El teatro del silencio de la ministra Damares Alves
Ella enmudece porque no es capaz de ofrecernos seguridad. Ella misma es una mujer subyugada al juego masculino del poder
El 25 de noviembre deb¨ªa ser un d¨ªa de solemnidad. La fecha es para recordar los horrores de la violencia contra la mujer. El lenguaje es incluso militar: d¨ªa internacional de eliminaci¨®n de la violencia contra la mujer. La regi¨®n de Am¨¦rica Latina y el Caribe es en donde m¨¢s se agreden y matan mujeres. El fen¨®meno est¨¢ tan arraigado en el patriarcado colonial que adoptamos un neologismo para nombrar lo que es naturalizado por el honor masculino: feminicidio es cuando una mujer muere simplemente por el hecho de ser mujer. Mujeres y ni?as mueren en las relaciones familiares, afectivas o de amistad.
La ministra Damares Alves cuenta haber sido v¨ªctima de violencia de g¨¦nero. Adem¨¢s de eso, es responsable de la cartera que define pol¨ªticas para las mujeres y para los derechos humanos?en Brasil. Al anunciar la primera campa?a del Gobierno Bolsonaro para eliminar la violencia contra la mujer hizo de actriz: fue a la tarima de una rueda de prensa y se qued¨® en silencio frente a las preguntas. Los periodistas la respetaron, fueron generosos con lo que podr¨ªa ser el sufrimiento genuino de una v¨ªctima. Quien la ve¨ªa no sab¨ªa el origen del malestar de Damares: una angustia por pensar en las mujeres que en aquel instante viv¨ªan el horror de la violencia o un temor por su propia historia como v¨ªctima.
Infelizmente, el la actuaci¨®n de la ministra Damares era un teatro de mal gusto e irrespetuoso con las v¨ªctimas de violencia. Su silencio era el espect¨¢culo inicial de la campa?a ¡°Si una mujer pierde la voz, todas la pierden¡±. La ministra Damares ignor¨® la seriedad del puesto y, m¨¢s all¨¢ de la vulgaridad de la escena, demostr¨® que desconoce la fuerza del feminismo en la lucha por el fin de la violencia contra las mujeres. Si el feminicidio mata mujeres y silencia tantas otras, el patriarcado no nos enmudece a todas. Es falso suponer que, si una mujer pierde la voz, todas la pierden. Lo correcto es decir que, si una mujer pierde la voz, todas nosotras hablaremos a¨²n m¨¢s. Pues, como dicen las argentinas, es ¡°ni una menos¡±.
Como ministra de Estado, el deber de Damares es hablar m¨¢s y con la firmeza de aquella que representa el poder de las pol¨ªticas p¨²blicas que ofrecen protecci¨®n a las mujeres que sufren violencia. Es su deber colonizar este pa¨ªs con mensajes de seguridad, de que ning¨²n agresor quedar¨¢ impune, que ninguna mujer ser¨¢ abandonada. Sin embargo, infelizmente, ella enmudece porque es incapaz de ofrecernos seguridad. Ella misma es una mujer subyugada al juego masculino del poder, a los trucos de un uso perverso de la representatividad de g¨¦nero en la pol¨ªtica, que transforma la agenda igualitarista en una trampa en contra las propias mujeres. La ministra Damares represent¨® el silencio de algunas v¨ªctimas exactamente porque ese es su lugar en la pol¨ªtica: de la pastora que hace ruido sobre azul y rosa, que ve a Jes¨²s en el ¨¢rbol de guayaba, pero que parece ser incapaz de comprender que en contra del patriarcado no hay teatro, sino lucha.
Debora Diniz es brasilera, antrop¨®loga, investigadora de la Universidad de Brown.
Giselle Carino es argentina, polit¨®loga, directora de la IPPF/WHR.
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