Mariano Rajoy se confiesa: ¡°La corrupci¨®n en el PP ha sido nuestro tal¨®n de Aquiles¡±
El expresidente desvela en sus memorias, ¡®Una Espa?a mejor¡¯, que sopes¨® dimitir durante la moci¨®n de censura y desgrana su ideario pol¨ªtico y su relaci¨®n con otros l¨ªderes
El jueves 31 de mayo de 2018, cuando sal¨ª hacia el Congreso de los Diputados, sab¨ªa, con toda certeza, que aquel iba a ser mi ¨²ltimo debate parlamentario. El PNV manten¨ªa la ficci¨®n de una deliberaci¨®n interna, pero las cosas estaban meridianamente claras para cualquier persona con una m¨ªnima experiencia pol¨ªtica. Yo intu¨ª que la moci¨®n de censura iba a prosperar casi desde el mismo momento en que se present¨®, pero a pesar de ello prepar¨¦ mis dos intervenciones con el mayor esmero. Una para defender a mi Gobierno de la censura que se planteaba y otra para enumerar los argumentos que desaconsejaban votar al candidato propuesto. Evidentemente, los discursos no sirven para ganar votaciones, pero yo lo hice por respeto a todas las personas que me hab¨ªan apoyado dentro y fuera de la C¨¢mara, por consideraci¨®n hacia todos aquellos que hab¨ªan confiado en m¨ª. Y sirvieron al menos para dejar constancia en el Diario de sesiones de todas las perversiones de una operaci¨®n pol¨ªtica que, seg¨²n anunci¨¦ aquel d¨ªa, ¡°va a formar el Gobierno m¨¢s inestable de la historia de Espa?a desde el a?o 1977, cosa que sabemos todos y cada uno de los presentes, incluidos los que van a apoyar al se?or S¨¢nchez¡±. Fin de la cita. A los hechos me remito .
Pude haberme ido a casa, pero algunos compa?eros propusieron montar una comida. Lo agradec¨ª
Cuando termin¨¦ las dos intervenciones, mi papel en aquel debate hab¨ªa concluido; hab¨ªa defendido a mi Gobierno, a mi partido y a mi persona de la mejor manera que supe y nada m¨¢s pod¨ªa hacer all¨ª. Ahora era el candidato quien se convert¨ªa en protagonista de la sesi¨®n al debatir con el resto de los grupos el apoyo para su candidatura. Como mi presencia era ociosa ya hab¨ªa anunciado que no me quedar¨ªa a la sesi¨®n de la tarde, lo mismo que hab¨ªa hecho durante la moci¨®n de censura presentada por Podemos unos meses atr¨¢s. Pude haberme ido a casa, pero algunos compa?eros propusieron montar una comida, algo que hac¨ªamos habitualmente despu¨¦s de un debate parlamentario importante. Aquel d¨ªa yo lo agradec¨ª. Ellos quisieron acompa?arme y yo tambi¨¦n prefer¨ªa estar acompa?ado. Alguien escogi¨® un restaurante cercano y all¨ª nos plantamos Mar¨ªa Dolores de Cospedal, F¨¢tima B¨¢?ez, Dolors Montserrat, ??igo de la Serna, Rafael Hernando y yo. Pod¨ªan haber sido otros, pero la casualidad quiso que fueran ellos, no hay razones pol¨ªticas. Pasamos una larga sobremesa que solo se interrumpi¨® cuando Mar¨ªa Dolores de Cospedal regres¨® al Congreso para desmentir una vez m¨¢s los rumores sobre mi posible dimisi¨®n que algunos insist¨ªan en difundir. En aquella sobremesa me localiz¨® Andoni Ortuzar para anunciarme lo que ya sab¨ªa, y no me llegaron m¨¢s mensajes porque la cobertura de tel¨¦fono era p¨¦sima.
Ten¨ªa preparada mi intervenci¨®n; la desech¨¦ de camino al Congreso. Improvis¨¦ algo en el trayecto
A la ma?ana siguiente se iba a producir la votaci¨®n. Ten¨ªa preparada una breve intervenci¨®n de despedida, pero la desech¨¦ de camino al Congreso. Lo que ten¨ªa que decir era muy poco y lo improvis¨¦ durante el trayecto: ¡°Ha sido un honor ¡ªno lo hay mayor¡ª haber sido presidente del Gobierno de Espa?a. Ha sido un honor dejar una Espa?a mejor que la que encontr¨¦. Ojal¨¢ mi sustituto pueda decir lo mismo en su d¨ªa. Se lo deseo por el bien de Espa?a. Creo que he cumplido con el mandato fundamental de la pol¨ªtica, que es mejorar la vida de las personas. Si alguien se ha sentido en esta C¨¢mara, o fuera de ella, ofendido o perjudicado, le pido disculpas. Gracias a todos, y de manera muy especial a mi partido, sin el cual nada hubiera sido posible. Gracias a todos los espa?oles por haberme brindado su comprensi¨®n y su apoyo. Y suerte a todos ustedes por el bien de Espa?a¡±.
Volv¨ª a La Moncloa por ¨²ltima vez como presidente del Gobierno. Entretanto, en la residencia, Viri, mi mujer, daba los ¨²ltimos toques a la mudanza. Ella siempre rechaz¨® cualquier tipo de protagonismo p¨²blico, pero realiz¨® una labor callada y eficaz de mejora del complejo de La Moncloa, renov¨® la selecci¨®n de cuadros expuestos, recuper¨® de los almacenes piezas fant¨¢sticas que estaban olvidadas, mejor¨® la gesti¨®n econ¨®mica de la residencia y tambi¨¦n orden¨® la restauraci¨®n de numerosos desperfectos en el palacio y en los jardines. Esa misma diligencia la acredit¨® al desmontar una casa y organizar una mudanza en apenas cuatro d¨ªas. Su apoyo y su generosidad, tan indispensables para que yo me pudiera dedicar a la pol¨ªtica con la intensidad que lo hice durante muchos a?os, tambi¨¦n lo fueron en el momento de salir del Gobierno.
Le di instrucciones a mi secretaria Ketty para que convocara aquella misma tarde a una copa de despedida al personal del complejo que nos hab¨ªa acompa?ado durante todos aquellos a?os. Ese fue mi ¨²ltimo acto en La Moncloa y result¨® muy gratificante, el mejor colof¨®n a unos d¨ªas muy duros. All¨ª se dieron cita personas muy variopintas: bedeles y secretarios de Estado, personal de seguridad y fontaneros, m¨¦dicos y camareros; estaban Soraya y su equipo, Jos¨¦ Luis Ayll¨®n y sus asesores, que en su mayor parte eran los que hab¨ªan venido a La Moncloa con Jorge Moragas, Eva Valle con la gente de la Oficina Econ¨®mica que dirig¨ªa y tambi¨¦n los periodistas de la Secretar¨ªa de Estado de Comunicaci¨®n, que se presentaron con unas camisetas especiales para la ocasi¨®n.
Hab¨ªa caras de mucho cansancio; ellos tambi¨¦n hab¨ªan tenido que desmontar en cuesti¨®n de horas sus despachos, despu¨¦s de haber trabajado sin descanso para preparar el debate parlamentario, y su expectativa para el d¨ªa siguiente era la oficina del desempleo. Sin embargo, en contra de lo que pudiera sospecharse, aquella no fue una reuni¨®n triste ni melanc¨®lica. No dir¨¦ que fue una fiesta, porque no lo fue, pero s¨ª me pareci¨® una celebraci¨®n de lo mucho que hab¨ªamos hecho por nuestro pa¨ªs. Nuestro tiempo en el Gobierno hab¨ªa llegado a su fin, pero no nos fuimos con una sensaci¨®n de derrota. En definitiva, no se va al Gobierno para ocupar despachos y quedarse all¨ª de manera indefinida; se va por un periodo de tiempo limitado y para hacer cosas por el pa¨ªs. Y nosotros pudimos hacer mucho por Espa?a. Esa satisfacci¨®n, la de haber rendido ¡ªcada uno en su responsabilidad¡ª un servicio a nuestro pa¨ªs y a nuestros compatriotas era el sentimiento dominante en la reuni¨®n.
Esa noche los Rajoy-Fern¨¢ndez, Viri, Mariano, Juan y yo, muy cansados, volvimos a Aravaca
Esa noche los Rajoy-Fern¨¢ndez, Viri, Mariano, Juan y yo, muy cansados, volvimos a dormir en nuestra casa de Aravaca. A la ma?ana siguiente mi hijo mayor, Mariano, emprendi¨® con toda normalidad el viaje de estudios que ten¨ªa previsto para aquel verano. Juan parec¨ªa m¨¢s afectado por el cambio: estaba muy preocupado pensando que no iba a poder celebrar su cumplea?os. Sus dudas fueron disipadas de inmediato y, unos d¨ªas despu¨¦s, lo celebr¨® en nuestra casa con todos sus amigos. (...)
Otros extractos de las memorias de Rajoy
Tras la presentaci¨®n de la moci¨®n de censura a su Gobierno, Rajoy se plantea dimitir
En aquellos primeros momentos, cuando nadie pensaba que la moci¨®n de censura pudiera prosperar y nadie hab¨ªa dicho una palabra al respecto, le encargu¨¦ a mi equipo de mayor confianza que estudiara las consecuencias de mi dimisi¨®n, como f¨®rmula para sortear la moci¨®n socialista y mantener el Gobierno. Pero vimos muy pronto que ese recurso no servir¨ªa de nada, porque la dimisi¨®n del presidente no deten¨ªa el tr¨¢mite de la moci¨®n ni imped¨ªa su votaci¨®n.
Reflexi¨®n de Rajoy acerca de la corrupci¨®n en el PP
Todas las formaciones que han gobernado tienen casos de corrupci¨®n y algunos muy graves, tanto por su magnitud como por la importancia de las personas implicadas, pero el Partido Popular ha sido castigado con mucha m¨¢s dureza que el resto de los partidos en circunstancias similares. La corrupci¨®n ha sido nuestro tal¨®n de Aquiles, el ¨²nico instrumento de nuestros adversarios pol¨ªticos. Hemos pagado un alt¨ªsimo precio por los esc¨¢ndalos que nos persiguieron durante nuestro mandato aunque la mayor¨ªa arrancaban en ¨¦pocas bastante lejanas en el tiempo. Lo pagamos muy severamente en t¨¦rminos de reputaci¨®n y opini¨®n p¨²blica, y ah¨ª est¨¢n las encuestas para comprobarlo.
Enero de 2017. Reuni¨®n en La Moncloa entre Carles Puigdemont y Rajoy
En un momento de nuestra conversaci¨®n, que ya hab¨ªa alcanzado el grado de debate, llegu¨¦ a preguntarle si de verdad pensaba que yo iba a autorizar el refer¨¦ndum. Todav¨ªa hoy me produce perplejidad su respuesta: ¡°No lo vas a autorizar, porque, adem¨¢s, no puedes¡±. Aquello no era una broma, su sentido del humor no daba para tanto. Ante tama?a desfachatez pens¨¦ c¨®mo pod¨ªa continuar intentando hacer entrar en raz¨®n a quien deliberadamente hab¨ªa decidido ignorar la realidad y la ley. ?C¨®mo argumentar contra aquella obstinada cerraz¨®n? Aquello era nuevo para m¨ª a pesar de los casi cuarenta a?os que llevaba en pol¨ªtica.
El balance de Rajoy
?Me hubiera gustado haber hecho m¨¢s? ?Y a qui¨¦n no? Me hubiera gustado liderar desde el Gobierno la transformaci¨®n de Espa?a para encarar nuestra plena digitalizaci¨®n, me hubiera gustado presidir el primer Gobierno de gran coalici¨®n y tambi¨¦n me hubiera gustado irme del Gobierno como yo ten¨ªa previsto, midiendo los tiempos y de forma ordenada. Pero valorando cuidadosamente unos factores y otros, mi balance personal es satisfactorio. El que puedan hacer otras personas tampoco es materia de este libro.
Sobre el nacionalismo, el Brexit y los refer¨¦ndum: ¡°Dirimir diferencias pol¨ªticas por refer¨¦ndum es la mejor manera de sembrar la polarizaci¨®n¡±
No es posible abordar el futuro de Europa sin hacer una referencia al Brexit. Al margen de la evoluci¨®n que puedan tener los acontecimientos en el futuro y desde el respeto, aunque no la coincidencia, con la voluntad expresada por los brit¨¢nicos, la cuesti¨®n del Brexit merece una reflexi¨®n pausada porque en s¨ª misma condensa algunas lecciones pr¨¢cticas sobre gobernanza que conviene tener siempre presentes. Igualmente ha venido a confirmar que la construcci¨®n europea naci¨® para prevenir a los ciudadanos de los riesgos del nacionalismo y que cuando estos resurgen, esa uni¨®n que nos ha convertido en los europeos que mejor hemos vivido en toda nuestra historia corre un serio peligro.
¡°David Cameron no estuvo acertado en la convocatoria de los referendos de Escocia y del Brexit¡±
Nunca tuve una mala opini¨®n de David Cameron, aunque no compart¨ª con ¨¦l algunas de sus decisiones, como su voto en contra a la elecci¨®n de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisi¨®n. Yo apoy¨¦ a Juncker en la elecci¨®n interna del Partido Popular Europeo y, despu¨¦s, en el Consejo Europeo. Era un europe¨ªsta acreditado, hab¨ªa sido durante dieciocho a?os primer ministro de Luxemburgo y tambi¨¦n presidente del Eurogrupo. Su preparaci¨®n y su curr¨ªculum eran incuestionables.
Cameron fue uno de los primeros en dar la batalla para que la Uni¨®n Europea empezara a tomar conciencia de la importancia de la cuesti¨®n de la inmigraci¨®n como uno de los ejes donde se jugaba su propia raz¨®n de ser ante los ciudadanos. En ese asunto siempre percib¨ª apoyo y reconocimiento hacia las aportaciones que hac¨ªamos desde Espa?a; especialmente, nuestra experiencia de cooperaci¨®n con los pa¨ªses de origen y tr¨¢nsito de inmigrantes.
El contencioso hist¨®rico de nuestros pa¨ªses sobre la cuesti¨®n de Gibraltar tampoco impidi¨® que mantuvi¨¦ramos una colaboraci¨®n satisfactoria en muchos otros aspectos. Algo a lo que ambos est¨¢bamos obligados porque Espa?a y el Reino Unido han construido unas profundas relaciones econ¨®micas y humanas.
¡°Para el Gobierno espa?ol el refer¨¦ndum fue una p¨¦sima influencia en nuestro debate particular sobre la cuesti¨®n de Catalu?a¡±
Sin embargo, no me parece que estuviera acertado en la convocatoria de los referendos de Escocia y del Brexit, y as¨ª se lo pude decir en m¨¢s de una ocasi¨®n. La consulta sobre Escocia estuvo a punto de provocar la ruptura del Reino Unido y sent¨® un precedente al que muchos se acogen ya para pedir una nueva votaci¨®n. Para el Gobierno espa?ol supuso adem¨¢s una p¨¦sima influencia en nuestro debate particular sobre la cuesti¨®n de Catalu?a. Por m¨¢s que ambos casos fueran muy distintos desde el punto de vista constitucional y por m¨¢s que en uno se respetara escrupulosamente la ley mientras que en el otro era desobedecida de forma abierta, algunas personas ¡ªunas por inter¨¦s y otras por simple ignorancia¡ª consideraron entonces que nosotros deb¨ªamos hacer lo mismo que David Cameron y autorizar una votaci¨®n similar.
El refer¨¦ndum de Escocia acab¨® en un desenlace feliz para el Reino Unido, que sigui¨® unido, pero fue cualquier cosa menos una campa?a f¨¢cil, y el riesgo de derrota fue creciendo a lo largo de los d¨ªas. Desde Bruselas y desde el resto de las capitales europeas se record¨® a los escoceses que salir del Reino Unido supondr¨ªa tambi¨¦n la salida de la Uni¨®n, y creo que este elemento constituy¨® un argumento de peso en el resultado definitivo del refer¨¦ndum. Hasta el ¨²ltimo momento la campa?a se vivi¨® con una gran incertidumbre y con profundo desasosiego, aunque nos brindara grandes momentos pol¨ªticos como el espl¨¦ndido y apasionado discurso de Gordon Brown en favor de la uni¨®n. El pol¨ªtico laborista, tan maltratado por los medios durante su ¨²ltima etapa al frente del Gobierno brit¨¢nico por su supuesta falta de carisma, ha demostrado fuera del primer plano de la pol¨ªtica algunos m¨¦ritos que se le negaron cuando estaba en ella. Fue el mejor aliado de Cameron durante el refer¨¦ndum de Escocia, y sus llamamientos a la sensatez y la cordura durante toda la peripecia pol¨ªtica del Brexit no por ignorados resultaron menos certeros.
Superar el refer¨¦ndum escoc¨¦s supuso un suspiro de alivio para los brit¨¢nicos y para el resto de los europeos, quienes no encontr¨¢bamos nada atractiva la hip¨®tesis de la ruptura de uno de los m¨¢s importantes pa¨ªses de la Uni¨®n. Con esa victoria en su haber, Cameron decidi¨® entonces someter a votaci¨®n la permanencia del Reino Unido en la Uni¨®n Europea. Tambi¨¦n con este motivo tuve la oportunidad de darle a conocer mi opini¨®n contraria a tal decisi¨®n. Recuerdo perfectamente su respuesta: ¡°Te prometo, Mariano, que no voy a convocar ning¨²n otro refer¨¦ndum¡±. Lamentablemente, tuvo raz¨®n. El refer¨¦ndum del Brexit acab¨® con su brillante carrera pol¨ªtica.
Es cierto que la cuesti¨®n europea siempre ha provocado divisi¨®n y tensiones en el seno de los conservadores brit¨¢nicos y que el premier brit¨¢nico hab¨ªa prometido en campa?a convocar el refer¨¦ndum para aquietar a los cr¨ªticos de su partido. Cameron sol¨ªa comentar que a veces sent¨ªa tal presi¨®n que era como si el bolso de Margaret Thatcher siguiera sobre la mesa de los Consejos Europeos vigilando su conducta. Adem¨¢s, exist¨ªa un precedente: los brit¨¢nicos ya hab¨ªan votado una vez sobre su adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea, pero el refer¨¦ndum anterior se hab¨ªa celebrado en 1975. Por entonces no exist¨ªan las redes sociales, ni las fake news, ni todos los elementos de intoxicaci¨®n pol¨ªtica que han acompa?ado a la disrupci¨®n tecnol¨®gica. La minor¨ªa contraria a Europa no ten¨ªa entonces a su disposici¨®n toda la panoplia de recursos para la manipulaci¨®n pol¨ªtica como s¨ª tuvo en 2016.
¡°Los referendos son unos instrumentos de decisi¨®n pol¨ªtica absolutamente vulnerables a las maniobras del populismo¡±
Sea como fuere, Cameron probablemente crey¨® que ganar¨ªa con facilidad el refer¨¦ndum. Ten¨ªa de su parte la pura racionalidad; resultaba inconcebible que se pudieran ignorar las grav¨ªsimas consecuencias que implicar¨ªa para el Reino Unido la salida de Europa. Tambi¨¦n pudo presentarse ante los brit¨¢nicos con un nuevo acuerdo con la Uni¨®n en el que se mejoraban algunos aspectos de gobernanza y al que todos los dirigentes europeos colaboramos. Todas las encuestas anunciaban una victoria de los partidarios de la permanencia y supongo que ese esperado desenlace le permit¨ªa contemplar la posibilidad de abrir una nueva etapa en su partido dejando definitivamente atr¨¢s las hist¨®ricas tensiones sobre la cuesti¨®n europea.
Ah¨ª radica una parte sustancial de mi cr¨ªtica a este tipo de consultas: no sirven para dirimir discrepancias de esta naturaleza. A veces es mejor convivir con esas discrepancias, por inc¨®modo que resulte, que buscar soluciones definitivas a problemas que no las tienen. Cuando se convoca un refer¨¦ndum sin un consenso nacional previo, el resultado suele ser una fractura social mucho mayor. En esos casos votar, aunque sea legal y democr¨¢tico, no es la mejor soluci¨®n pol¨ªtica ya que implica renunciar al pacto y a la negociaci¨®n como mecanismos para construir un acuerdo aceptable para la gran mayor¨ªa. Dirimir diferencias pol¨ªticas de tanta trascendencia por la v¨ªa del refer¨¦ndum es la mejor manera de sembrar la polarizaci¨®n en la sociedad durante d¨¦cadas. Si vemos lo ocurrido con el Brexit podemos llegar f¨¢cilmente a la conclusi¨®n de que la divisi¨®n sobre la cuesti¨®n europea, que el Partido Conservador brit¨¢nico sobrellev¨® de forma interna durante d¨¦cadas, ha acabado por contagiarse al conjunto de la sociedad brit¨¢nica y pasar¨¢ mucho tiempo antes de que esa polarizaci¨®n pueda superarse.
Ese es mi principal argumento para mantener que los referendos solo son aconsejables cuando vienen precedidos de un consenso nacional muy amplio, tal y como sucedi¨® en Espa?a en 1978 y como est¨¢ previsto en nuestro actual texto constitucional para la reforma de aquellos preceptos m¨¢s importantes. Se garantiza ese consenso exigiendo una mayor¨ªa de dos tercios de cada C¨¢mara y una segunda mayor¨ªa igual de s¨®lida despu¨¦s de unas nuevas elecciones. Solo cuando ha quedado definitivamente acreditado ese indudable acuerdo pol¨ªtico previo, se contempla que la cuesti¨®n pase a ser refrendada por los ciudadanos. Creo que esa f¨®rmula ha permitido que despu¨¦s de tantos a?os la Constituci¨®n siga siendo la de todos los espa?oles y no la de una parte contra la otra, como lamentablemente ha ocurrido tantas veces en nuestra historia.
Adem¨¢s de ese riesgo de polarizaci¨®n, tambi¨¦n considero que este tipo de consultas constituyen una manera poco recomendable de minar las bases de la democracia representativa sobre la que se ha construido nuestro modelo pol¨ªtico occidental, sin que se encuentren por ninguna parte los enga?osos beneficios de una democracia directa. A mi juicio, suponen una traslaci¨®n de la responsabilidad del gobernante a los gobernados y los aboca, en la mayor¨ªa de los casos, a adoptar decisiones cuyo posterior desarrollo pr¨¢ctico resulta de una extrema dificultad, cuando no imposible; v¨¦ase, por ejemplo, el refer¨¦ndum griego.
La labor de gobernar no es f¨¢cil, es laboriosa y a menudo ingrata, pero un gobernante responsable no debe renunciar nunca a ella. Lo que resulta imprudente y fr¨ªvolo es devolver a los ciudadanos una responsabilidad que ellos nos encomendaron cuando dieron sus votos. No vale decir: ¡°Esto es muy dif¨ªcil, dec¨ªdelo t¨²¡±. Los ciudadanos ya decidieron cuando nos votaron, y esa responsabilidad no es de quita y pon. Desde mi perspectiva es as¨ª como deben funcionar las cosas, y es m¨¢s fiable aquel gobernante capaz de reconocer que no puede o no debe hacer algo que prometi¨® en campa?a que aquel que mantiene su palabra por encima del inter¨¦s general de su pa¨ªs.
Por si faltara alg¨²n argumento m¨¢s para rebatir el entusiasmo, a mi juicio injustificado, que despiertan este tipo de consultas, dir¨ªa que los referendos son unos instrumentos de decisi¨®n pol¨ªtica absolutamente vulnerables a las maniobras del populismo. Uno se puede presentar ante los electores esgrimiendo razones, ofreciendo posiciones moderadas o argumentando con solidez. Es lo que hicieron David Cameron y luego Theresa May. Sin embargo, puede ser barrido de plano en las urnas por consignas falaces, por mentiras obscenas o por el extremismo m¨¢s zafio. A diferencia de las elecciones parlamentarias, donde hay matices entre las distintas opciones pol¨ªticas, un refer¨¦ndum es una consulta binaria. O s¨ª o no. Y ante ese tipo de disyuntivas radicales los populismos, concretamente el peor de todos, el populismo nacionalista, se mueven con absoluta comodidad para desgracia de la convivencia ordenada y tranquila.
Cuando George Orwell escribi¨® Notas sobre el nacionalismo en 1945, trataba de explicar el mecanismo de funcionamiento de una enfermedad social que en buena medida era responsable de una guerra que dej¨® Europa reducida a escombros. ?l lo llama ¡°nacionalismo¡±, pero el fen¨®meno realmente es m¨¢s amplio y hoy podr¨ªamos definirlo con m¨¢s precisi¨®n como fanatismo identitario o extremismo populista. Seg¨²n sus palabras, se caracterizaba por el h¨¢bito de definir a masas de millones de personas como ¡°buenas¡± o ¡°malas¡± y la costumbre de identificarse con una idea o una naci¨®n por encima de cualquier otra consideraci¨®n y de cualquier restricci¨®n moral.
Del mismo modo que en los debates entre Ortega y Aza?a sobre Catalu?a encontramos los mismos argumentos que hemos visto reproducidos casi un siglo despu¨¦s sin apenas variaci¨®n alguna, ese peque?o ensayo de Orwell nos describe todos esos comportamientos que hoy denominamos como populismos nacionalistas y que empiezan a proliferar peligrosamente: el af¨¢n de poder, la tendencia supremacista y el absoluto desprecio hacia la realidad o a cualquier compromiso adquirido previamente. Cuando ese tipo de movimientos se producen en el seno de la Uni¨®n Europea, las instituciones comunitarias se convierten en el objeto preferido de sus diatribas.
Los ingleses votaron Brexit porque les convencieron de que el Reino Unido era mucho mejor que unos decadentes europeos empe?ados en imponerles normas que limitaban su soberan¨ªa. Les dijeron que recuperar¨ªan el control sobre su pa¨ªs, que los problemas relacionados con la inmigraci¨®n desaparecer¨ªan, que salir de Europa ser¨ªa r¨¢pido y sencillo, que se ahorrar¨ªan millones de libras esterlinas y que se conseguir¨ªa un acuerdo satisfactorio sin ning¨²n tipo de problema. Cualquier cosa menos aceptar las limitaciones de la realidad. El pensamiento genuinamente nacionalista se basa en la magia y en la voluntad: las cosas suceder¨¢n por arte de magia solo porque yo las deseo y la realidad se acomodar¨¢ a mis deseos por la sencilla raz¨®n de que yo estoy en el lado correcto de la historia. Las normas, las leyes, las posiciones ajenas e incluso la l¨®gica se convierten en molestos estorbos para sus planes. Esas borracheras de la autoestima nacional suelen terminar en duros despertares. Pero las consecuencias casi nunca las tienen que lidiar sus causantes.
Tal vez la crisis econ¨®mica y los problemas de gobernanza de la Uni¨®n han favorecido el resurgir de este tipo de movimientos. Quiz¨¢ los gobernantes hemos dado la impresi¨®n de ser ajenos a los sentimientos de la gente o nos hemos apresurado a dar por superados los nacionalismos sin entender que existe un af¨¢n de b¨²squeda de identidad arraigado en cada uno de nosotros. Tal vez hemos primado la racionalidad de la pol¨ªtica y la eficacia de los resultados olvidando la parte emotiva que anida en cada ser humano. Pero eso no quiere decir que la pura emotividad pueda ser un saludable argumento pol¨ªtico.
Delimitar en qu¨¦ punto el sano patriotismo deriva en un nacionalismo excluyente o agresivo constituye probablemente uno de los arcanos pol¨ªticos m¨¢s dif¨ªciles de solventar. Nuestro premio Nobel Camilo Jos¨¦ Cela lo defini¨® as¨ª: ¡°El nacionalista cree que el lugar donde naci¨® es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde naci¨® se merece todo el amor del mundo; y eso s¨ª es cierto¡±. Yo mismo he explicado en este libro lo que me gusta Espa?a: sus gentes, sus costumbres, sus paisajes e incluso su historia, con sus luces y sus sombras. Me he pasado media vida animando a la gente a hablar bien de Espa?a y a poner en valor todas sus fortalezas como pa¨ªs. Pero no necesito sentirme superior a ning¨²n otro sitio para disfrutar del m¨ªo. Entiendo adem¨¢s que, siendo un gran pa¨ªs, Espa?a, incluso Europa, no deja de ser un peque?o lugar en el mundo si nos comparamos con grand¨ªsimas potencias como Estados Unidos, China o con el gigantesco continente africano.
La vocaci¨®n de pertenencia a una comunidad, sea esta un pa¨ªs, una religi¨®n, una creencia pol¨ªtica o incluso un equipo de f¨²tbol, forma parte del car¨¢cter de cada uno de nosotros. Est¨¢ en nuestra naturaleza y no podemos librarnos de ella. Lo que s¨ª podemos hacer es el ¡°esfuerzo moral¡± ¡ªde nuevo Orwell¡ª de someterla a la aceptaci¨®n de la realidad: no somos mejores que nuestros vecinos, existen otras ideas tan respetables como las nuestras y podemos perder un partido sencillamente porque hemos jugado mal y no porque el ¨¢rbitro nos haya perjudicado. Aceptar la realidad supone admitir que nuestra voluntad y nuestros sentimientos no pueden ser las ¨²nicas gu¨ªas de nuestra conducta, por encima de cualquier otra consideraci¨®n.
La competitividad a que nos obliga la globalizaci¨®n, la transformaci¨®n de nuestras sociedades por el efecto de la inmigraci¨®n, el miedo a un futuro menos pr¨®spero o las normas que hemos asumido en el marco de nuestra integraci¨®n europea... cualquier excusa es buena para los nost¨¢lgicos que quieren volver a un pasado que ya es imposible o para los populistas que azuzan esos demonios internos que todos nos esforzamos en domesticar con el ¨²nico objetivo de llegar al poder y ponerlo a su servicio.
Si aceptamos la definici¨®n que Albert Einstein dej¨® del nacionalismo como una enfermedad infantil, ¡°el sarampi¨®n de la humanidad¡±, podr¨ªamos convenir que la Uni¨®n Europea es el resultado de la madurez, del af¨¢n por superar nuestros propios errores y nuestra historia. Europa es mucho m¨¢s que un mercado com¨²n o un mero sindicato de intereses compartidos, es, por encima de todo, una construcci¨®n moral, un proyecto hecho para la paz. Europa no naci¨® para anular nuestras identidades sino para someterlas a un principio superior que es el de la concordia y el respeto a los derechos de la persona. A mi entender sigue valiendo la pena apoyar esa idea frente a quienes no ofrecen m¨¢s que resentimiento y promesas vanas. Y hacer pedagog¨ªa sobre la bondad del proyecto europeo, lo que ha significado para nuestras vidas y lo que una Europa unida, fuerte y abierta al mundo nos puede ofrecer en el futuro.
Mariano Rajoy es licenciado en Derecho y registrador de la propiedad. Fue presidente del Gobierno de Espa?a por el PP de 2011 hasta 2018. Estos extractos son un adelanto editorial de sus memorias pol¨ªticas, ¡®Una Espa?a mejor¡¯, que Plaza & Jan¨¦s publica el 3 de diciembre.
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