Cuatro teor¨ªas sobre la barba de Pablo Casado
Hombre de mejillas rasuradas desde el inicio de su vida p¨²blica, el pol¨ªtico ha alterado notablemente su aspecto, rob¨¢ndole protagonismo a Isabel D¨ªaz Ayuso el d¨ªa de su toma de posesi¨®n
A fecha de publicaci¨®n de este art¨ªculo, y a pesar de las voces que vaticinaban su desaparici¨®n inmediata, la barba de Pablo Casado (Palencia, 1981) sigue ah¨ª. Y ya lleva camino de cumplir una semana a plena luz, despu¨¦s de que el presidente del Partido Popular le robara el protagonismo a Isabel D¨ªaz Ayuso el d¨ªa de su toma de posesi¨®n con una jugada digna de una estrella del viejo Hollywood.
Los golpes de efecto capilares, de Sans¨®n a Britney Spears, son fuente inagotable de conversaci¨®n y especulaciones, y en los ¨²ltimos d¨ªas se han sucedido los debates acerca de la oportunidad y el acierto de que Casado, hombre de mejillas rasuradas desde el inicio de su vida p¨²blica, se deje crecer una barba mediana, cuidada y que altera notablemente su aspecto.
A continuaci¨®n, cuatro teor¨ªas acerca de este cambio de imagen:
1. Casado llega tarde a la tendencia, pero llega
Xabi Alonso, Josep Guardiola, el grupo del rock Kings of Leon y el modelo del anuncio de Trivago inauguraron la d¨¦cada de 2010 con una obsesi¨®n capilar bien definida: la barba poblada como s¨ªmbolo de hombr¨ªa pero tambi¨¦n de cambio generacional. Con la crisis, los j¨®venes ya no quer¨ªan parecer afeitados ejecutivos de la city londinense sino artesanos, carpinteros, mec¨¢nicos o panaderos. La barba hipster lleg¨® en el mismo carromato retro del que se apearon, sucesivamente, las cervezas artesanas, las bicicletas de pi?¨®n fijo y los ukeleles. De ah¨ª pas¨® a la publicidad, de ah¨ª a la moda, a las estrellas del deporte y a los reality shows. Es decir, a todas partes. Y, adem¨¢s, para quedarse. Ahora que un par de generaciones de hombres ya no recuerdan su propio aspecto cuando no llevaban barba, Casado, con la proverbial clarividencia de los pol¨ªticos para enterarse de qu¨¦ va el mundo, podr¨ªa haberse dado cuenta de que con barba est¨¢ m¨¢s cool, m¨¢s moderno y menos r¨ªgido. ?Llega diez a?os tarde? Puede ser. ?Est¨¢ en su derecho de unirse a la tendencia cuando le parezca? Tambi¨¦n.
2. Abascal, Espinosa de los Monteros y El Cid
Hay un hermoso refr¨¢n did¨¢ctico que dice que ¡°cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar¡±, pero nadie dice que uno no pueda cargarse la mitad del refr¨¢n y concluir que, si tu vecino lleva barba, t¨² tambi¨¦n. Y los vecinos pol¨ªticos de Casado, en los ¨²ltimos tiempos, son varones de rostro hirsuto como Santiago Abascal e Iv¨¢n Espinosa de los Monteros, dos hombres para quienes la hombr¨ªa es ley (literalmente). No sabemos si las barbas de la ultraderecha descienden de la de Rodrigo D¨ªaz de Vivar (¡°?Dios, c¨®mo es bien barbado!¡±, aclama el narrador del Cantar de Mio Cid), pero ellos act¨²an como si as¨ª fuera, as¨ª que no hay que descartar que la barba de Casado sea un modo de alzar la voz y ponerse a la altura (capilar) de sus compa?eros de viaje en Andaluc¨ªa y Madrid.
3. Todo ha sido un error de previsi¨®n
En realidad, s¨ª hay una versi¨®n, algo pedestre, del asunto: seg¨²n public¨® El Confidencial, Casado se fue de vacaciones a ?vila, se olvid¨® la maquinilla, se dej¨® crecer la barba y viaj¨® a Madrid directamente sin pasar por casa, as¨ª que no tuvo tiempo de afeitarse. Pod¨ªa haberlo hecho justo antes de la toma de posesi¨®n de Ayuso, pero es de piel sensible y, como todo exbarbudo sabe, el hombre que se afeita tras varios d¨ªas sin hacerlo puede exponerse a una irritaci¨®n muy poco est¨¦tica. Vale, tiene sentido. Pero tambi¨¦n esta versi¨®n tiene puntos d¨¦biles. Por ejemplo, que ?vila no es Vanuatu, y hasta las gasolineras venden maquinillas desechables. O que hacen falta muchos d¨ªas para que una barba poco poblada como la del popular alcance la longitud que le hemos visto en p¨²blico.
4. Porque le apetece
Ya lo explicaba el antrop¨®logo Nicola Squicciarino en su ensayo El vestido habla (1986). Para entender por qu¨¦ el ser humano se viste, adorna y acicala, hay que atender a criterios de estatus (v¨¦ase el primer punto de este art¨ªculo), simb¨®licas (el segundo punto) y de adaptaci¨®n al entorno (el tercero), pero sin olvidarse de una necesidad tan imperiosa como las anteriores: el sentido l¨²dico. Es decir, el gusto por el cambio, por la experimentaci¨®n y por ese imponderable llamado ¡°verse guapo¡±. Cabe la posibilidad de que la barba de Casado simplemente sea la demostraci¨®n de que el presidente del Partido Popular, como ser humano, ha querido probar a llevar barba para ver qu¨¦ pasaba. Pero, como pol¨ªtico, no debe olvidar que la imagen es comunicaci¨®n, y que la comunicaci¨®n solo funciona si hay un receptor al otro lado. Y receptores, en cierto modo, somos todos los que seguimos pregunt¨¢ndonos en vano por qu¨¦ demonios Pablo Casado se ha dejado barba.
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