M¨¦xico, ?una anomal¨ªa hist¨®rica?
El pa¨ªs es una sociedad moderna y sofisticada en sus zonas luminosas, pero vive una preocupante regresi¨®n por los hoyos negros que comienzan a expandirse sobre las ciudades
La inseguridad es una lacra en muchas sociedades, pero en M¨¦xico comienza a adquirir una dimensi¨®n absurda nunca antes vista en una sociedad occidental en la era moderna. Se trata de la econom¨ªa n¨²mero quince del mundo, pr¨¢cticamente similar a la de Espa?a, con un sistema pol¨ªtico estable desde hace casi un siglo y un Estado consolidado frente a la sociedad.
Y, no obstante, cada vez es m¨¢s alarmante la ausencia del Estado de derecho, la inseguridad en los caminos, las extorsiones generalizadas a los negocios y la p¨¦rdida de control pol¨ªtico en regiones cercanas al centro. Una situaci¨®n de desarticulaci¨®n territorial y pol¨ªtica que hace recordar al siglo XIX o a un pa¨ªs del continente africano que reci¨¦n se sacude el yugo colonial.
Lo extra?o es que el derrumbe del Estado frente a los poderes salvajes no es resultado de una guerra civil, o una guerra a secas, como podr¨ªa ser el caso de Siria o Afganist¨¢n y sin embargo mueren 90 personas al d¨ªa en ejecuciones y enfrentamientos y la tendencia sigue al alza. Tampoco es resultado de la inestabilidad pol¨ªtica, toda vez que desde hace treinta a?os los mexicanos han gestionado la sucesi¨®n del poder a trav¨¦s de procesos electorales sin violencia (no sin cuestionamientos graves, pero siempre en t¨¦rminos pac¨ªficos).
El desplome no es tampoco producto de una larga crisis econ¨®mica como podr¨ªa ser el caso de algunos pa¨ªses africanos o centroamericanos. Por el contrario, salvo en un par de a?os inusuales, el pa¨ªs ha crecido consistentemente aun cuando sea en t¨¦rminos moderados. El origen de la crisis no es una debacle econ¨®mica o pol¨ªtica o una devastaci¨®n originada por un desastre natural.
El c¨¢ncer convertido en met¨¢stasis parecer¨ªa ser el resultado de una mezcla de circunstancias estructurales y coyunturales. Por un lado, el vac¨ªo de poder que cre¨® el debilitamiento del presidencialismo a partir de los a?os noventa sin llevar aparejada la construcci¨®n de un entramado de instituciones capaz de regular a los poderes reales. En la periferia este vac¨ªo fue ocupado por organizaciones criminales, originalmente dedicadas a la producci¨®n y trasiego de drogas, que con los a?os desbordaron sus territorios y se hicieron imbatibles. Y justamente all¨ª reside la otra parte de la explicaci¨®n, los factores coyunturales: errores y negligencia de los gobernantes. Encandilados por la fusi¨®n econ¨®mica con Estados Unidos, producto del Tratado de Libre Comercio, se concentraron exclusivamente en las zonas y territorios susceptibles de vincularse al primer mundo. Y, por otro lado, nunca se atrevieron a sanear el sistema de justicia e introducir un Estado de derecho, entre otras cosas porque afectaba los intereses de grupo enfocados en la corrupci¨®n imperante y en el enriquecimiento desmedido gracias a los privilegios y la ausencia de competencia entre la ¨¦lites empresariales. En ese caldo de cultivo (vac¨ªo de poder, abandono de las regiones y los sectores tradicionales, negligencia oficial) el crimen organizado adquiri¨® un poder imparable.
El hecho es que M¨¦xico es hoy una sociedad moderna y sofisticada en sus zonas luminosas, pero en preocupante regresi¨®n por los hoyos negros que comienzan a expandirse sobre las ciudades. Los ¨²ltimos gobiernos operaron sobre la l¨®gica de un pa¨ªs bipolar, concentr¨¢ndose b¨¢sicamente en el M¨¦xico emergido y de cara al mundo occidental, ignorando a las grandes mayor¨ªas y a las zonas atrasadas salvo para efectos de caridad social o clientelismo electoral. Como si los dos polos pudieran convivir indefinidamente sin tocarse o como si el M¨¦xico b¨¢rbaro y excluido terminar¨ªa por desaparecer mediante el simple expediente de negarlo.
Pero los problemas ignorados terminan por surgir de manera sorpresiva y agigantada. El crimen organizado y desorganizado sali¨® ya de ese M¨¦xico profundo y ha comenzado a vincular los dos mundos de la peor manera. Concesionarios de Ford y plantas industriales japonesas decididos a cerrar ante las amenazas de extorsi¨®n, hoteles y restaurantes incapaces de garantizar la seguridad de sus clientes; presidentes municipales subordinados al capo local; exportadores de Estados Unidos que lamentan la p¨¦rdida sistem¨¢tica de sus mercanc¨ªas en los asaltos a camiones y en el descarrilamiento de trenes de carga. Incluso la panificadora Bimbo, que se ufanaba de llegar a cualquiera rancher¨ªa del pa¨ªs, ha suspendido la distribuci¨®n en zonas de Acapulco por la violencia en contra de sus repartidores. Hace diez a?os los territorios salvajes eran la sierras inaccesibles y los desiertos. Hoy son Guanajuato, la frontera, Puebla o el transporte p¨²blico en el Estado de M¨¦xico.
La absurda escala que ha adquirido la inseguridad p¨²blica en M¨¦xico constituye una anomal¨ªa hist¨®rica. Las prohibici¨®n de la violencia impera en todas las sociedades, no pueden funcionar de otra manera; se supone que el proceso civilizatorio la erradicar¨ªa. ?C¨®mo responder a algo tan primitivo y arcaico que escapa a la l¨®gica , a la historia, al sentido com¨²n? ?C¨®mo llegamos a esto? O m¨¢s pertinente: ?c¨®mo salimos de esto?
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