El flechazo de una reina espa?ola con una botella de Rioja
Medoc Alav¨¦s, la historia de la invenci¨®n del vino de calidad hace 160 a?os
La aventura de los pioneros del Medoc Alav¨¦s impuls¨® una revoluci¨®n. Regresamos a los or¨ªgenes de una tierra donde un pu?ado de visionarios puso las bases de la denominaci¨®n Rioja.
LA CORTE DE la reina Isabel II no era precisamente conocida por sus exquisiteces gastron¨®micas. Se com¨ªa bien, como no pod¨ªa ser de otra manera, pero lejos de desplegar unas artes culinarias semejantes a las que ya eran habituales entre la realeza brit¨¢nica y, sobre todo, en la Francia de Napole¨®n III, la realeza espa?ola no se distingu¨ªa por la b¨²squeda de la excelencia culinaria. Es m¨¢s, testigos de la ¨¦poca incluso se quejaban de que en ocasiones los modales exhibidos por la reina y sus acompa?antes en la mesa no siempre parec¨ªan acordes con la delicadeza que se supon¨ªa a su rango social. Eso s¨ª, independientemente de estas diferencias, la Corte espa?ola compart¨ªa una caracter¨ªstica importante con sus hom¨®logas en Londres o en Par¨ªs: la Corte marcaba tendencia en muchos ¨¢mbitos, como el arte, la moda o, tambi¨¦n, los h¨¢bitos y preferencias en el consumo de comidas y bebidas.
Era un s¨¢bado, el 5 de mayo de 1866. Sin saber que le quedaban tan solo un par de a?os de reinado hasta que una revoluci¨®n la forzara a exiliarse en Francia, Isabel II convoc¨® otro d¨ªa m¨¢s a un nutrido grupo de comensales al almuerzo. Los documentos no revelan el men¨², pero con bastante seguridad el plato principal era alg¨²n asado, el predilecto de la reina. Todo era como otros s¨¢bados, con una sola excepci¨®n. Hab¨ªa un intruso en la mesa: el vino. No era vino de Burdeos o de Borgo?a, como habitualmente, sino un vino tinto elaborado en la provincia vasca de ?lava. Llevaba una etiqueta con un nombre curioso: Medoc Alav¨¦s, una combinaci¨®n de palabras creada con la atrevida pretensi¨®n de relacionar este nuevo producto del peque?o territorio foral con el M¨¦doc, la meca del vino de calidad en la francesa Burdeos. Entre los comensales se encontraba Fernando Mu?oz, duque de Ri¨¢nsares, desde la muerte de Fernando VII en 1833 amante secreto y a partir de 1845, por decisi¨®n de las Cortes, marido oficial de Mar¨ªa Cristina, la madre de la reina Isabel II. En una misiva suya, Ri¨¢nsares dej¨® testimonio de lo que seguramente fue la primera cata en alta sociedad del nuevo vino alav¨¦s: ¡°En la comida se le hicieron [al vino] los honores que se merece y S. M. fue la primera en probarlo, sin decir su opini¨®n hasta que el perito D. Pedro Rubio lo degust¨® una y dos veces, despu¨¦s de haberlo mirado a la luz otras tantas. Dio la casualidad que estaba en la mesa D. Alfonso Chico de Guzm¨¢n, que tiene gran cosecha en Murcia, de vino, y es inteligente, y tambi¨¦n fue invitado a dar su voto. Un¨¢nimes fueron en que era un vino exquisito, bien elaborado y de excelente gusto y color, hallando todos mucha m¨¢s fuerza en ¨¦l que tienen todos los vinos franceses¡±. La propia reina compart¨ªa esta valoraci¨®n positiva y se reserv¨® para su consumo privado 6 de las 12 botellas que se le hab¨ªan enviado.
Esta cata triunfal en la mesa real fue la coronaci¨®n, nunca mejor dicho, de un experimento innovador y hoy en d¨ªa todav¨ªa muy poco conocido. Un experimento iniciado a finales de la d¨¦cada de 1850, nacido de una profunda crisis social y puesto en marcha con el objetivo, nada menos, de inventar un nuevo vino de calidad. Pocos sabr¨¢n que el vino de Rioja que hoy consumimos es heredero de aquel predecesor decimon¨®nico fabricado en ?lava. Obviamente, no era necesario inventar el vino en el Alto Ebro, pues la vitivinicultura en las diferentes partes de Rioja ten¨ªa una larga tradici¨®n que se remonta al menos hasta los tiempos del Imperio Romano. Pero a mediados del siglo XIX esa larga tradici¨®n ya se hab¨ªa convertido en un problema por el exceso de la producci¨®n y por otras graves deficiencias inherentes al vino tradicional. Como no soportaba bien los calores veraniegos, los cosecheros estaban obligados a venderlo como fuera a precios a menudo irrisorios antes de la irrupci¨®n del calor. Adem¨¢s, los vaivenes durante el transporte conllevaban el riesgo de alterar el vino y avinagrarlo. De ah¨ª que los mercados al alcance de los cosecheros eran bastante reducidos. Si sumamos el impacto de las enfermedades de la vid (o¨ªdio) y de las fuertes heladas, queda a la vista la precariedad en la que se encontraban miles de familias cuya vida depend¨ªa de la producci¨®n de vino.
Tal y como suele ocurrir a menudo en la historia, situaciones agudas de crisis pueden ser parteras de soluciones innovadoras. As¨ª ocurri¨® en ?lava a finales de la d¨¦cada de 1850, cuando emergi¨® la idea de reinventar el vino de Rioja mediante la fusi¨®n de la experiencia atesorada a lo largo de los siglos con los descubrimientos cient¨ªficos sobre las diferentes fases de producci¨®n que a la saz¨®n estaban siendo divulgados por eminencias como el qu¨ªmico Jean-Antoine Chaptal o, algo m¨¢s tarde, el qu¨ªmico y bacteri¨®logo Louis Pasteur. El pistoletazo de salida lo dieron en 1858 dos diputados del distrito de Laguardia con una moci¨®n dirigida a la Diputaci¨®n Foral de ?lava, en la que instaban a los responsables de la Diputaci¨®n a adoptar las medidas necesarias para la producci¨®n de un nuevo vino de calidad ¡°por medio de una inteligente elecci¨®n de cepas y una buena elaboraci¨®n¡±. Solicitaron la importaci¨®n de diferentes clases de vid, as¨ª como la construcci¨®n en Laguardia de una bodega pionera, dotada de todos los elementos necesarios ¡°para ensayar las mejoras de que es susceptible la fabricaci¨®n de vinos¡±.
Esta idea de modernizar la producci¨®n del vino no era del todo nueva. A finales del siglo XVIII, el can¨®nigo alav¨¦s Manuel Esteban Quintano hab¨ªa conseguido un vino que sobrevivi¨® un largo transporte a Am¨¦rica. Cuatro d¨¦cadas m¨¢s tarde, Luciano Murrieta, estrecho colaborador del general Baldomero Espartero, logr¨® otro tanto en Logro?o. Sin embargo, su esfuerzo individual fue frenado por el contexto hostil de una sociedad agraria tradicional poco dada a experimentos innovadores.
El experimento iniciado en ?lava, en cambio, fue diferente. Por una parte, ya no se trataba de una locura individual, sino de un plan apoyado por una amplia y prestigiosa coalici¨®n formada por arist¨®cratas y productores de vino ilustrados, los primeros t¨¦cnicos formados en lo que hoy llamar¨ªamos la enolog¨ªa, y, sobre todo, un grupo de dirigentes pol¨ªticos bien situados y relacionados, capaces de pensar y actuar en dimensiones que superaban las estrecheces de sus intereses particulares y cortoplacistas. Cabe a?adir que esta coalici¨®n promotora cont¨® con el activo respaldo de una instituci¨®n p¨²blica tan importante como la Diputaci¨®n Foral de ?lava, la cual, gracias al amplio autogobierno asegurado por el sistema foral, cont¨® con una enorme capacidad de gesti¨®n ¡ªtambi¨¦n econ¨®mica¡ª y se volc¨® durante buena parte de la d¨¦cada de 1860 en impulsar el experimento innovador mencionado. El pol¨ªtico moderado y fuerista Pedro Ega?a, diputado general de ?lava entre 1864 y 1868, un hombre de una dilatada experiencia pol¨ªtica con buenas relaciones personales en la Casa Real (fue ministro de Isabel II), convirti¨® el proyecto del nuevo vino en una de sus prioridades, ocup¨¢ndose personalmente de todos los detalles y problemas que iban surgiendo.
La reina compart¨ªa la valoraci¨®n positiva de los expertos y reserv¨® para su consumo privado 6 de las 12 botellas enviadas
A partir de ese momento se desarroll¨® un guion que dar¨ªa para una buena pel¨ªcula de espionaje. Sus protagonistas se pueden contar con los dedos de una mano. Adem¨¢s del ya mencionado Ega?a y su antecesor en el cargo, Ortiz de Z¨¢rate, aparece en escena un gran terrateniente liberal oriundo de Bizkaia: Guillermo Hurtado de Am¨¦zaga, y, m¨¢s tarde, su hijo Camilo, poseedores del t¨ªtulo de marqu¨¦s de Riscal. Por razones pol¨ªticas y profesionales, Riscal hab¨ªa trasladado su residencia a Burdeos, la capital mundial del vino de calidad, y su negocio. Tambi¨¦n hab¨ªa heredado unos terrenos en la localidad alavesa de Elciego y ya estaba relacionado con la producci¨®n del vino. Riscal se convirti¨® en el mediador entre la Diputaci¨®n de ?lava y la ¨¦lite del vino bordel¨¦s. Comenz¨® a recorrer localidades y bodegas en el M¨¦doc con el fin de hacerse con los secretos de la producci¨®n del afamado vino franc¨¦s. Al final, dio con un experimentado en¨®logo ¡ªmayordomo lo llamaban entonces¡ª de uno de los conocidos ch?teaux bordeleses, a quien present¨® una oferta irrechazable: la de triplicarle el sueldo si se trasladaba a la Rioja Alavesa y pon¨ªa sus conocimientos al servicio de la Diputaci¨®n. Jean Cadiche Pineau viaj¨® con toda su familia a Laguardia, donde empez¨® a dar charlas p¨²blicas a los cosecheros interesados. Gracias a la traducci¨®n a cargo de otro de los ilustres terratenientes de Labastida, Francisco Paternina, los disc¨ªpulos de Pineau conocieron algunas claves para la producci¨®n del vino aplicadas en el M¨¦doc: la determinaci¨®n del momento id¨®neo para el comienzo de la vendimia, la selecci¨®n de las uvas seg¨²n criterios de calidad, el proceso del prensado, las precauciones de higiene para prevenir enfermedades del caldo, la necesidad de los trasiegos y la maduraci¨®n del vino en barricas de roble. Estos y otros temas eran recurrentes en las charlas del bodeguero franc¨¦s, quien, con el fin de llevar a la pr¨¢ctica lo que estaba predicando en teor¨ªa, abri¨® un taller para la fabricaci¨®n de barricas y dirigi¨® la primera vendimia seg¨²n el nuevo modelo en el a?o 1862. Fue asistido por Eugenio Garagarza, director de la ya entonces afamada Granja Modelo (m¨¢s tarde: Escuela de Agricultura) de ?lava y uno de los primeros t¨¦cnicos espa?oles formados en Francia.
Tras el debido periodo de crianza y el visto bueno otorgado al nuevo vino por un jurado de expertos ¡ªuna especie de Consejo Regulador avant la lettre¡ª, el nuevo vino, bajo la etiqueta Medoc Alav¨¦s, cosech¨® sus primeros galardones en sendas exposiciones internacionales en Bayona y Burdeos. Con el viento a favor, Ega?a organiz¨® una potente campa?a de marketing en Madrid, enviando botellas de regalo a los periodistas m¨¢s influyentes, a arist¨®cratas, a diplom¨¢ticos y a m¨¦dicos y farmac¨¦uticos que daban fe de que el nuevo vino era un vino natural y saludable. La escena de la cata en la mesa real fue parte de esta gran campa?a de publicidad llevada a cabo durante el a?o 1866. El ¨¦xito fue inmediato: los precios del nuevo vino se dispararon y ¡ªquiz¨¢s la prueba m¨¢s irrefutable del ¨¦xito¡ª el mercado se inundaba con vinos de escasa calidad que, fraudulentamente, se vend¨ªan como Medoc Alav¨¦s.
M¨¢s de siglo y medio despu¨¦s, el vino de Rioja, y ya no solo el de ?lava, ha conquistado los mercados. Una cuarta parte de todos los vinos producidos en alguna de las zonas vitivin¨ªcolas espa?olas con denominaci¨®n de origen proviene de los vi?edos bajo el control de la Denominaci¨®n de Origen Calificada Rioja, seguida a mucha distancia por las denominaciones de Cava y de Rueda. El rioja est¨¢ tambi¨¦n muy presente en los mercados internacionales: de la cosecha r¨¦cord de 2016, casi un 40% fue vendido en el extranjero. Sin embargo, este indudable ¨¦xito ha provocado tambi¨¦n nuevos problemas que, curiosamente y pese a que la historia no se suele repetir, no difieren mucho de los problemas decimon¨®nicos mencionados antes. Si la apuesta de 1858 era potenciar la calidad frente a la cantidad, hoy en d¨ªa hay cr¨ªticos que acusan al Consejo Regulador de priorizar un modelo de crecimiento y una pol¨ªtica de precios m¨¢s basados en la venta masiva de vinos baratos. Sin entrar en el fondo de esta pol¨¦mica, que es m¨¢s compleja de lo que parece, lo que s¨ª es cierto es que para muchos consumidores el vino de Rioja se asocia con el que no debe valer m¨¢s que cinco o seis euros la botella. Resulta obvio que la imagen del rioja barato es una amenaza para muchos productores peque?os y medianos que han optado por la producci¨®n de vinos de terru?o que, para poder sobrevivir, necesitan un precio de venta m¨¢s elevado. Tim Atkin, Master of Wine y uno de los mejores conocedores de los vinos de Rioja, ha resumido este dilema actual provocado por el choque entre diferentes modelos y filosof¨ªas en la pregunta: ¡°?Sabe Rioja qui¨¦n o qu¨¦ es?¡±.
Entre los cosecheros de vino de Rioja, la b¨²squeda de la calidad y de la excelencia no desapareci¨® ni en la crisis de superproducci¨®n a mediados del siglo XIX, ni a partir de 1890, cuando la filoxera arras¨® todos los vi?edos, ni tampoco en los actuales tiempos de la globalizaci¨®n y los bajos precios. Un recorrido sin prejuicios por los diferentes territorios de la denominaci¨®n, en ?lava, pero tambi¨¦n en algunas zonas de Navarra y de La Rioja, permite encontrar aut¨¦nticos tesoros, modernas reliquias de la tradici¨®n del Medoc Alav¨¦s y su filosof¨ªa de aprovechar unas condiciones climatol¨®gicas y geol¨®gicas ¨®ptimas, poner en valor una experiencia secular y maridar todo con las aportaciones de la ciencia: vinos pegados a la tierra, con alma, que llevan en su ADN el saber hacer de generaciones y que son espejos de su paisaje inconfundible y ¨²nico. Vinos, en definitiva, que en los tiempos que corren nos recuerdan que todos tenemos ra¨ªces.?
Ludger Mees (Catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad del Pa¨ªs Vasco) es autor de El Medoc Alav¨¦s. La revoluci¨®n del vino de Rioja (La F¨¢brica) y, junto con K.J. Nagel y H.J. Puhle, de Una Historia Social del Vino. Rioja, Navarra, Catalu?a 1860-1940 (Tecnos).
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