El otro clima
Se destruye el tejido de la convivencia mediante la destrucci¨®n de los servicios compartidos
Hay un clima llamado meteorol¨®gico, que ocupa cada vez m¨¢s espacio en los informativos. Como ya no mandan a nadie a los conflictos b¨¦licos ni a reportajes complejos, resulta muy gratificante mostrar enviados en torrenteras, en nevadas y chaparrones tremendos. Pero hay otro clima mucho m¨¢s complicado de contar y que se derrama por las calles, tiene que ver con la convivencia, con el respeto mutuo. El otro d¨ªa presenci¨¦ un ejemplo clarificador de esta nueva circunstancia. Un se?or protest¨® porque no le gustaba la conversaci¨®n de la mesa vecina. Yo no he venido aqu¨ª para escucharle a usted, dijo, o algo parecido. En un mundo que cada vez imprime m¨¢s valor a la condici¨®n de burbuja, en el que se cotiza todo aquello que sirva para aislarte, para protegerte entre los tuyos y tus ideas, en estratificaciones elaboradas por similitudes y gustos compartidos, en ese mundo nada hay m¨¢s transgresor que la convivencia, la fuerza de pisar en terreno comunitario. Es ah¨ª donde lo p¨²blico, desde el transporte hasta la sanidad y la educaci¨®n, se convierten en la ¨²nica salvaci¨®n del sistema. No se enga?en, lo inc¨®modo que resulta tener que mezclarse con los dem¨¢s es inversamente proporcional al efecto enriquecedor sobre tus criterios.
Ese clima de intolerancia se precipita desde la utilizaci¨®n acr¨ªtica de los medios de informaci¨®n. Cada vez m¨¢s gente no quiere escuchar lo que le hace dudar. Tambi¨¦n desde la pol¨ªtica se ejerce una presi¨®n furibunda contra el acuerdo, se llama traidor a quien se sienta a escuchar al otro y se penaliza el pacto porque se insiste en la reivindicaci¨®n de las esencias. No es no, pero s¨ª nunca es s¨ª. Esas supuestas esencias son manipuladas seg¨²n sopla el viento, nunca se han mostrado m¨¢s a las claras las virtudes del oportunismo. Por todo ello convendr¨ªa una cumbre del clima, pero del otro clima, el del entendimiento. Para llevarla a cabo ser¨ªa necesario que los convocados entregaran a la entrada el arma m¨¢s mort¨ªfera que portan en la cartuchera. No es otra que la hipocres¨ªa. El arte de expresar lo contrario de lo que se piensa, por el cual se pueden ganar las elecciones con la promesa de acabar con las medidas ecol¨®gicas del Madrid Central y siete meses despu¨¦s convertirlo en el proyecto estrella de tu mandato. Se puede hacer campa?a satanizando el independentismo catal¨¢n y despu¨¦s convocarlo al pacto pa¨ªs.
Suerte que los electores ya son maduros y cuando votan dicen s¨ª, pero no, con un poquito de aunque, tres dosis de sin embargo y un volquete de ya veremos. Donde los ciudadanos son menos expertos es en identificar la degradaci¨®n de su convivencia por medio de la adulaci¨®n. Hay una despiadada campa?a por engrandecer tus vicios, tus rencores y tu miseria moral, convirti¨¦ndolos en la experiencia gratificante de vivir sin complejos. El ¨²ltimo informe educativo ha dicho que los alumnos madrile?os, por ejemplo, son los m¨¢s segregados de Espa?a. Se trata de alimentar la diferencia, dislocar en guetos la ciudad, provocar un escal¨®n social insostenible y luego ofrecer refugio, defensa armada y protecci¨®n privada. Destruir el tejido de la convivencia a trav¨¦s de destruir los servicios compartidos. La sanidad est¨¢ muy tocada por el m¨¦todo de saturarla, el transporte bajo los signos del abandono y la educaci¨®n por la sutileza de segregar, precarizar y desanimar. Todo ello en el clima de negaci¨®n de las virtudes de lo p¨²blico.
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