La virgen de la cueva
Espa?a, qu¨¦ suerte la tuya, qu¨¦ lavada y bonita estar¨¢s cuando entre el nuevo a?o, tras tanta agua ca¨ªda, tras tanto ruido
Al amanecer, todo es blanco cada d¨ªa. El cielo est¨¢ encapotado y jabonoso, se despiertan las ciudades ensopadas, el asfalto brillante de agua, las aceras resbaladizas. En los montes, est¨¢n enterradas las copas de los ¨¢rboles. Ya no se abren las nubes, no hay azul. A veces en la tarde unos rollizos cumulonimbus se ti?en de oscuridad, marr¨®n tierra, gris tristeza; entre medias, el ocaso intenta sus dibujos, pero acaba desistiendo. La ropa tendida se empapa, los resfriados se enquistan en los pechos. En la costa, un oc¨¦ano enfurecido como una inquietud. Es la borrasca Elsa. Esta costumbre humana de personificar cualquier calamidad, qu¨¦ tierna. Llamar a cada culpa por su nombre. En este caso, Elsa ha azotado la pen¨ªnsula con rachas de viento implacable, mala mar y lluvias torrenciales. Ella ya se est¨¢ yendo, pero le cede el testigo a Fabian, m¨¢s crudo y tormentoso, tambi¨¦n m¨¢s veloz. En la noche del jueves, desalojaron un pueblo de Las Hurdes porque se desbord¨® el r¨ªo. Los vecinos de Pinofranqueado grabaron con sus m¨®viles el caudal de agua marron¨¢cea, arrastrando alg¨²n veh¨ªculo, quiz¨¢ en el fondo del cauce los peces ciegos huyendo hacia la nada. Se o¨ªan risas nerviosas de fondo, porque a lo mejor esa noche fue lo m¨¢s borrascoso que les ocurri¨® en toda la semana, a lo mejor lo m¨¢s apabullante del mes. Los habitantes de Nerva, en la provincia de Huelva, uno de los lugares m¨¢s afectados por las lluvias, que se quedaron encerrados en sus coches mientras la riada los llevaba hacia la incertidumbre, ten¨ªan un humor distinto, igual que los vecinos inundados de Reinosa, en Cantabria. Elsa ya se est¨¢ yendo, pero ha dejado, entre otros, un muerto en la playa de Punta Umbr¨ªa, un windsurfista que decidi¨® salir a pelear. Dicen que la pr¨®xima borrasca atl¨¢ntica traer¨¢ olas de rascacielo, vientos que morder¨¢n de cuajo las ra¨ªces de los ¨¢rboles y un desasosiego invernal de final de a?o.
Llueve por el d¨ªa y por la noche, y en realidad no hace fr¨ªo. No tanto como deber¨ªa, al menos. Nunca rozamos la marca, ni siquiera ahora, que queda tan poco tiempo. Siempre un poco m¨¢s de lo debido, siempre un poco menos. Pero llover¨¢ hasta que todo acabe. Est¨¢ todo mojado y reluciente, parecemos un pa¨ªs del norte, una pen¨ªnsula altiva y verdosa. Llueve, y nos mojamos, nos desbordamos, se nos atascan los laberintos subterr¨¢neos que deben cumplimentar nuestra higiene y nuestra salud. No habr¨¢ queja. Esta culpa no es de nadie, ni siquiera nuestra.
En Madrid, a las puertas del Samur Social de la carrera de San Francisco, a los pies de la bas¨ªlica, se concentra un grupo de trabajadores. Llevan impermeables azules y algunos se cubren la cabeza con bolsas de pl¨¢stico que han comprado en el supermercado de al lado. La lluvia arrecia, y el aire se vuelve opaco. Apenas vemos lo que hay detr¨¢s de la cortina de chubasco, y ya se siente el rumor de marejada que agotar¨¢ el a?o 2019. ?No es cierto que el agua lo limpia todo? Es cierto, es m¨¢s cierto que nunca, ya se ven los efectos: la lluvia, imp¨ªa, se ha llevado a los refugiados, d¨®nde est¨¢n. Los ha limpiado del panorama. Deben de encontrarse en alg¨²n lugar, nunca a salvo, pero al menos no a la vista. La lluvia, indolente, se ha llevado tambi¨¦n a los vecinos que cada d¨ªa les ofrec¨ªan comida y consuelo. Se ha llevado la lluvia tantas cosas porque amenaza el final: los presupuestos de Ayuso se los ha llevado, se ha llevado el Gobierno que esperamos y a¨²n no tenemos, se ha llevado las urnas, las papeletas, los gritos a las puertas del Congreso. Se ha llevado la lluvia los recortes en educaci¨®n, sanidad y ciencia, se ha llevado las casas vac¨ªas y las ocupadas, se ha llevado a los desahuciados y a los corruptos. Va a llover largamente y ahora, all¨¢ al fondo del horizonte, puede verse a Greta Thunberg flotando en una balsa planetaria, alej¨¢ndose para siempre de nosotros. Llueve tanto que por fin el agua ha acabado con la selva amaz¨®nica en llamas, incluso con las ruinas de Notre Dame, con cualquier extremismo pol¨ªtico, con cualquier deuda impagable. En medio de la tormenta el viento ha borrado la huella de una Bolivia herida, ha apagado los fuegos de las calles de Chile, ha arruinado el crujido de Colombia y los errores de Israel, ha acallado las guerras y los pactos. Es un repiqueteo incansable de borrasca el que ha silenciado los cantos de las ni?as y los ni?os que, con adornos navide?os de bazar chino, bailaron en los teatros de los colegios, mientras sus familias lloraban por la infancia perdida. La sentencia del proc¨¦s quiz¨¢ siga despierta todav¨ªa. A lo mejor el Brexit. Y la violencia machista. Espa?a, qu¨¦ suerte la tuya, qu¨¦ lavada y bonita estar¨¢s cuando entre el nuevo a?o, tras tanta agua ca¨ªda, tras tanto ruido.
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