Apolog¨ªa de la contradicci¨®n
Seg¨²n el principio de bivalencia aristot¨¦lico, una cosa no puede ser m¨¢s que verdadera o falsa. Pero esto no siempre es cierto en el barro de la realidad.
A PESAR DE sus ilustres defensores, las contradicciones gozan de una mala reputaci¨®n indestructible. Es natural: al fin y al cabo, durante muchos siglos la corriente central del pensamiento occidental ¡ªfundamentalmente monista, dogm¨¢tica, totalizadora¡ª se ha basado en el principio de bivalencia aristot¨¦lico, seg¨²n el cual una cosa no puede ser m¨¢s que verdadera o falsa; es decir, s¨®lo puede haber una respuesta correcta para todas las preguntas genuinas: las dem¨¢s respuestas son err¨®neas. Lo anterior, que tal vez es cierto en el firmamento de la l¨®gica, no siempre lo es en el barro de la realidad, que est¨¢ amasado de contradicciones. Y, si la realidad es contradictoria, un hombre libre tiene la obligaci¨®n de contradecirse con ella.
Pongo por caso a Nicolas de Chamfort, autor de uno de esos libros afortunados que puedes pasarte la vida leyendo sin temor a agotarlo: las M¨¢ximas, pensamientos, caracteres y an¨¦cdotas, publicado en 1795, al a?o siguiente de su muerte. Las p¨¢ginas de ese volumen est¨¢n plagadas de contradicciones. Part¨ªcipe del optimismo de la Ilustraci¨®n, Chamfort considera que la raz¨®n es una suerte de panacea universal: ¡°El pensamiento consuela de todo y lo remedia todo. Si alguna vez os hace da?o, pedidle el remedio del mal que os ha hecho, y os lo dar¨¢¡± (m¨¢xima n? 29). S¨®lo unas p¨¢ginas m¨¢s adelante, sin embargo, la fe racionalista de Chamfort se desmorona y el escritor expresa la desconfianza en ella del naciente Romanticismo: ¡°Nuestra raz¨®n nos vuelve a veces tan infelices como nuestras pasiones; y se puede decir del hombre, cuando se halla en ese caso, que es un enfermo envenenado por su m¨¦dico¡± (n? 46). La raz¨®n es el bien y el mal, la enfermedad y su ant¨ªdoto: ambas cosas son ciertas, y ambas son contradictorias. Chamfort considera que la felicidad empieza cuando se pierde la esperanza, porque ¨¦sta ¡°no es m¨¢s que un charlat¨¢n que nos enga?a sin cesar¡±, y por eso ¨¦l pondr¨ªa en la puerta del para¨ªso el verso que Dante puso en la del infierno: ¡°Abandonad toda esperanza los que entr¨¢is¡± (n? 93). Unas p¨¢ginas atr¨¢s, no obstante, hab¨ªa escrito: ¡°La naturaleza ha querido que las ilusiones fuesen para los sabios como para los locos, a fin de que los primeros no fuesen demasiado infelices por su propia sabidur¨ªa¡± (n? 76). Perder la esperanza es encontrar la felicidad, pero es imposible la felicidad sin un atisbo de esperanza: ambas cosas son ciertas, y ambas son antit¨¦ticas. Los ejemplos podr¨ªan multiplicarse. Albert Camus, que adoraba a Chamfort (igual que Nietzsche), sinti¨® que, aunque nunca escribi¨® una novela, el moralista dieciochesco ten¨ªa temperamento de novelista. Es verdad, entre otras razones, porque, desde Cervantes, la novela convirti¨® las verdades contradictorias en su principal herramienta de conocimiento, como si postulase que la realidad humana es esencialmente contradictoria: don Quijote est¨¢ loco, pero tambi¨¦n est¨¢ cuerdo; don Quijote es un personaje c¨®mico, pero tambi¨¦n un personaje admirable, un h¨¦roe tr¨¢gico; el Quijote mismo es un ataque a los libros de caballer¨ªas, pero tambi¨¦n un homenaje a ellos (y el mejor que se ha escrito). Estas y otras muchas paradojas, consustanciales al entramado del Quijote, definen una de las grandes invenciones de Cervantes: la iron¨ªa moderna. Y, al crear un artefacto literario de enorme ¨¦xito futuro cebado con esa iron¨ªa, Cervantes nos dot¨® de un arma de destrucci¨®n masiva del pensamiento dogm¨¢tico, monista y totalizador que constituye el fundamento de todos los sistemas totalitarios y todos los fanatismos; o dicho de otro modo: gracias a Cervantes, la novela se convirti¨® en un poderoso, insustituible aliado de la sociedad abierta, pluralista y democr¨¢tica, que no es la que suprime las contradicciones para imponer con violencia una verdad, sino la que minimiza la violencia reconociendo las verdades contradictorias.
Por supuesto, mucha gente prefiere ahorrarse contradicciones, seguir pensando que la raz¨®n es s¨®lo buena (o mala) y la esperanza s¨®lo mala (o buena). Por eso el fanatismo sigue triunfando; por eso la democracia nunca est¨¢ asegurada. Nadie ha dicho que sea f¨¢cil vivir en libertad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.