Por qu¨¦ algunos ricos viven por debajo de sus posibilidades (o eso quieren hacer creer a los dem¨¢s)
Dos motivos por los que hay personas con un alto poder adquisitivo que ahora quieren pasar desapercibidas
Comprar ya no es lo que era. En Suecia, por ejemplo, lucir ropa nueva casi est¨¢ mal visto. All¨ª lo llaman k?pskam, "verg¨¹enza por comprar", y es un fen¨®meno ligado a la sostenibilidad; la industria textil es desmesuradamente contaminante. Solo es una nueva cara de un viejo fen¨®meno: hay personas con dinero que hacen de todo por no mostrar su nivel adquisitivo a sus amigos, compa?eros de trabajo y familiares. Es desconcertante. ?Por qu¨¦ se compran un coche de gama alta y luego van al trabajo en una berlina de lo m¨¢s discreta? ?Por qu¨¦ cada vez hay m¨¢s gente que se comporta as¨ª?
Ego rico, ego pobre
"Los millonarios suelen vivir por debajo de sus posibilidades". Detr¨¢s de esta afirmaci¨®n se encuentra Sarah Stanley Fallaw, directora de investigaciones en Affluent Market. Stanley encuest¨® a m¨¢s de 600 millonarios de Estados Unidos, un trabajo que desvel¨® conclusiones sorprendentes: una gran cantidad de los entrevistados viv¨ªan en casas con un valor inferior a lo que uno podr¨ªa haber esperado, iban al trabajo en coches de gama media, vest¨ªan ropa que deliberadamente no reflejaba su alto poder adquisitivo y no gastaban dinero en art¨ªculos considerados de lujo, siempre que no fueran necesarios.
Para ?ngela Pulido, coordinadora pedag¨®gica del centro Pedagog¨ªa y Salud y miembro del Colegio Oficial de Psic¨®logos de Madrid, esta actitud es el resultado de un juego en el que cada uno pone encima de la mesa su propio ego, con el que construimos la mejor versi¨®n de nosotros mismos y que condiciona nuestras relaciones sociales. Todos proyectamos un yo ideal con el que encajamos en el mundo, y solemos presentarnos con una imagen idealizada de nosotros mismos: hay quien se define por su atractivo f¨ªsico, su sabidur¨ªa, su sentido del humor... o por las posesiones materiales que acumula. Hasta ah¨ª, todo est¨¢ en su sitio. El problema, se?ala Pulido, viene cuando se confunde el ser con el tener y uno define su identidad a base de objetos caros.
En ese momento, explica la psic¨®loga, relacionarse en un c¨ªrculo de personas de un mismo nivel adquisitivo permite sacar a relucir ese ego y exhibir los objetos m¨¢s caros del mercado. As¨ª, se crea una situaci¨®n de comodidad y aceptaci¨®n mutua. Sin embargo, cuando el contexto social es diferente, la cosa cambia. "Hay personas que ocultan su riqueza o evitan mostrar su coche de lujo o su mansi¨®n para seguir perteneciendo al entorno en el que se encuentran y no sentirse rechazados", refiere la experta. A largo plazo, es una actitud que puede tener un gran coste psicol¨®gico.
?Se paga el lujo con culpabilidad?
Renunciar al ego puede hacer aflorar una sensaci¨®n de vulnerabilidad y desconcierto. Es lo que le sucede a quien considera que el dinero y el ¨¦xito son su mayor rasgo caracter¨ªstico y decide empeque?ecerse ante un colectivo con un menor nivel socioecon¨®mico, solo para evitar que los otros se sientan inseguros. La verg¨¹enza no es el ¨²nico motivo que hace que cada vez sea m¨¢s dif¨ªcil distinguir a quienes tienen mucho dinero, tambi¨¦n pueden llegar a experimentar un sentimiento de culpa por adquirir objetos de lujo.
"La constante exposici¨®n a las desigualdades sociales hace que uno se encuentre con un pensamiento muy inc¨®modo. La televisi¨®n y las redes sociales nos recuerdan que hay gente que no tiene nada para llevarse a la boca o que no puede alquilar una casa. Cuando t¨² s¨ª puedes, al conectar con esa realidad, se genera cierto sentimiento de culpa", explica Pulido. Basta recordar la advertencia repetida una y otra vez por padres y abuelos que instan a sus hijos a comer todo lo que hay en el plato porque "hay mucha gente que pasa hambre". Ese remordimiento puede ser una de las sensaciones m¨¢s devastadoras pero, para la experta, tambi¨¦n puede convertirse en algo constructivo si se asocia la culpa a la responsabilidad de valorar lo que tenemos.
Parad¨®jicamente, las redes sociales muestran la otra cara de la moneda. Mientras hay personas que renuncian u ocultan sus posesiones m¨¢s valiosas, los influencers acumulan millones de seguidores a base de exhibir prendas de ropa y accesorios de lujo que no est¨¢n al alcance de cualquiera y, por supuesto, ellos nunca podr¨ªan haber comprado. Sus mensajes pueden jugar una mala pasada a nuestra mente. "Nos decimos que si tuvi¨¦ramos ese barco o esa chaqueta estar¨ªamos mejor, y utilizamos esa excusa para resignarnos y no ser felices", matiza Pulido. Pero eso no es todo.
Fotograf¨ªas de viajes, balnearios o momentos de relax han ido desplazando a las im¨¢genes ¨²nicamente de ropa o coches. Seg¨²n la experta, esto apunta, junto con el incipiente cambio de conciencia que presentan movimientos como el k?pskam, hacia una transformaci¨®n del concepto de lujo. "Estamos empezando a relacionarnos no desde el ego, sino desde lo esencial, y el lujo que siempre hemos asociado a productos caros, ahora se identifica con cosas como tener un planeta saludable o tener tiempo para uno mismo", concluye.
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