Todo va ¡°magn¨ªficamente¡± mal
Hay un extra?o silencio sobre el futuro de las ciudades costeraspor el aumento del nivel del mar a causa del calentamiento global.
UNA DE LAS PEORES consecuencias del calentamiento global es que nuestra mente se acostumbre. Asuma los efectos del cambio clim¨¢tico como algo inevitable. Que la anormalidad sea normal. Que se oculte con cart¨®n piedra la cat¨¢strofe que ya acecha en la l¨ªnea del horizonte, como en el verso prof¨¦tico de John Keats: ¡°Dulces prados, con llamas ocultas en su verde¡±. O que la industria de la estupidez lo banalice todo como un parque tem¨¢tico del apocalipsis o con visitas tur¨ªsticas a los infiernos.
El conformismo fatalista, en lo personal, puede ser explicable por un sentimiento de impotencia ante la magnitud del problema. ?Qu¨¦ podemos hacer nosotros?, se pregunta mucha gente. Desconectar del peligro es tambi¨¦n una forma de supervivencia. Nuestra mente no soportar¨ªa estar angustiada 24 horas. Otra versi¨®n del conformismo fatalista es lo que podr¨ªamos denominar una culpabilidad difusa, esa idea que se nos inculca a la manera cat¨®lica del ¡°pecado original¡± en la infancia: ¡°?Todos somos culpables!¡±.
No, no todos somos culpables. No todos somos ¡°igual¡± de culpables. Para empezar, no es lo mismo tener conciencia de esta crisis planetaria que mirar hacia otro lado. O peor todav¨ªa, negarla. Es verdad que hay mucha hipocres¨ªa en los discursos, y que abunda la pol¨ªtica ecologista de boquilla, y lo verde como imagen, con mucha propaganda y pocas nueces. Pero el negacionismo deber¨ªa ser considerado delito, con un tribunal internacional que juzgase los ecocidios, los cr¨ªmenes que est¨¢n violando la tierra y destruyendo el hogar de todos. Negar la evidencia no es cosa de cuatro chalados, sino, en no pocos casos, de personas influyentes con la obligaci¨®n de estar informadas, pero que recuerdan al Mefist¨®feles de Fausto: ¡°?Ah, todo va magn¨ªficamente mal sobre la tierra!¡±. Esos negacionistas poderosos, mandatarios y magnates, est¨¢n haci¨¦ndonos perder un tiempo precioso, desandando los t¨ªmidos y laboriosos acuerdos, jugando con el planeta como malabaristas enloquecidos. Hasta ese grandull¨®n que resulta ser presidente de Estados Unidos hace chistes bobos sobre la peque?a Greta. El humor est¨¢ bien, pero en caso de incendio o inundaci¨®n, lo prioritario, sobre todo para un presidente que echa humo por la cabeza, ser¨ªa llamar a los bomberos. Trump es el paradigma m¨¢s grosero del negacionismo, pero tambi¨¦n tenemos por Espa?a, y algunos con mando en plaza, a entusiastas disc¨ªpulos de Mefist¨®feles.
Este octubre fue un buen mes para Mefist¨®feles, y p¨¦simo para la vida en el planeta. Todo va, s¨ª, ¡°magn¨ªficamente mal¡±. Entre otras alarmas, hemos conocido dos noticias tan estremecedoras como simb¨®licas. El calentamiento global ha hecho acto de presencia en el Mont Blanc. El glaciar Planpincieux, en la frontera de Suiza, Italia y Francia, a 4.000 metros de altura, es ya un ¡°gigante agrietado¡±. A muchos kil¨®metros de all¨ª, en la Micronesia, en el oc¨¦ano Pac¨ªfico, el Parlamento de la Rep¨²blica de las Islas Marshall aprob¨® una resoluci¨®n para declarar ¡°la crisis clim¨¢tica en el ¨¢mbito nacional¡±. El crecimiento del nivel del mar ha multiplicado el riesgo de inundaciones y amenaza con el ¡°ahogamiento¡± del propio archipi¨¦lago, donde viven alrededor de 54.000 personas. La presidenta, Hilda Heine, responsabiliza de esta situaci¨®n l¨ªmite a la comunidad internacional por su inacci¨®n.
¡°Que el mar se volver¨¢ mort¨ªfero se da por descontado¡±, advierte David Wallace-Wells en El planeta inh¨®spito, un libro-informe imprescindible. ¡°Salvo que se redujesen las emisiones, a finales del siglo podr¨ªamos tener al menos 1,2 metros de subida del nivel del mar, y posiblemente hasta 2,4 metros¡±. Sin ir m¨¢s lejos, pensemos lo que esto significar¨¢ en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Ciudades como M¨¢laga, Barcelona, Santander, A Coru?a o Lisboa sufrir¨¢n en el futuro graves inundaciones y una gran parte de la costa quedar¨¢ ¡°ahogada¡±. No entiendo por qu¨¦ esta previsible cat¨¢strofe no forma parte de la conversaci¨®n, ni en las instituciones ni en los medios de comunicaci¨®n. No entiendo este extra?o silencio selectivo, en medio de tanta ch¨¢chara. ?Es por desconocimiento o es gran tab¨²? En algunas de las ciudades citadas, siguen haci¨¦ndose planes para urbanizar las zonas portuarias.
Es un mismo grito, el del glaciar del Mont Blanc y el de las islas Marshall. Pero no hay escucha. Quienes tendr¨ªan que declarar sin demora el ¡°estado de emergencia clim¨¢tica¡± en el mundo est¨¢n a lo suyo. Solo escuchan a la maquinaria pesada. Ojal¨¢ la gente joven, inundando las calles, no les deje dormir.?
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