Poder dormir es mucho m¨¢s que descansar para las personas sin hogar
Las consecuencias a corto y largo plazo de no hacerlo pueden ser devastadoras
"Lo primero es encontrar algo para comer. Luego, un sitio para descansar donde no te roben. Y as¨ª todos los d¨ªas", cuenta Marco, un hombre de unos 50 a?os que vive en las calles de M¨¢laga. Es una de las 33.000 personas sin hogar ¡ªseg¨²n cifras del Gobierno¡ª y el relato de su cotidianeidad asusta. Dormir en la calle es estresante. Marco tiene que hacerlo con un ojo abierto y otro cerrado por miedo a que le quiten su documentaci¨®n o, lo que es peor, que le den una paliza. Descansa en el suelo o sobre un viejo colch¨®n. El fr¨ªo le cala hasta los huesos cada noche y la humedad le deja entumecido. En global, una situaci¨®n terrible para su salud. "Para dormir bien hay que respetar una serie de normas de higiene del sue?o", dice Victoria Fern¨¢ndez, especialista en neurofisiolog¨ªa cl¨ªnica. Cita algunas: condiciones estables de temperatura, ausencia de luz y ruido o posibilidad de relajarte. Justo las que personas como Marco no pueden tener.
La privaci¨®n del descanso empeora, a corto plazo, el estado de ¨¢nimo y aumenta la ansiedad, irritabilidad y la depresi¨®n. En el largo plazo, genera disfunciones del sistema que hacen envejecer mucho m¨¢s r¨¢pido, favorecen el desarrollo del Alzheimer y generan problemas card¨ªacos y cerebrales. Las conclusiones de un reciente estudio publicado en la revista Jama Internal MedicineTras, son demoledoras: tras entrevistar a 3.453 personas sin hogar, los investigadores franceses Damien Leger, Jean-Baptiste Richard y Beck Fran?ois concluyeron que dormir menos de seis horas por noche se asocia con un mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, depresi¨®n, ansiedad, dolor y accidentes. "Cuidar el sue?o es primordial para la salud: es un 'reseteo' que el organismo necesita para afrontar un nuevo d¨ªa", dice Fern¨¢ndez, tambi¨¦n coordinadora del Servicio de Neurofisiolog¨ªa cl¨ªnica del Hospital Regional de M¨¢laga.
La hostilidad de las ciudades
Los expertos aseguran que el primer paso para que una persona pueda salir de la exclusi¨®n social que supone el 'sinhogarismo' es tener un lugar donde descansar, dormir ¡ªprofundamente, sin sobresaltos¡ª y tener cierta intimidad. Un espacio de referencia, que les ofrezca seguridad y puedan sentirlo como suyo. Algo que dificulta la llamada arquitectura hostil, que es la tendencia de instalar en el entorno urbano elementos que impidan una supuesta utilizaci¨®n indebida del mismo. Un buen ejemplo son los bancos con varios reposabrazos que impiden a cualquier persona tumbarse con un m¨ªnimo de comodidad. Tambi¨¦n lo son las p¨²as 'antimendigos' que se hicieron tristemente famosas en Londres, los bancos individuales, la instalaci¨®n de bolas o elementos con ¨¢ngulos que impiden sentarse, vallas que no permiten el acceso a recintos como parques y jardines, barras en soportales y jardineras con inclinaci¨®n que imposibilitan tumbarse.
M¨¢s all¨¢ de que el mobiliario urbano sea amable, la existencia de albergues donde las personas sin hogar puedan acudir a pasar la noche, ducharse, comer algo caliente o tomar una siesta supone un paso adelante b¨¢sico para que normalicen sus vidas. Es tambi¨¦n una forma de conseguir una "estabilidad emocional y f¨ªsica para enfrentarse a los retos que supone vivir en la calle", dice Ver¨®nica Baena, responsable provincial del proyecto Atenci¨®n a Personas sin hogar de Cruz Roja en M¨¢laga. En eso consiste el proyecto Calor y caf¨¦ de C¨¢ritas, que ofrece refugios en varios de sus locales para la noche ¡ªaunque sea una butaca¡ª, la posibilidad de tomar algo caliente y descansar bajo techo.
Una espiral peligrosa
"Estar sin hogar es mucho m¨¢s que estar sin techo", insiste Enrique Dom¨ªnguez, responsable de Personas sin Hogar de C¨¢ritas. El problema tambi¨¦n lo agrava la burocracia. Sin una direcci¨®n, pocos ayuntamientos permiten el empadronamiento (aunque est¨¢n obligados por ley, incluso si su direcci¨®n es un banco de un parque). Y?la exclusi¨®n es una espiral muy peligrosa: la ausencia del padr¨®n supone pr¨¢cticamente la p¨¦rdida de la ciudadan¨ªa. "Acceder a una tarjeta sanitaria as¨ª es casi imposible y, mucho m¨¢s, un empleo", dice Dom¨ªnguez, que se pregunta: "?Te imaginas encontrar un trabajo y que no tengas direcci¨®n para dar a la empresa ni un sitio en el que descansar para rendir al d¨ªa siguiente?".
Mientras algunas entidades destacan que el primer paso es encontrar un alojamiento colectivo de emergencia para, poco a poco, ir optando a otros m¨¢s estables e individuales, desde Hogar S¨ª no ven necesario este sistema de pelda?os. El alojamiento p¨²blico conlleva una alta itinerancia, lo cual impide un uso normalizado de otros recursos b¨¢sicos, concluye un estudio realizado por esta ONG. "Los albergues y alojamientos as¨ª son recursos de emergencia que no solucionan el problema del 'sinhogarismo", aclara su director general Jos¨¦ Manuel Caballol. Hay necesidades como la intimidad, la seguridad ontol¨®gica, la libertad de elegir horarios, la capacidad de realizar un proyecto de vida o la simple capacidad de poder recibir a otras personas que solo pueden cubrirse con una vivienda. "Son las cosas que permiten que los esfuerzos para la integraci¨®n funcionen", destaca Caballol.
As¨ª, la entidad ofrece 300 viviendas individuales, repartidas por casi toda la geograf¨ªa espa?ola, para personas sin hogar, que pasan directamente de la calle a estos alojamientos. A cambio, solo tienen que citarse al menos una vez a la semana con personal de la entidad para acompa?arles en el proceso de integraci¨®n. Y parece que funciona: el 90% de las personas que han entrado a residir en estas viviendas siguen en ellas dos a?os despu¨¦s. La organizaci¨®n destaca que la mejora es evidente en cuestiones como la salud, el bienestar, la recuperaci¨®n de relaciones familiares o la seguridad. Descansar y dormir, sin duda, es el primer paso para una mejor calidad de vida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.