Por qu¨¦ desayunar no ayuda a perder peso pero s¨ª a ser m¨¢s feliz
Un estudio cuestiona que esta comida sea ¨²til cuando est¨¢s a dieta, pero es un placer cotidiano que refuerza la individualidad y la libertad
Han tumbado el desayuno de un plumazo. Hasta hace poco, la primera comida del d¨ªa era venerada como la m¨¢s importante de la jornada, y algunos llegaron a difundir que aplicarse cada ma?ana en mojar unas tostadas en el caf¨¦ era el mejor m¨¦todo para prevenir la obesidad, toda una lecci¨®n de nutrici¨®n. Eran los mismos que hablaban de las bondades de las cinco comidas al d¨ªa. Pero un estudio publicado el 30 de enero en la revista The British Medical Journal, llevado a cabo por cient¨ªficos australianos, ha desmontado la idea. "La adici¨®n del desayuno puede no ser una buena estrategia para peder peso", sentenciaba. Si ayunas, adelgazas, ven¨ªa a decir. Suficiente para que la buena fama de este momento haya quedado en entredicho.
Vale. Puede que empezar cada jornada con un modesto piscolabis no ayude a bajar de peso, pero supone un ritual beneficioso en muchos otros aspectos. Forma parte de esa sucesi¨®n de rutinas matinales que nos aportan orden y serenidad antes de arrojarnos al frenes¨ª laboral. Algunos no podemos salir a la calle si antes no hemos tomado un caf¨¦ con leche bien caliente y una rebanada de pan tostado con aceite de oliva. Solo entonces tenemos la sensaci¨®n de que ha comenzado el d¨ªa. Pero esta comida es mucho m¨¢s que eso.
Un ritual y un peque?o gran placer de la vida
El desayuno es uno de los peque?os gestos cotidianos que nos aportan dignidad. Lo explica de maravilla Ismael Grasa en su libro La haza?a secreta (Turner, 2018). El fil¨®sofo y novelista viene a decir que si nos esmeramos en los peque?os detalles de nuestra existencia, nos respetaremos m¨¢s a nosotros mismos; y si todos lo hacemos viviremos en una sociedad mejor. El libro arranca precisamente alabando la armon¨ªa de las primeras actividades diarias: hacer la cama, asearse, afeitarse (en el caso de los hombres)¡
"Lo esencial es buscar el alma y la belleza de las cosas", cuenta en una pausa de una tutor¨ªa en la Universidad de Zaragoza, donde imparte clases de Filosof¨ªa. "La idea es sacar de todos los momentos una ocasi¨®n de disfrute. El placer de no levantarse con el tiempo justo, sino poder sacar incluso un rato de lectura: eso da sentido a todo lo que viene despu¨¦s. De lo contrario, si levantarse es angustioso y el trayecto al trabajo es tambi¨¦n angustioso, se justifica esa publicidad de 'Esc¨¢pate', como si las ciudades no fueran un lugar donde encontrar el sosiego, el reposo, la sabidur¨ªa... Lo dem¨¢s son excusas que atribuimos al sistema, y este en buena medida somos nosotros".
El desayuno encaja perfectamente en ese elogio de los peque?os placeres. "Se habla de ciertos ceremoniales que tienen su sentido en el h¨¢bito de comer, en los cubiertos, en que la comida tenga un principio y un final. Es fundamental para tener la sensaci¨®n de que no solo estamos comiendo sino que estamos formando parte de cierta clase de acto social, aunque sea dom¨¦stico. Se trata de ganar un espacio a la individualidad y la libertad a trav¨¦s de cosas que son aparentemente externas pero que tienen un trasfondo", explica Grasa.
Es solo un caf¨¦... hasta que te quedas sin ¨¦l
Todo lo que rodea al desayuno es gratificante. Tras el descanso nocturno, sacia nuestro apetito. Refuerza nuestra individualidad, por cuanto mientras lo habitual es que los miembros de una familia almuercen y cenen lo mismo, el desayuno lo dise?a cada uno a su antojo. Est¨¢n los forofos de las tostadas, los devotos de los huevos revueltos, los incondicionales de los churros y las porras, los defensores del cruas¨¢n artesanal¡ Tengo tres hijas peque?as, a las que preparo el desayuno cada ma?ana: una toma leche con galletas; otra, cacao con madalenas; la tercera, cacao con bizcochitos. La diversidad es inmensa; en Espa?a desayunamos hasta los postres.
Incluso entre los partidarios del caf¨¦ hay un sinf¨ªn de variantes. No hay m¨¢s que apostarse a la barra de un bar para escuchar la amplia gama de peticiones: solo, cortado, con leche (entera, desnatada o semi), en taza o en vaso, con leche fr¨ªa, templada o caliente, con az¨²car o edulcorante¡ El desayuno es una de las pocas cosas del d¨ªa que hacemos como nos da la gana, una libertad que nadie nos puede arrebatar. ?Y lo importantes que nos sentimos cuando, en medio de ese amplio n¨²mero de posibles combinaciones, el camarero sabe, porque somos clientes habituales, que nos gusta es el caf¨¦ con leche templada, entera, en vaso y con az¨²car moreno!
El desayuno es una de las pocas cosas del d¨ªa que hacemos como nos da la gana, una libertad que nadie nos puede arrebatar
El propio aroma del caf¨¦ resulta subyugante. Es como tener m¨²sica de fondo. Luego est¨¢n los desayunos de vacaciones. Los que preparamos y degustamos en familia, alegres, planificando una jornada en la playa o la monta?a; o los op¨ªparos que zampanos en el buf¨¦ de un hotel, donde nos damos el capricho de aderezar el men¨² habitual con huevos, embutidos, quesos, tartas o frutas ex¨®ticas. Se han dado casos de hu¨¦spedes que, en esas condiciones, se toman hasta dos o tres caf¨¦s seguidos y esconden viandas en un bolso para que ese monumental desayuno dure, por lo menos, hasta mediod¨ªa.
Ser¨ªa arriesgado afirmar que desayunar nos hace felices, pero no cabe duda de que dedicar atenci¨®n a los peque?os gestos cotidianos nos hace sentir bien. Y si los encadenamos, si llenamos el d¨ªa de ellos, nuestra sensaci¨®n de bienestar adquiere continuidad. Como dice el psic¨®logo Jos¨¦ El¨ªas, director del gabinete que lleva su nombre en Madrid, "vivimos ansiosos por encontrar o propiciar grandes momentos placenteros de felicidad en nuestra vida, pero de esos hay pocos, y con esa actitud nos perdemos lo que nos hace plenamente felices, los muchos peque?os placeres que la vida nos regala, que nos hacen vivir en un aqu¨ª y ahora relajado, pleno y lleno de felicidad, adem¨¢s de generar una sensaci¨®n de plenitud y satisfacci¨®n permanente".
Ser¨ªa arriesgado afirmar que desayunar nos hace felices, pero no cabe duda de que dedicar atenci¨®n a los peque?os gestos cotidianos nos hace sentir bien.
En efecto, identificamos las grandes alegr¨ªas ¡ªel nacimiento de un hijo, un premio, terminar unos estudios, un ascenso en el trabajo¡ª como inequ¨ªvocos instantes de felicidad, pero estos se producen de forma tan espor¨¢dica que se pueden contar con los dedos de una mano. Es por eso que algunos pensadores ponderan las peque?as alegr¨ªas. El antrop¨®logo franc¨¦s Marc Aug¨¦ acaba de publicar un libro precisamente titulado as¨ª (Las peque?as alegr¨ªas; ?tico de los Libros, 2019), en el que sostiene que esos modestos momentos de dicha nos ense?an mucho sobre nuestra identidad y nuestras relaciones con los dem¨¢s. "Tomar un caf¨¦ no nos procura siempre una satisfacci¨®n particularmente intensa", escribe Aug¨¦. "Pero basta con vernos privados de esas peque?as libertades para apreciarlas y, a¨²n m¨¢s, para echarlas de menos; entonces nuestra reivindicaci¨®n se vuelve m¨¢s modesta y esencial a la vez. Como si nos di¨¦ramos cuenta de repente del hilo que enlaza nuestros d¨ªas y que nos ayuda a vivir".
En 2012, un grupo de psic¨®logos de varias universidades estadounidenses reclut¨® a casi mil personas que se defin¨ªan como buscadores de felicidad, y les preguntaron acerca de sus h¨¢bitos. Las dos actividades que llevaban a cabo con m¨¢s frecuencia para intentar alcanzarla eran, por este orden, la "evaluaci¨®n y seguimiento de objetivos" (cosa que hac¨ªa el 98% de ellos) y "saborear el momento" (el 70%). Pues si de saborear se trata, nada como el caf¨¦ de primera hora de la ma?ana.
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