Nuevo indigenismo institucional
De qu¨¦ sirve aseverar que se apoya a tal n¨²mero de comunidades ind¨ªgenas, si al mismo tiempo se aceita la maquinaria de Estado para despojar de sus tierras, por ejemplo, a las que se oponen al tren maya

Desde la toma de posesi¨®n del Z¨®calo de la Ciudad de M¨¦xico hasta la publicidad que ha celebrado su primer informe de Gobierno, la Administraci¨®n de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador ha puesto un ¨¦nfasis particular y evidentemente pol¨ªtico en las comunidades ind¨ªgenas.
Las cifras que durante el ¨²ltimo mes se han estado pregonando, como si se tratara de un triunfo gubernamental aquello que es una obligaci¨®n de Estado ¡ªm¨¢s a¨²n si hablamos de un Estado que durante m¨¢s de doscientos a?os ha utilizado lo ind¨ªgena para montar y reproducir su pel¨ªcula identitaria, en la cual hay, como m¨ªnimo, mexicanos e individuos a las puertas de la mexicanidad¡ª, aseguran que los programas y los apoyos sociales por fin han llegado ¡°a nueve de cada 10 comunidades ind¨ªgenas¡±.
Ahora bien, en el resto de las cifras que el Gobierno ha estado publicitando ¡ªmuchas de las cuales obvian, con un tono de paternalismo a?ejo y una estulticia que asusta, el abismo entre pol¨ªtica p¨²blica y apoyo¡ª, la unidad de medida es diferente: no se habla de comunidades sino de familias, hogares e individuos. Y esto, que tendr¨ªa que ser un triunfo para las comunidades ind¨ªgenas: ser tratadas, tal y como han demandado, como sujetos pol¨ªticos colectivos, para que, de una vez y para siempre, entre los programas gubernamentales y los individuos medie la figura de la comunidad como entidad de derecho p¨²blico, ha sido reconvertido, sin embargo, en una herramienta propagand¨ªstica, oportunista y reproductora de las falsedades que solo benefician a un nuevo indigenismo institucional, que bien podr¨ªa llamarse postindigenismo primorenista.
Y es que, aunque parecer¨ªan estarse reconociendo ciertas demandas hist¨®ricas, plasmadas, por ejemplo, en los Acuerdos de San Andr¨¦s: ¡°Las comunidades ind¨ªgenas como entidades de derecho p¨²blico y los municipios que reconozcan su pertenencia a un pueblo ind¨ªgena tendr¨¢n la facultad de asociarse libremente a fin de coordinar sus acciones¡±, o: ¡°Las autoridades competentes realizar¨¢n la transferencia ordenada y paulatina de recursos, para que ellos mismos administren los fondos p¨²blicos que se les asignen¡±, lo que en realidad se est¨¢ haciendo es utilizar estos reclamos hist¨®ricos para darle una nueva vuelta al racismo de Estado. As¨ª, lo que antes era un sujeto cultural individual que reclamaba devenir sujeto colectivo pero no solo cultural sino tambi¨¦n pol¨ªtico, ha sido reconvertido en un sujeto colectivo pero solo cultural, es decir, no pol¨ªtico ¡ªle pido al lector que en este momento haga una pausa y recuerde aquella ceremonia que sin ning¨²n tipo de pudor, mientras una Senadora de la Rep¨²blica bailaba consigo misma o con alg¨²n esp¨ªritu desafortunado al fondo del escenario, se llev¨® a cabo sobre la plancha del Z¨®calo el d¨ªa de la toma de posesi¨®n que mencionara al inicio de este art¨ªculo¡ª.
Estamos ante un asunto complicado y sumamente grave, por varios motivos, algunos de los cuales tratar¨¦ de se?alar: al neg¨¢rseles la condici¨®n pol¨ªtica y reconoc¨¦rseles tan solo la cultural, las comunidades ind¨ªgenas pierden toda posibilidad de incidir en la forma en que sucede la vinculaci¨®n entre ellas y el Estado; al reducirlos a meros sujetos culturales, el principio que buscaba evitar el clientelismo tambi¨¦n se reconvierte, como por acto de magia, en un principio que permite que las pol¨ªticas publicas no solo no sean el resultado de una interlocuci¨®n entre comunidades y Gobiernos, sino que adem¨¢s sean la mejor forma de ocultar los indicadores reales de bienestar bajo la evaluaci¨®n de resultados; al ocultar los indicadores reales de bienestar, lo que queda es tan solo una fotograf¨ªa, una imagen que, por supuesto, debe verse bien en pantalla o en un mitin pol¨ªtico, una frase sin contenido ninguno que lo ¨²nico que busca es reducirlo todo, otra vez, a las cifras ¡ªaunque lo que se cuente sean entonces comunidades y no individuos¡ª, y, claro, al reducir a las comunidades a cifras, lo que se hace es que sus derechos sean reconocidos ¨²nicamente en el discurso y nunca en la pr¨¢ctica ¡ªde qu¨¦ sirve, por ejemplo, aseverar que se apoya a tal n¨²mero de comunidades, si al mismo tiempo se aceita la maquinaria de Estado para despojar de sus bosques, aguas y tierras, por ejemplo, a las que se oponen al tren maya o al corredor interoce¨¢nico en el Istmo¡ª.
Lo m¨¢s complejo y lo m¨¢s peligroso, sin embargo, est¨¢ a¨²n m¨¢s all¨¢ de lo que he mencionado: obviemos las contradicciones, las traiciones y las reconversiones que han llevado al actual Gobierno a contar como beneficiarias de sus programas a esas nueve comunidades bienaventuradas y hablemos de esas otras comunidades que no fueron invitadas a la fiesta, es decir, de las comunidades n¨²mero 10. Porque ac¨¢ est¨¢ lo m¨¢s alarmante: ?cu¨¢les son las razones por las que una comunidad no recibe, ni siquiera con el formato actual, los apoyos? Se pueden arg¨¹ir razones geogr¨¢ficas, log¨ªsticas, pr¨¢cticas, de austeridad y hasta de voluntariedad, pero la verdad es que la ¨²nica raz¨®n por la que hay comunidades que no son empotradas ni con calzador en estas cifras alegres es pol¨ªtica. Y es que tanto el Estado mexicano, de manera hist¨®rica, como los Gobiernos federal y estatales no han querido ni han podido entender nunca la relaci¨®n que los pueblos ind¨ªgenas demandan sostener con ellos.
?Por qu¨¦? Porque la l¨®gica pol¨ªtica, social y econ¨®mica es radicalmente distinta: de un lado, la vida la rigen la voluntad de acumulaci¨®n y la voluntad de depredaci¨®n, del otro, la vida es regida por la voluntad de socializaci¨®n y la voluntad de conservaci¨®n. Es esto lo que ha convertido a los pueblos ind¨ªgenas, adem¨¢s de ¡°en la negaci¨®n constante de M¨¦xico¡±, como dijera la ling¨¹ista y escritora Y¨¢snaya Aguilar hace unos d¨ªas en este diario, en el ¨²nico enemigo del Estado y de los Gobiernos, sean estos de un partido de derechas, de centro o de m¨¢s al centro, porque no dejan de ser, todos, personeros del sistema pol¨ªtico dominante, que no es otro que el capitalismo en su fase de m¨¢xima aceleraci¨®n pero, tambi¨¦n, de extinci¨®n en c¨¢mara lenta de todo aquello que no sea su s¨ª mismo.
?Qui¨¦nes m¨¢s, si no los pueblos ind¨ªgenas, se oponen a los mega proyectos extractivos que se multiplican a lo largo y ancho de nuestro territorio? ?Qui¨¦nes m¨¢s se ocupan de combatir fen¨®menos como el calentamiento global, el aplanamiento de las identidades culturales, el embudo que busca reducir los idiomas con los que habla nuestra especie y los preceptos que rezan que, entre nuestro pasado y nuestro futuro, solo es posible la historia? ?Qui¨¦nes m¨¢s, en suma, se oponen hoy a los poderes y discursos hegem¨®nicos?
En la fase actual, en la que el capitalismo se ha afianzado hasta como sistema pol¨ªtico y cultural, con el enemigo de cart¨®n, con el rival que finge ser enemigo durante su turno en la ronda, se finge conflicto. Pero al enemigo real, aqu¨¦l que no est¨¢ dispuesto a fingir ni a entrar en las rondas del juego, se le omite, desaparece o invisibiliza. Y no hay mejor forma de hacer esto que reduci¨¦ndolo a estad¨ªsticas, porque entonces no solo no est¨¢ sino que est¨¢ donde quer¨ªas que estuviera.
En los aviones, la primera clase est¨¢ dividida del resto de pasajeros por una cortina que impide que unos vean a los otros. La responsabilidad de un Gobierno no solo es mandar quitar esa cortina, sino mezclar a todos los pasajeros. Desgraciadamente, nuestro Gobierno ha decidido respetar esa cortina.
Peor a¨²n, ha decidido mandar poner a¨²n m¨¢s cortinas, disfrazadas de cifras para que no veamos ni qui¨¦nes somos ni c¨®mo son los dem¨¢s ni qu¨¦ podr¨ªamos ser juntos.
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