Derecho y rev¨¦s
Los partidos se est¨¢n dividiendo porque el programa de la independencia es inviable
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, abog¨® la pasada semana por la unidad de las fuerzas independentistas para perseverar en la estrategia de ¡°confrontaci¨®n¡± con el Estado. El llamamiento produjo el efecto contrario, al dejar a¨²n m¨¢s en evidencia la profunda divisi¨®n entre las fuerzas pol¨ªticas partidarias de la secesi¨®n de Catalu?a, as¨ª como entre estas y las organizaciones sociales de las que se han venido sirviendo para encuadrar a los ciudadanos. Gracias a su actividad, la Diada no ha sido durante los ¨²ltimos a?os una manifestaci¨®n a la que los ciudadanos acud¨ªan espont¨¢neamente en uso de sus derechos y libertades constitucionales, sino una coreograf¨ªa de masas independentistas en la que organizaciones como la ANC materializaban la apropiaci¨®n sectaria de una conmemoraci¨®n que es de todos los catalanes. Tambi¨¦n la demostraci¨®n de este a?o se ha planteado en estos t¨¦rminos, solo que los intereses de la ANC y el partido independentista ahora mayoritario, Esquerra Republicana, no son ya coincidentes.
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Para la presidencia de la Generalitat y las fuerzas pr¨®ximas al expresident Puigdemont, coincidentes con los planteamientos de la ANC y abiertamente enfrentadas a Esquerra, la inviabilidad del programa de la independencia es resultado de la divisi¨®n entre los partidos; la realidad es, sin embargo, la contraria, por m¨¢s que unos y otros sigan intentando disimularla bajo la propaganda: los partidos han acabado dividi¨¦ndose porque el programa de la independencia es inviable. Las diferencias que han aflorado entre antiguos aliados nada tienen que ver con las estrategias pol¨ªticas para alcanzar el objetivo final, sino con la disposici¨®n a sincerarse o no ante el electorado independentista reconociendo que ese objetivo es irrealizable. Tambi¨¦n con la degradaci¨®n de la relaci¨®n personal entre sus respectivos dirigentes, unos encarcelados y otros fugados.
Esquerra, con su l¨ªder a la espera de sentencia, parece dispuesta a llegar m¨¢s lejos en el reconocimiento en la inviabilidad de la independencia unilateral que Torra y sus mentores huidos en Waterloo, que no dudan en exhibirse celebrando liturgias adolescentes con almuerzos de confraternizaci¨®n al aire libre, con guitarras y c¨¢nticos patri¨®ticos mientras llaman a la confrontaci¨®n con el Estado. Salvo en el escarnio que supone para los dirigentes independentistas encarcelados, esta dualidad se reproduce en la Generalitat: mientras que Torra la considera un instrumento de agitaci¨®n, el vicepresident, Pere Aragon¨¨s, se inclina por gestionarla en el marco auton¨®mico.
Las fuerzas independentistas consideran que la sentencia que dictar¨¢ el tribunal que ha juzgado a los dirigentes del proc¨¦s ser¨¢ la ¨²ltima oportunidad para hacer que su programa, hoy minoritario, avance entre los ciudadanos de Catalu?a. Pero ni siquiera esta convicci¨®n les ha permitido acordar una posici¨®n unitaria: mientras que ERC sugiere convocar elecciones auton¨®micas porque le favorecen, los herederos de Converg¨¨ncia prefieren otra respuesta porque le perjudican. Lo llamativo no es la divisi¨®n de las fuerzas independentistas en v¨ªsperas de un hecho que ellas mismas consideran crucial, sino la de las fuerzas contrarias a la secesi¨®n. Tomando tambi¨¦n a su manera el derecho por el rev¨¦s, prefieren justificar el desacuerdo sobre Catalu?a recurriendo a especulaciones sobre los indultos que conceder¨¢ un Gobierno que quiz¨¢ no pueda constituirse antes que culminar el consenso que el independentismo les pone cada vez m¨¢s f¨¢cil.
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