C¨®mo la canci¨®n de Isa Pantoja confirm¨® la muerte de la iron¨ªa en Espa?a
'Ahora estoy mejor' acumula casi un mill¨®n y medio de visionados en cuatro d¨ªas y ha sido la comidilla 'trash' del fin de semana, pero su propia existencia amenaza con el fin de este subg¨¦nero
Ahora estoy mejor, el debut musical electrolatino de ISA P (Mar¨ªa Isabel Pantoja Mart¨ªn, nacida en Cuzco, Per¨², en 1995), ha sido una de las comidillas de las redes y los bares todo el fin de semana. Desde el estreno del v¨ªdeo el pasado viernes en YouTube, el tema de la hija de Isabel Pantoja acumula un mill¨®n y medio de visionados y mucho comentario malicioso. En todos ellos destaca un sentir general: ¡°Solo he entrado aqu¨ª para leer los comentarios¡±.
En la nueva era de celebridades que se prestan sin rubor a saltar al circo para presumir no de que saben caminar sobre la cuerda sino para mostrar la gracia con la que se caen, est¨¢ triunfando el producto que solo miramos para saber lo que opinan los dem¨¢s
En la nueva era de celebridades que se prestan sin rubor a saltar al circo para presumir no de que saben caminar sobre la cuerda sino para mostrar la gracia con la que se caen, est¨¢ triunfando el producto que solo miramos para saber lo que opinan los dem¨¢s. Como cuando estamos viendo una comedia y no nos fijamos en la pantalla, sino en la cara de nuestro acompa?ante para ver c¨®mo se desencaja durante las escenas m¨¢s tronchantes.
Es complicad¨ªsimo encontrar un comentario positivo entre todos los de Ahora estoy mejor, casi ocho mil. Lo m¨¢s suave que se comenta sobre ISA P y su canci¨®n es que ya entienden el motivo de las inundaciones que asolan Espa?a estos d¨ªas. Y esto es as¨ª y absolutamente nadie se esperaba que fuese de otra manera porque en 2019 es enormemente habitual que alguien que canta mal y baila mal se preste a ser infame ya que no puede ser famoso.
Rastreando los or¨ªgenes de este fen¨®meno hay que ir a dos casos paradigm¨¢ticos: uno vivi¨® en Pensilvania en el siglo XIX, otro naci¨® en Santurce y marc¨®, culturalmente, el cambio de siglo en Espa?a.
Caso uno: Florence Foster Jenkins (Pensilvania, 1968 - Nueva York, 1944), ni?a rica y caprichosa que so?aba con ser cantante de ¨®pera aunque no tuviese absolutamente ning¨²n talento para ello. Jenkins us¨® la herencia de su padre, que muri¨® cuando ella era joven, para recibir clases de canto l¨ªrico en Nueva York. Nunca aprendi¨® a cantar, pero s¨ª a presentarse en escena: vestida con un traje de tul, una corona de oropel y alas con plumas con las que quer¨ªa parecer un ¨¢ngel (pero acababa pareciendo un pavo asado), acab¨® llenando el Carnegie Hall gracias a destrozar las arias m¨¢s queridas de la historia de la ¨®pera. La intelectualidad de Manhattan iba a verla en masa y agotaba las entradas de sus conciertos solo para re¨ªrse de ella. Y ella, mientras tanto, era feliz.
Pero la diferencia entre los cutres de nuevo sue?o y aquella Tamara o aquella Florence era que Tamara y Florence se lo cre¨ªan de verdad: hab¨ªa algo de verdad, de candidez e incluso de dolor en aquellas escenas de un p¨²blico muri¨¦ndose de risa
Caso dos: Mar¨ªa del Mar Cuena, alias Tamara, actualmente Yurena (Santurce, 1969). Fue un fen¨®meno de aquella televisi¨®n de principios de siglo capaz de llegar a unos l¨ªmites que incluso hoy, en la era de S¨¢lvame, nos parecer¨ªan excesivos. Pero visto hoy, aquello que se llam¨® el tamarismo y casi se convierte en corriente de la subcultura alucina por todo lo que tuvo de prof¨¦tico. Con Tamara vivimos el primer ejemplo de fama autocan¨ªbal: su estatus de celebridad se alimentaba de s¨ª mismo, aumentaba cada vez que aparec¨ªa por televisi¨®n y era m¨¢s grande y expansivo cuanto m¨¢s consumida y triste estaba ella. El p¨²blico la quer¨ªa ver sufrir.
Por otro lado, Tamara fue viral antes de que existiera lo viral: todo el mundo sab¨ªa quien era aunque no la hubiese visto, porque era la charla preferida de los bares: ¡°?Has visto a esa mujer que canta tan mal?¡±. ?ramos tan inocentes que nos parec¨ªa inaudito que un artista se hiciese famoso por hacer algo mal. Visto hoy, aquella reacci¨®n tan naif provoca hasta ternura.
Pero Espa?a ironiz¨® por encima de sus posibilidades. A rebufo de aquel fen¨®meno (que la propia Yurena dej¨® atr¨¢s y hoy ya no canta aquellas canciones y quiere llevar una vida tranquila como artista de la escena electr¨®nica y ocasional concursante de reality) surgieron muchos m¨¢s parecidos. A la cabeza de todos ellos, Leticia Sabater, musa oficial del trash ib¨¦rico con canciones como Mr. Policeman, La salchipapa o Toma pepinazo. Pero la diferencia entre los cutres de nuevo sue?o y aquella Tamara o aquella Florence era que Tamara y Florence se lo cre¨ªan de verdad: hab¨ªa algo de verdad, de candidez e incluso de dolor en aquellas escenas de un p¨²blico muri¨¦ndose de risa mientras alguien cantaba con verdadero convencimiento.
Hoy la iron¨ªa ha matado el fen¨®meno. Leticia Sabater lleva a?os haciendo canciones y v¨ªdeos para que nos riamos de ella, nada m¨¢s, y la magia ha muerto. El v¨ªdeo de ISA P, que no provoca ni una risotada pese al flagrante autotune y su coreograf¨ªa agarrotada, rubrica oficialmente el funeral de la iron¨ªa posmoderna en Espa?a.
No hace ni gracia, no deja una lectura sobre la fama que no hayamos visto ya y, con su ¨²nica voluntad de levantar comentarios despreciativos, convierte la fama instant¨¢nea en un terreno abonado para el odio y crea un precedente peligroso en el que los artistas sin talento ya no buscan ni siquiera la risa c¨®mplice, sino el insulto cruel. Ni esta chica ni nosotros nos lo merecemos.
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