Un sistema desbordado deja sin techo a los refugiados
Los 95.000 solicitantes de asilo que llegaron este a?o ¡ªel doble que en 2018¡ª llenan la red de acogida. La solidaridad de vecinos impide que duerman en la calle
Claudia, Eduardo y sus dos hijos de 10 y 7 a?os han pasado tres noches esta semana durmiendo en el suelo de una parroquia de Madrid. En El Salvador, donde viv¨ªan, ten¨ªan buenos trabajos, pero huyeron de all¨ª por la extorsi¨®n de las maras. ¡°Nos ped¨ªan dinero constantemente, pero a la tercera ya no ten¨ªamos m¨¢s y empezaron las amenazas de muerte. Nos vigilaban. En septiembre nos llamaron por ¨²ltima vez y nos dijeron: ¡®El dinero que no pag¨¢is lo vais a gastar enterrando a vuestros hijos¡¯. Colgamos y decidimos vender todo¡±. La pareja desembarc¨® el jueves de la semana pasada en el aeropuerto de Barajas e inmediatamente fue a la comisar¨ªa para intentar registrar su demanda de asilo. Aseguran que traen pruebas de su persecuci¨®n y piden protecci¨®n. Las cuatro noches de hotel que reservaron terminaron y solo les quedan 50 euros. La quinta noche no tuvieron d¨®nde dormir. En teor¨ªa, el Estado debe encargarse de dar alojamiento a todos aquellos solicitantes de asilo que no tienen medios, al menos hasta que se resuelva su petici¨®n. Pero no lo consigue. Si no fuese por la solidaridad de vecinos, voluntarios y p¨¢rrocos, decenas de familias como la de Claudia y Eduardo dormir¨ªan cada noche sobre cartones en las calles de Madrid.
Este a?o han llegado a Espa?a unos 95.000 solicitantes de asilo. La Secretar¨ªa de Estado de Migraciones asume que no tiene capacidad para dar un techo a todos los que lo necesitan. Tampoco el Ayuntamiento de Madrid, que debe atender las emergencias sociales. Ninguna de las dos Administraciones tiene un plan que pueda ejecutarse a corto plazo. El resultado es una imagen que comienza a ser recurrente: familias enteras con ni?os que cada noche se acurrucan bajo mantas t¨¦rmicas a las puertas del Samur Social, el servicio municipal de la capital que, en ¨²ltima instancia, deber¨ªa evitar que duerman a la intemperie. Todos esperan una cama para dormir. No todos la consiguen.
Es medianoche. Martes. Hace un fr¨ªo h¨²medo: el term¨®metro marca seis grados. Otra familia salvadore?a, de siete miembros, se encoge bajo un andamio de la Carrera de San Francisco, la calle de la capital donde est¨¢ el edificio del Samur Social al que peregrinan los reci¨¦n llegados. Son la abuela, tres hermanas, el marido de una de las hermanas y dos nietos. A los peque?os ni siquiera se les ve, tapados con kilos de mantas y el abrazo de los padres. Los mayores solo ense?an los ojos bajo la ropa de abrigo. Est¨¢n muy apretados y, al moverse un poco, activan la alarma antirrobos del andamio que les cobija. El guardia de seguridad acude cuando oye la sirena. ¡°A ver si no os mov¨¦is mucho¡±, les pide bronco. Creen que si se marchan de all¨ª perder¨¢n su lugar en la lista de espera, pero el fr¨ªo es insoportable y deciden aceptar la oferta del padre Javier Baeza, que les ofrece unos colchones en la parroquia San Carlos Borromeo, en Vallecas.
La red nacional de acogida para solicitantes de asilo est¨¢ al borde del colapso. Las 95.000 demandas presentadas este a?o, entre las que hay un 20% de menores de edad, doblan pr¨¢cticamente las del a?o anterior. El ritmo es de 9.000 al mes. M¨¢s de un tercio de los solicitantes que han llegado a Espa?a este a?o son venezolanos, inmersos en una crisis humanitaria. Pero tambi¨¦n hay colombianos, hondure?os, nicarag¨¹enses y salvadore?os que escapan de la violencia de sus pa¨ªses. Todo apunta a que los n¨²meros, debido a la inestabilidad creciente en Am¨¦rica Latina, seguir¨¢n aumentando.
Red de vecinos?
Frente al Samur Social viven Eneko, Sandra y sus dos hijos. Desde su ventana han visto c¨®mo la cola de personas que duermen en la calle ha aumentado en los ¨²ltimos meses. Al final se decidieron a intervenir. Fue una noche de septiembre, cuando Sandra vio por primera vez que los trabajadores del servicio de emergencias dejaban en la calle a una pareja marroqu¨ª con cinco ni?os. ¡°Me pongo los botines y le digo a Eneko: ¡®Pues voy a bajar¡¯. Consigo hablar con el encargado de turno y me dice que no puede hacer nada. Me empiezo a desesperar y a llamar a conocidos que me pudieran ayudar. Uno de ellos me habla de la Iglesia del Padre ?ngel. Llamo all¨ª y me dicen que aunque no ten¨ªan camas libres pod¨ªan dormir en los bancos, as¨ª que los enviamos en dos Cabify. Empezamos a dar a conocer su caso a los medios, a hacer presi¨®n y a los dos d¨ªas se les aloj¨®¡±, cuenta la vecina. Ese mismo d¨ªa, Eneko y Sandra volvieron a ver a otra pareja sin techo que se dispon¨ªa a pasar la noche frente a su casa. En este caso eran venezolanos y ten¨ªan tres ni?os. Desde entonces no han parado de llegar familias.
Eneko y Sandra fueron la punta de lanza de un movimiento m¨¢s grande de solidaridad que suple la incapacidad de las instituciones. Hay otros vecinos, como Gabriela Garc¨ªa, que les llevan sopa todas las noches, pero tambi¨¦n abogados y p¨¢rrocos. Cocinan para las familias y les llevan mantas y ropa de abrigo y, cuando no hay m¨¢s suelo en las iglesias, los alojan en sus casas o les pagan una pensi¨®n.
El sistema de asilo espa?ol solo concede alg¨²n tipo de protecci¨®n a uno de cada cuatro solicitantes, una de las tasas m¨¢s bajas de Europa, as¨ª que la inmensa mayor¨ªa ver¨¢ rechazada su petici¨®n. Espa?a, por ejemplo, no reconoce como refugiado a pr¨¢cticamente ninguno de los centroamericanos que, hostigados por la violencia, no encuentran protecci¨®n en su propio pa¨ªs. Los venezolanos tambi¨¦n suelen quedarse fuera, pero a ellos el Gobierno les concede un permiso de residencia y trabajo de un a?o por razones humanitarias. En todos los casos, de cualquier forma, mientras se estudia su situaci¨®n la ley les permite vivir regularmente en Espa?a y a los seis meses, trabajar.
Un sistema insuficiente
La Secretar¨ªa de Estado de Migraciones tiene la obligaci¨®n de acoger a los m¨¢s vulnerables, pero est¨¢ fallando. Nadie se prepar¨® para estos n¨²meros. Espa?a, que hasta ahora ve¨ªa en la distancia el desaf¨ªo que asum¨ªan sus socios europeos con la llegada de miles de refugiados, se ha colocado entre los cinco pa¨ªses de la UE que m¨¢s demandas recibe, a poca distancia de Francia y Alemania. El Defensor del Pueblo lleva desde 2013 advirtiendo de las graves deficiencias del sistema.
Margareth Yanett Jim¨¦nez y Julio C¨¦sar Aponte son una pareja de funcionarios venezolanos que desde el 15 de julio tambi¨¦n duermen en la parroquia San Carlos Borromeo. Tienen dos ni?os mellizos de ocho a?os, Sarah Valentina y Mois¨¦s Nicol¨¢s. La ni?a rompi¨® a llorar el viernes de la semana pasada cuando, tras ver que llegaban nuevas familias de solicitantes de asilo, cre¨ªa que iban a perder la suerte de almac¨¦n donde duerme junto a sus padres. ¡°Hace tres meses que nos reunimos con una trabajadora social de la Secretar¨ªa de Migraciones para que nos buscase un sitio donde vivir¡±, cuenta Jim¨¦nez. No tuvieron m¨¢s noticias hasta el viernes 22. ¡°La trabajadora nos llam¨® y nos dijo que el lunes nos dir¨ªan a qu¨¦ sitio ir. Gloria a Dios¡±, celebr¨® Jim¨¦nez. Diez minutos despu¨¦s lleg¨® el jarro de agua fr¨ªa: se hab¨ªan equivocado con el n¨²mero de plazas y no les correspond¨ªa ninguna. Hasta que les vuelvan a llamar. Durante los cuatro meses que la familia Aponte Jim¨¦nez lleva en la parroquia se ha dedicado a ayudar a los que van llegando. Les acompa?an a poner las demandas de asilo, les indican d¨®nde gestionar los papeles y qu¨¦ documentos hay que llevar. A Julio C¨¦sar Aponte, agotado mentalmente de tanto llamar y esperar en vano, los voluntarios de la parroquia ya le conocen como ¡°el conserje¡± o ¡°el monaguillo¡±.
El primer escollo administrativo que encuentra el solicitante de protecci¨®n internacional est¨¢ en el Ministerio del Interior. La Oficina de Asilo, con un programa inform¨¢tico de los noventa y el mismo personal desde hace 26 a?os, ha sido un departamento tradicionalmente olvidado. Solo el a?o pasado se puso en marcha un plan de choque con m¨¢s funcionarios y medios con los que se ha quintuplicado el ritmo de resoluci¨®n. Pero no es suficiente. Por cada dos solicitudes que entran se resuelve solo una. En los cajones hay m¨¢s de 120.000 expedientes abiertos. Casos que deber¨ªan cerrarse en unas semanas, pueden llevar hasta dos a?os.
Interior se ocupa de tramitar las solicitudes, pero la Secretar¨ªa de Estado de Migraciones, dependiente de otro ministerio, el de Trabajo, ha de gestionar el alojamiento de los que no tienen d¨®nde vivir. El departamento de Consuelo Rum¨ª ha estirado la red de acogida de 11.400 camas a 14.000 en el ¨²ltimo a?o, pero, aunque var¨ªa seg¨²n la semana, sigue habiendo miles de personas en lista de espera que duermen donde pueden. Como la familia Aponte o la familia de El Salvador cobijada bajo el andamio. ¡°No tenemos suficientes recursos para responder al ritmo de llegadas actual¡±, afirman fuentes de Migraciones. ¡°Si se resolviese con m¨¢s agilidad, se descartar¨ªan expedientes y se aliviar¨ªa el sistema. As¨ª podr¨ªamos dar una respuesta adecuada¡±, se?alan apuntando a Interior.
El desbordamiento del Estado obliga a los Ayuntamientos a hacerse cargo de los solicitantes que quedan fuera del sistema y ha llevado a ciudades como Madrid, puerta de entrada de casi la mitad de ellos, y Barcelona, el segundo destino, a atender un perfil desconocido en Espa?a de personas sin hogar: familias extranjeras con ni?os.
¡°Si esto no se aborda, seguiremos teniendo ni?os en la calle durante todo el invierno¡±, mantiene el concejal de Familias, Igualdad y Bienestar Social de Madrid, Jos¨¦ Aniorte, de Ciudadanos. ¡°Ning¨²n Ayuntamiento del mundo puede soportar esta presi¨®n¡±, asegura el edil, que dedica un cuarto de las 4.000 plazas para gente sin hogar a solicitantes de asilo. Su hom¨®logo en Barcelona, el concejal Marc Serra (Barcelona en Com¨²), asegura que la ciudad tiene una alta demanda de alojamiento que antes no exist¨ªa y que cada noche dan cobijo a cerca de 150 migrantes, la mayor¨ªa solicitantes de asilo de los que deber¨ªa ocuparse Migraciones. Todas son familias con menores. Serra reconoce que tambi¨¦n se queda gente en la calle, pero nunca con un perfil tan vulnerable. ¡°En t¨¦rminos cuantitativos puede no ser mucho, pero hay familias desatendidas que acabamos asumiendo nosotros. Es lo suficientemente grave como para este sea un tema prioritario¡±, advierte.
El volumen de solicitudes y la consecuente crisis de gesti¨®n ha llevado al Gobierno socialista a endurecer su discurso y hablar de ¡°abuso¡± en el sistema. ¡°Vemos con preocupaci¨®n la utilizaci¨®n de la solicitud de asilo como v¨ªa de entrada a Espa?a por personas que van a ver denegada su petici¨®n porque no tienen perfil de beneficiario de protecci¨®n internacional¡±, advierten fuentes de la Secretar¨ªa de Estado de Migraciones. Y aqu¨ª reside la paradoja. El tap¨®n que alarga los plazos de resoluci¨®n perjudica al conjunto de los solicitantes de asilo, pero ha acabado convirti¨¦ndose en una puerta para miles de personas que pretenden mudarse a un pa¨ªs al que resulta extremamente complicado migrar de forma regular.
Las ONG piden que se flexibilice el modelo
Las organizaciones que trabajan con refugiados ven en esta crisis la oportunidad de repensar el modelo de atenci¨®n a los solicitantes de asilo. El sistema espa?ol consta de tres etapas con una duraci¨®n de 18 meses, ampliable a dos a?os para los m¨¢s vulnerables. Cada fase busca dar la m¨¢xima autonom¨ªa a los potenciales refugiados para que dejen de depender del sistema. Se les ense?a castellano, a buscar un trabajo o a lidiar con la burocracia. Una de las principales cr¨ªticas de las ONG es que aunque sobre el papel deber¨ªa dise?arse un itinerario personalizado para cada caso, en la pr¨¢ctica, una familia latinoamericana acaba siguiendo los mismos pasos que una familia siria. ¡°Es un modelo muy inflexible en el que todas las personas pasan por el mismo proceso, independientemente de sus necesidades. As¨ª hay personas que pueden ser aut¨®nomas en pocas semanas y que permanecen tanto tiempo como el solicitante que necesita m¨¢s ayuda¡±, explica Paloma Garc¨ªa Varela, miembro de Plat Refugio, un grupo de 15 organizaciones implicadas en la defensa de las personas refugiadas. ¡°El modelo no contempla que hay gente que necesita una ayuda puntual pero que tiene familia que le puede acoger y acaba igualmente residiendo en un recurso de acogida¡±.
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