Buenas hijas del patriarcado
Muchas mujeres de mi generaci¨®n crecimos leyendo 'Esther y su mundo', un c¨®mic que reafirmaba con un halo de modernidad todos los valores de los colegios de monjas
Su figura dibujada ocupa toda la p¨¢gina en vertical. Es una chica delgada, morena, con dos coletas bajas algo infantiles anudadas con un lazo rojo. Est¨¢ en ropa interior, tambi¨¦n roja y tambi¨¦n algo infantil, el sujetador cubre unos pechos peque?os, tiene la cintura estrecha, las piernas largas y estilizadas. Se sujeta una cinta de medir en torno a las caderas y, mientras se mide, piensa que no le extra?a conservar la l¨ªnea, con todos los disgustos que se lleva, aunque preferir¨ªa ser gorda y feliz. En la siguiente vi?eta, en un primer plano, Esther se lo piensa dos veces: ¡°Aunque, bien pensado, a Juanito le gustan delgaduchas¡±. Si eres mujer y tienes m¨¢s de 40 a?os sabr¨¢s qui¨¦n es Esther: la protagonista de Esther y su mundo, los comics de origen brit¨¢nico con los que crecimos muchas mujeres de mi generaci¨®n.
Cada cap¨ªtulo de la vida de Esther era una lecci¨®n. En uno de ellos, su madre recibe la carta de una amiga que la invita a Liverpool. Mientras sirve la comida y su marido lee el peri¨®dico, la madre expone la posibilidad de ir a verla. ?l, sin levantar la vista de su lectura, se opone con un ¡°no puedes, cari?o, ?qui¨¦n cuidar¨¢ de la peque?a?¡±. Esther, que es buena y sacrificada, se ofrece a llevar la casa esos d¨ªas y cuidar de su hermanita, pero en las siguientes vi?etas todo sale mal: quema la comida en el horno, no sabe planchar, su padrastro pasa hambre. Para colmo, su madre tiene un grave desmayo durante el viaje y su amiga, que resulta ser una pesada, se instala en casa para cuidarla. Moraleja: si eres madre, no abandones a tu familia y si eres hija, aprende tus labores a tiempo para poder cuidar a los dem¨¢s como Dios manda. Las mujeres est¨¢n destinadas a los cuidados y a gustar a los hombres manteniendo, eso s¨ª, comportamientos virtuosos. Cuando alguna de las protagonistas (Esther, su madre, su hermana Carol, su amiga Rita) se salen del patr¨®n, pagan las consecuencias.
Alguna vez me han preguntado por mis primeras lecturas. Siempre hablo de Momo, de Michael Ende, porque fue el primer libro que me hizo consciente del poder de la imaginaci¨®n para superar la soledad y el miedo. Nunca he mencionado Esther y su mundo pero tengo que reconocer que si bien no dir¨ªa que pertenece a mi canon literario, me temo que s¨ª influy¨® en la conformaci¨®n de mi mundo de ni?a y en mi educaci¨®n sentimental. La obsesi¨®n de Esther por no ser lo suficientemente guapa, su tendencia al auto-desprecio, la creencia de que la delgadez es belleza, el sentimiento de culpa al menor acto de rebeld¨ªa, el deseo de complacer, el impulso de servir, la normalidad con la que se aceptaba la diferente educaci¨®n en cuidados y tareas de casa de las chicas frente a nuestros hermanos. Todos los valores patriarcales y heteronormativos que aparec¨ªan en este comic reafirmaban, con un falso halo de modernidad, aquellos que recib¨ªamos las desafortunadas que ¨ªbamos a colegios de monjas.
Con esto no quiero menospreciar el talento de su ilustradora, la recientemente fallecida Purita Campos. Esther y su mundo es, al fin y al cabo, hija de su tiempo. En mi caso Momo fue m¨¢s fuerte que Esther, pero me pregunto cu¨¢nto de la ¨²ltima influy¨® en la manera en la que de ni?as nos imagin¨¢bamos como futuras buenas hijas del patriarcado. Y cuando muy pronto algunas rechazamos esa imagen contraria a nuestros deseos, cu¨¢nto auto-desprecio y auto-exigencia, culpa y sacrificio mal entendido siguieron enturbiando nuestros comportamientos.
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