Correcto o incorrecto: cuesti¨®n de estilo
De entre las opciones del idioma, cada cual escoge las suyas y conforma su manera de expresarse
El mundo de la ling¨¹¨ªstica acoge dos corrientes identificables. En una se encuadran los prescriptivistas, que indican c¨®mo se deber¨ªa hablar y escribir, partiendo de una id¨ªlica visi¨®n de la lengua. Sus cr¨ªticos los llaman ¡°puristas¡±. En el otro lado se engloban los descriptivistas, que se limitan a recoger la realidad del lenguaje, con sus evoluciones y sus involuciones, y a dar por v¨¢lido todo lo que sucede (con tal de que suceda). En su contra se ha utilizado el t¨¦rmino ¡°todovalistas¡±.
Si llev¨¢ramos estas dos corrientes al terreno del medio ambiente, los partidarios del prescriptivismo ser¨ªan ecologistas; y los descriptivistas ser¨ªan ec¨®logos. Los ec¨®logos describen c¨®mo un vertido de pl¨¢sticos alterar¨¢ la vida de una colonia de castores; y los ecologistas denuncian que los vertidos de pl¨¢sticos alteren la vida de los castores.
El ec¨®logo y el descriptivista ven el mundo seg¨²n es; el ecologista y el prescriptivista lo miran seg¨²n les gustar¨ªa que fuese.
Steven Pinker, reconocido psic¨®logo y ling¨¹ista canadiense, se declara encuadrado en el ¨¢mbito de los descriptivistas, pero acaba de publicar un libro indudablemente prescriptivo: El sentido del estilo (editorial Capit¨¢n Swing, 2019).
Como persona sensata, Pinker niega que exista una ¡°guerra ling¨¹¨ªstica¡± entre esas corrientes porque ¡°los gram¨¢ticos de una y otra tendencia se ocupan de cosas distintas¡± y porque ¡°no es verdad que si un tipo de gram¨¢ticos tiene raz¨®n, el otro est¨¦ equivocado¡±.
?Cu¨¢l es el territorio com¨²n entonces? A mi entender, el territorio com¨²n es el estilo. Y por eso el descriptivista Pinker, al hablar de estilo, se convierte en prescriptivista: ¡°No hay ninguna contradicci¨®n¡±, explica, ¡°entre el hecho de describir c¨®mo utiliza la gente el lenguaje y prescribir c¨®mo deber¨ªan utilizarlo si quisieran hacerlo con m¨¢s eficacia¡±. Ah¨ª ya no importan lo correcto o lo incorrecto, sino qu¨¦ se percibe como est¨¦tico, elegante, r¨ªtmico, eficaz; y qu¨¦ se ve como falto de rigor, desgarbado o de mal gusto.
Ruego disculpen el ejemplo que expongo ahora: La palabra ¡°mierda¡± es correcta, siempre que se escriba y se pronuncie bien. Pero a mucha gente le parecer¨ªa incorrecto que se escribiese en un diario ¡°el Gobierno tom¨® ayer una decisi¨®n de mierda¡±.
Ante la reprimenda de un editor, el columnista que hubiera usado ¡°mierda¡± no deber¨ªa contestar ¡°est¨¢ en el Diccionario¡±; o ¡°eso lo dice mucha gente¡±.
En el terreno del estilo (individual o colectivo), cada cual decide qu¨¦ le gusta; qu¨¦ conserva y qu¨¦ desecha, si usa anglicismos o los evita. De entre todas las opciones que ofrece la lengua, cada cual escoge unas en concreto y conforma as¨ª su manera de expresarse; y rechaza otras por criterios est¨¦ticos, etimol¨®gicos o simplemente subjetivos.
La citada obra de Pinker coincide en muchos aspectos con los manuales de estilo: censura las construcciones tortuosas, la jerga profesional, las discordancias verbales o esos grupos de palabras cuya funci¨®n se tarda en descubrir porque el verbo que las explica se halla muy lejos de ellas.
Ahora bien, las gu¨ªas de estilo (y el propio libro de Pinker) se muestran prescriptivas porque se dirigen a escritores, periodistas o personas en general que aceptan la autoridad o el criterio de la entidad editora; es decir, que siguen esas recomendaciones porque creen, como el autor canadiense, que ¡°el estilo embellece el mundo¡±. El resto de la gente puede decir ¡°mierda¡± cuando quiera.
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