constante, una pujante comunidad art¨ªstica y una renta per capita de unos 2.700 euros. Pero por una vez (y ojal¨¢ sirva de precedente) los muros del palacio separan dos universos muy lejanos, pero no completamente desconectados.
Maria Grazia Chiuri, directora creativa de Dior, ha decidido presentar su colecci¨®n en suelo africano no porque esta tenga una inspiraci¨®n ¨¦tnica ¡ªque no la tiene¡ª, ni para alimentar sus redes sociales con im¨¢genes de ensue?o ¡ªque tambi¨¦n¡ª, sino porque parte de sus prendas han sido dise?adas en ?frica y se fabricar¨¢n parcialmente en este continente.
En la colecci¨®n hay piezas creadas por el dise?ador Path¨¦¡¯O, famoso por firmar?las coloridas camisas de Nelson Mandela
La dise?adora italiana ha incluido entre sus propuestas abrigos de lana hervida y algod¨®n elaborados por la ONG de tejedoras marroqu¨ªes Sumano, un par de piezas de Path¨¦¡¯O ¡ªfamoso por firmar las coloridas camisas de Nelson Mandela¡ª y una serie de turbantes realizados a cuatro manos entre el sombrerero brit¨¢nico Stephen Jones ¡ªresponsable de los tocados de la maison desde hace d¨¦cadas¡ª y la creadora afrocaribe?a Martine Henry. Pero la joya de la corona de esta colecci¨®n son sin duda los tradicionales tejidos estampados con cera que Chiuri ha dise?ado en colaboraci¨®n con la f¨¢brica marfile?a Uniwax, una de las pocas que preservan esta compleja y rica forma de impresi¨®n original africana.
No es la primera vez que Dior se asocia con un productor de este continente. Desde 1951 hasta 1970 la firma marroqu¨ª Maison Joste fabric¨® y vendi¨® en Casablanca los dise?os de la francesa bajo la etiqueta Christian Dior-Joste-Exclusivit¨¦ au Maroc.
Con esta nueva colaboraci¨®n, la casa no busca mejorar su distribuci¨®n en ?frica, ¡°ni inspirarse en la est¨¦tica tradicional de la zona, sino reivindicar su industria y su artesan¨ªa y defender que aqu¨ª pueden hacerse productos de lujo¡±, resume la antrop¨®loga Anne Grosfilley, una de las mayores expertas mundiales en textiles de ese continente y asesora de la ense?a francesa en este significativo proyecto.
En su opini¨®n, ¡°lo que reviste m¨¢s inter¨¦s es que una firma como Dior ponga el foco global en el talento africano¡±, un t¨¦rmino siempre vago que en la pr¨¢ctica incluye a dise?adores como el sudafricano Thebe Magugu, la senegalesa Rama Diaw o la congole?a Adama Ndiaye, tan relevantes en este continente como invisibles para la industria occidental.
La dise?adora de Dior ha logrado evocar la est¨¦tica africana sin despertar el fantasma de la apropiaci¨®n cultural
Pero por alg¨²n sitio hay que empezar. As¨ª, el trabajo de Chiuri se integra, intencionadamente o no, en la variopinta y creciente bater¨ªa de iniciativas con las que el sector intenta redimirse de los pecados del pasado. Y que van desde Zara, con sus ambiciosas pol¨ªticas medioambientales, hasta Gucci, que acaba de nombrar a su primera directora global de diversidad, equidad e inclusi¨®n, Ren¨¦e Tirado. Todos ellos objetivos en los que la intenci¨®n no es lo que cuenta. Pero Chiuri lleva a gala el ser una de las pioneras en incorporar el compromiso social en su discurso creativo.
Cuando tom¨® las riendas de Dior hace ahora tres a?os decidi¨® convertir el mensaje feminista en la herramienta para articular conceptualmente su trabajo. Empez¨® estampando el t¨ªtulo del ensayo de Chimamanda Ngozi Adichie We Should All Be Feminists en una camisa y ha terminado homenajeando a las sufragistas. Sus detractores defienden que su aproximaci¨®n al feminismo es superficial y mercantilista, pero ni siquiera ellos pueden negar que, como poco en t¨¦rminos comerciales, de popularidad y relevancia medi¨¢tica, su estrategia ha demostrado ser eficaz.
¡°En la actualidad no es posible trabajar en la moda solo para hacer ropa bonita. Tienes que reflexionar acerca de lo que haces y por qu¨¦ lo haces¡±, explicaba la dise?adora a Sam Rogers, periodista de la edici¨®n brit¨¢nica de Vogue en Marrakech.
Con el evento celebrado en esta ciudad, la italiana volv¨ªa a pasar de la teor¨ªa a la pr¨¢ctica y consegu¨ªa evocar algunos de los c¨®digos est¨¦ticos m¨¢s representativos de ?frica sin despertar el fantasma de la apropiaci¨®n cultural. Ese que acecha cuando algunas marcas deciden inspirarse ¡ªo, en la mayor parte de los casos, malinterpretar¡ª ¡°elementos de otras culturas sin que ninguno de los beneficios derivados de utilizar esos productos o creaciones reviertan en la cultura o la comunidad en la que se han inspirado¡±, tal y como explica la antrop¨®loga Grosfilley.
El tejido estampado en cera ¡°es el ¨²nico que cualquier africano venga del pa¨ªs que venga interpreta como parte de su cultura¡±
El patrimonio artesanal, pict¨®rico o folcl¨®rico de otros pa¨ªses ha funcionado como motor creativo de la industria de la moda desde siempre. La prueba est¨¢ en Bambara, la m¨ªtica colecci¨®n que Yves Saint Laurent dedic¨® a ?frica en 1967 y en la que present¨® por primera vez la sahariana, una prenda que definir¨ªa su legado y revolucionar¨ªa el armario de la mujer occidental. ¡°Ese trabajo homenajeaba la belleza del continente y de sus mujeres porque fue uno de los primeros en contar con modelos negras. Constituye un gran primer paso para mostrar ?frica como un continente que admirar, pero solo un primer paso¡±, argumenta Grosfilley. Saint Laurent, que estuvo al frente de Dior entre 1957 y 1960, dise?¨® para la casa un abrigo de lana llamado Marrakech.
La antrop¨®loga no es partidaria de juzgar con criterios actuales las injerencias ¡ªm¨¢s o menos estereotipadas¡ª de los dise?adores del siglo XX en culturas ajenas. Tampoco otras m¨¢s recientes, como los trabajos que John Galliano firm¨® para Dior a principios de los dos mil con las indumentarias japonesas y egipcias como punto de partida; creaciones que todav¨ªa hoy sobresalen en el archivo de la maison por su teatralidad y opulencia.
A diferencia de entonces, nadie puede justificarse hoy argumentando que no es consciente de c¨®mo la falta de respeto a su identidad ofende a comunidades y pa¨ªses enteros. Hace tiempo que se lanz¨® la voz de alarma. Una de las primeras denuncias por apropiaci¨®n cultural fue la interpuesta en 2015 por la comunidad ind¨ªgena mixe de Santa Mar¨ªa Tlahuitoltepec (Oaxaca, M¨¦xico) contra Isabel Marant. Siendo su marca una de las m¨¢s copiadas por las firmas low cost, la francesa fue acusada de plagiar una serie de elementos gr¨¢ficos. Despu¨¦s, la pol¨¦mica salpicar¨ªa a una lista casi infinita de marcas: desde Chanel, que coron¨® con un tocado de plumas pseudoindio su desfile Par¨ªs-Dallas de 2014, hasta Givenchy, criticada un a?o despu¨¦s por versionar la est¨¦tica de las cholas mexicanas ignorando el verdadero significado de su rica ornamentaci¨®n.
Chiuri decidi¨®, en cambio, trabajar mano a mano con su fuente de inspiraci¨®n. El punto de partida de esta colecci¨®n fue el libro African Wax Printed Textiles, de Anne Grosfilley. La dise?adora qued¨® fascinada por los tejidos estampados en cera que, como explica la propia antrop¨®loga, constituyen uno de los pocos elementos que conectan todo el continente. ¡°Es el ¨²nico tejido que cualquier africano independientemente del pa¨ªs del que provenga puede interpretar como parte de su cultura¡±.
Y aunque tengan nombres distintos, transmiten el mismo significado de Argelia a Sud¨¢frica. ¡°Las mujeres viudas van de rojo. Y hay un estampado que se ponen cuando quieren contarle a todo el mundo que han tenido un buen a?o. Y otro, protagonizado por una flor, que llevan cuando est¨¢n enamoradas¡±, cuenta la antrop¨®loga.
Este tipo de estampado en cera hunde sus or¨ªgenes en la t¨¦cnica de te?ido indonesia conocida como batik, que fue industrializada en Europa en f¨¢bricas textiles holandesas. Tras la descolonizaci¨®n, comenzaron a instalarse en ?frica y el wax print fue tomando forma tal y como lo conocemos hoy. As¨ª que, en realidad, estos tejidos coloristas que el imaginario colectivo identifica con la moda tradicional africana tienen apenas 130 a?os de historia.
Con la llegada de procesos m¨¢s modernos y menos costosos, esta t¨¦cnica comenz¨® a languidecer y hoy ¡°solo el 5% de las telas consideradas africanas est¨¢n estampadas con cera. La mayor parte esconden procesos digitales¡±, explica Grosfilley.
¡°Estos dise?os han viajado literalmente a Europa, estableciendo una aut¨¦ntica conversaci¨®n entre continentes y artesanos¡±
Pero Chiuri quer¨ªa trabajar con la t¨¦cnica original, la ¨²nica que consigue que los tejidos no tengan anversos ni reversos ¡ª¡°que sean tan bellas por un lado como por otro¡±¡ª. As¨ª que viaj¨® a Abiy¨¢n, en Costa de Marfil, donde tiene su sede Uniwax, una de las ¨²ltimas f¨¢bricas que conservan este proceso y, junto a su equipo creativo, desarroll¨® motivos propios que estampar en cera. Tambi¨¦n utiliz¨® otros que ya exist¨ªan en el cat¨¢logo de Uniwax para plasmarlos en cachemira y jacquard en talleres de Lyon. ¡°Estos dise?os han viajado literalmente a Europa, estableciendo una aut¨¦ntica conversaci¨®n entre continentes, dise?adores y artesanos¡±, apunta Grosfilley.
El resultado de este di¨¢logo es una de las colecciones m¨¢s inspiradas que Chiuri ha entregado hasta la fecha, pero, sobre todo, un ejemplo de c¨®mo se pueden abrir caminos hacia la colaboraci¨®n ¡ªque no apropiaci¨®n¡ª cultural. Aunque, como en el caso de Yves Saint Laurent y su Bambara, sea solo un primer paso.?
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