?Qui¨¦nes hemos ganado?
La estrategia del grueso de la clase dirigente catalana en el proc¨¦s ha consistido en apostar a la vez a blanco y a negro. Y en lugar de ganar todos, todos hemos perdido.
SUELE ATRIBUIRSE A P¨ªo Cabanillas, ministro de Informaci¨®n y Turismo en el ¨²ltimo Gobierno de Franco y ministro de casi todo en los primeros Gobiernos de la democracia, una frase inmarcesible pronunciada en una noche electoral: ¡°?Qui¨¦nes hemos ganado?¡±. Nadie sabe a ciencia cierta, sin embargo, qui¨¦n la pronunci¨®; de hecho, bien pudo ser otro presocr¨¢tico, tipo Rodolfo Mart¨ªn Villa, a quien se atribuye otra frase no menos memorable: ¡°?Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!¡±. Sea como sea, una cosa es segura: ambas sentencias, que Maquiavelo aplaudir¨ªa a rabiar, valen por sendos tratados pol¨ªtico-morales.
Deteng¨¢monos en la primera. A veces oigo decir que el proc¨¦s no ha producido nada bueno. Se trata de una calumnia. Es verdad que, para algunos catalanes, el proc¨¦s es una de las peores cosas que nos ha pasado en la vida; pero, como no hay nada tan malo que no contenga algo bueno, tambi¨¦n es verdad que nos ha deparado el privilegio de presenciar un espect¨¢culo humano ¨²nico, al que hasta entonces s¨®lo hab¨ªamos tenido acceso a trav¨¦s de la literatura y el cine. Es, supongo, lo que ocurre siempre con los grandes sacudones de la historia: que nos revelan la pasta con la que estamos amasados y, m¨¢s temprano que tarde, fuerzan a cada uno a dar la medida real de s¨ª mismo. En este caso, como quiz¨¢ en todos, lo que hemos visto ha sido impresionante. ¡°?El m¨®n ens mira!¡± fue uno de los lemas del proc¨¦s, y yo, cada vez que lo o¨ªa, pensaba tres cosas: la primera es que m¨¢s nos hab¨ªa mirado el mundo entre 1936 y 1939; la segunda es que, aunque ese lema fuera est¨²pidamente fr¨ªvolo, por una vez no era tambi¨¦n, por desgracia, un alarde de megaloman¨ªa narcisista; y la tercera es que, ya que el mundo nos miraba, ojal¨¢ no viera lo que de verdad est¨¢bamos haciendo. Porque es cierto que en estos a?os hemos dado lecciones inolvidables, solo que han sido lecciones de mendacidad, de corrupci¨®n, de memez y de cursiler¨ªa; tambi¨¦n de cinismo. ?ste ha imperado entre una parte fundamental de la clase dirigente catalana, desde algunos grandes empresarios hasta eso que antes llam¨¢bamos intelectuales. Los primeros lanzaron el proc¨¦s como un tren con el que atravesar a toda m¨¢quina la crisis econ¨®mica, apoltronados en un vag¨®n de primera, hasta que, cuando el convoy se les fue de las manos porque el maquinista que hab¨ªan contratado puso en su lugar a un descerebrado, tuvieron que cambiar de estrategia apostando a Dios y al diablo: con una mano pactaron con el Rey la salida de Catalu?a de sus empresas, para bajarse en marcha del tren, y con la otra siguieron financiando organizaciones y peri¨®dicos que a?ad¨ªan carburante a la locomotora suicida. En cuanto a los intelectuales, hemos batido r¨¦cords de doblez y cobard¨ªa. Como se sabe, casi toda la izquierda catalana considera un error el antiseparatismo. No importa que el separatismo sea, adem¨¢s de flagrantemente antidemocr¨¢tico, profundamente reaccionario; lo que importa es que el PP y Ciudadanos est¨¢n contra ¨¦l (como el PP y Cs afirman que la tierra es redonda, pronto los buenos progresistas tendremos que afirmar que es plana). As¨ª que, para no ser confundidos con la derecha, abundan los intelectuales que, a menudo envueltos en falsas y santurronas apelaciones al di¨¢logo, han hecho equilibrios dignos de Pinito del Oro para no parecer antiseparatistas sin parecer por ello separatistas y de ese modo no quedar mal ni con los separatistas ni con los antiseparatistas, por no hablar de aquellos que son m¨¢s bien separatistas en los medios separatistas y m¨¢s bien antiseparatistas en los antiseparatistas. ?Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!
En eso, en apostar a la vez a blanco y a negro, ha consistido la estrategia del grueso de la clase dirigente catalana: si sale negro, gano; si sale blanco, tambi¨¦n. No me malinterpreten. No le estoy pidiendo a nadie que sea un h¨¦roe; s¨®lo pido que quienes m¨¢s responsabilidad tienen, tengan un m¨ªnimo de convicciones, un ¨¢tomo de decencia. No hemos tenido ni una cosa ni la otra, y el resultado de tanto nihilismo arribista, irresponsable y pusil¨¢nime ha sido que, en vez de ganar todos, todos hemos perdido
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