Todo est¨¢ dicho y todo est¨¢ por hacer
Hay que trabajar al m¨¢ximo para que no se note todo lo que uno ha trabajado, de manera que lo complejo parezca sencillo
HAY LECTORES a quienes molesta que algunos escritores citemos a menudo libros y autores: sienten quiz¨¢ que quien cita lo hace para alardear de sus lecturas, o para echarle en cara al lector su ignorancia; sienten que las citas son una exhibici¨®n vanidosa e in¨²til de conocimiento, un ejercicio de pedanter¨ªa. A m¨ª, en cambio, me parecen exactamente lo opuesto, y albergo una desconfianza visceral hacia quien nunca cita a nadie. De hecho, tengo la sospecha (o m¨¢s bien la certeza) de que quien nunca cita a nadie s¨®lo puede hacerlo por dos razones: una es que no sabe que la mayor¨ªa de las cosas que decimos han sido ya dichas, y casi siempre mucho mejor de lo que nosotros podr¨ªamos decirlas; otra es que, aunque quien escribe sin citar sepa que no paramos de repetir lo que ya han dicho otros, pretende hacer creer a quien le lee que es de cosecha propia aquello que en realidad es de cosecha ajena, que ha salido de su cabeza aquello que sali¨® de otra. La primera posibilidad convierte a quien no cita en un ignorante; la segunda, en un desalmado, en un saqueador. As¨ª que reconocer que alguien ha dicho antes que nosotros lo que nosotros decimos, cit¨¢ndolo, es no s¨®lo un humilde acto de gratitud; tambi¨¦n lo es de decencia. Por lo dem¨¢s, que todo se haya dicho ya no nos exime de la obligaci¨®n parad¨®jica de decir cosas nuevas; s¨®lo nos obliga a saber que la ¨²nica forma de decirlas consiste en conocer a fondo las viejas, y en reconocer que las conocemos: en citarlas. Lo nuevo existe, pero est¨¢ en lo antiguo, en una nueva modulaci¨®n o declinaci¨®n de lo antiguo. Decir que lo que no es tradici¨®n es plagio no es s¨®lo citar a Eugenio d¡¯Ors: es enunciar una verdad flagrante.
En eso consiste otro de los peligros de no citar: en que uno corre el albur de incurrir sin saberlo en el plagio. ?ste es aceptable cuando le sigue el asesinato, se dice a menudo (sin citar por cierto a Victor Hugo, que acu?¨® la frase), y lo que se quiere decir es que es leg¨ªtimo que un escritor devore a otro, lo digiera y transforme en carne de su carne y sangre de su sangre, para hacer con ¨¦l algo que a primera vista no se parece a ¨¦l, pero que sin ¨¦l hubiera sido imposible; m¨¢s que leg¨ªtima, esa forma de antropofagia es indispensable, porque en ella estriba la literatura aut¨¦ntica: lo nuevo consiste en combinar de una forma original lo viejo, y por eso dec¨ªa Roland Barthes que ¡°un escritor es quien encadena citas quitando las comillas¡±. No entender la diferencia entre este canibalismo creador y el mero plagio es no entender en qu¨¦ consisten la literatura, el arte y el pensamiento. No falta quien no las entiende, por supuesto, o quien finge no entenderlas, como aquel novelista que hace a?os, cada vez que se publicaba en Espa?a una novela de ¨¦xito, acusaba a su autor de haberle plagiado, aunque la novela del supuesto plagiador se pareciera a las suyas igual que un helic¨®ptero a un rat¨®n: era como si el novelista se hubiese empe?ado en imitar a Paranoico P¨¦rez, ese personaje de Vila-Matas que, cada vez que publicaba una nueva novela Jos¨¦ Saramago, sent¨ªa que el escritor portugu¨¦s le hab¨ªa pisado la idea.
Pero es verdad: no siempre resulta indispensable citar. Una de las frases que m¨¢s he citado en mi vida dice as¨ª: ¡°Vera ars velat artem¡± (¡°El arte verdadero oculta el artificio¡±). La he citado tanto porque esas cuatro palabras latinas resumen mi ideal de escritura, seg¨²n el cual hay que trabajar al m¨¢ximo para que no se note todo lo que uno ha trabajado, de manera que lo complejo parezca sencillo y el resultado sean libros f¨¢ciles de leer y dif¨ªciles de entender, expresi¨®n esta ¨²ltima que por cierto he visto citada como si fuera m¨ªa, cuando en realidad es de Milan Kundera. Un d¨ªa me encontr¨¦ al latinista Antonio Cobos y le pregunt¨¦ de qui¨¦n demonios era ese latinajo que tanto citaba yo. ¡°Descuida¡±, me tranquiliz¨® Cobos. ¡°Encontrar¨¦ a su autor¡±. Meses m¨¢s tarde me escribi¨® para decirme que hab¨ªa investigado por todas partes, pero no hab¨ªa conseguido averiguar de qui¨¦n era la dichosa frase; a?adi¨® que todos los buscadores de Internet me la atribu¨ªan a m¨ª. Escamado, pregunt¨®: ¡°?No te la habr¨¢s inventado t¨², verdad?¡±
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