Por qu¨¦ acabar con la desigualdad es la salvaci¨®n del capitalismo
El mundo necesita una transformaci¨®n tan radical como la que se produjo entre el feudalismo y la sociedad de mercado. Acabar con la inequidad exige controlar el car¨¢cter depredador de las finanzas
Dos grandes fantasmas se ciernen sobre la humanidad. Uno es la extinci¨®n r¨¢pida a consecuencia de una guerra nuclear a gran escala, o un planeta t¨®xico resultado de un conflicto at¨®mico m¨¢s limitado como ya se?al¨® en su d¨ªa el brillante f¨ªsico Andr¨¦i S¨¢jarov; el otro es una extinci¨®n m¨¢s lenta por efecto de un calentamiento global desbocado. Ganar la carrera a esta amenaza exige el mayor esfuerzo de planificaci¨®n, inversi¨®n, educaci¨®n p¨²blica y seguridad social de la historia de la humanidad, es decir, la madre de todos los new deals.
A pesar de ello, los economistas adeptos al paradigma dominante han frustrado cualquier intento de afrontarlo. Por ejemplo, es ilusorio pensar que para abordar procesos econ¨®micos que tendr¨¢n efectos extensos e inciertos dentro de 50 o 100 a?os basta con aplicar mecanismos de mercado actuales, como poner un precio o un impuesto a las emisiones de carbono. Y, sin embargo, un economista de primera fila de la Administraci¨®n del expresidente estadounidense Barack Obama (uno de los buenos, en t¨¦rminos relativos) me comunic¨® justo esta misma idea hace unos a?os, precisando que su ¡°Hayek interior¡± estaba hablando a trav¨¦s de ¨¦l. En el mundo real, necesitamos una ciencia econ¨®mica capaz de integrar recursos, estabilidad social y medio ambiente en un marco realista a largo plazo.
El sector financiero es incapaz de proporcionar una direcci¨®n estrat¨¦gica a la econom¨ªa real
En mi trabajo reciente trato dos temas relevantes respecto a este problema. Uno tiene que ver con el crecimiento econ¨®mico en el siglo XXI, en particular tras la crisis financiera de 2008. El otro afecta al alcance y el significado de las desigualdades econ¨®micas. Ambos son factores que capacitan y limitan respectivamente nuestros esfuerzos por dar respuesta a las amenazas a la vida. Aunque trabajemos para evitar la guerra nuclear y mitigar el calentamiento global, tambi¨¦n tenemos que mantener un sistema en funcionamiento que proporcione a la poblaci¨®n mundial un nivel de vida digno. De lo contrario, la gente se opondr¨¢ a la gran transformaci¨®n que, debido sobre todo a la amenaza clim¨¢tica, se impone. La inestabilidad econ¨®mica permanente nos atar¨¢ de manos permanentemente.
El camino desde Hayek
Para los economistas convencionales, la econom¨ªa de mercado es un sistema que se estabiliza a s¨ª mismo. Por citar el ejemplo m¨¢s clamoroso de esta visi¨®n de las cosas, estos especialistas interpretaron la gran crisis financiera de 2008 como una conmoci¨®n imprevista y, de hecho, imprevisible.
Esta interpretaci¨®n resultaba ¨²til porque proteg¨ªa a quienes la sosten¨ªan frente a la acusaci¨®n de que deber¨ªan haber visto venir la crisis y haber tomado medidas para evitarla. En aquellos a?os, durante una de mis escasas apariciones en la televisi¨®n estadounidense, propuse que como repuesta a la crisis deber¨ªamos aplicar el principio naval de la ¡°responsabilidad de mando¡±, seg¨²n el cual, cuando un barco encalla, el capit¨¢n es relevado inmediatamente y m¨¢s tarde una comisi¨®n de investigaci¨®n determina si fue realmente responsable. La propuesta no fue bien recibida. Los capitanes volvieron a ser nombrados para la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro y a uno de ellos se lo llevaron de la Universidad de Harvard para ponerlo al servicio de la Casa Blanca.
Pero la verdad es que no se puede culpar a los economistas convencionales por adoptar esa postura. Lo contrario habr¨ªa equivalido a arrojar dudas sobre la primac¨ªa intelectual de sus ideas. Por consiguiente, era necesario ignorar a quienes s¨ª vieron venir la crisis. Y fueron muchos, algunos en los m¨¢rgenes de las instituciones acad¨¦micas, otros en el mundo de las finanzas.
Al igual que en el ¡®New Deal¡¯ original, el primer paso tiene que ser una reforma financiera
La versi¨®n de la ¡°conmoci¨®n imprevisible¡± implicaba adem¨¢s que despu¨¦s de la crisis vendr¨ªa la recuperaci¨®n. Al fin y al cabo, si la estabilidad y el autoequilibrio est¨¢n en la naturaleza del sistema, el modelo predice una vuelta autom¨¢tica a la norma anterior a la crisis. Pero, si bien es cierto que en la corriente dominante muchos prestaban o¨ªdos al Hayek que llevan dentro, los keynesianos tambi¨¦n se hac¨ªan o¨ªr. Sin embargo, puesto que a ese bando no le faltaban tampoco v¨ªnculos importantes con el pensamiento dominante, solo pudo reunir una oposici¨®n relativamente poco significativa y sostener que a la inevitable recuperaci¨®n le vendr¨ªa bien un poco de est¨ªmulo.
Nunca pens¨¦ que las cosas ser¨ªan tan simples. En mi libro de 2014, El fin de la normalidad, propuse una perspectiva alternativa fundamentada en cuatro hip¨®tesis amplias. Todas ellas ofrec¨ªan razones para prever que el futuro curso de la recuperaci¨®n y el comportamiento econ¨®micos iban a ser estructuralmente inferiores al escenario vaticinado por los economistas educados en la creencia de que la segunda mitad del siglo XX fue normal. En pocas palabras, llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que, en las d¨¦cadas posteriores a la crisis, el crecimiento y el empleo ser¨ªan m¨¢s d¨¦biles que en las anteriores.
Menor rentabilidad de la energ¨ªa y el capital
La primera hip¨®tesis hac¨ªa referencia al aumento del coste real (ajustado a la inflaci¨®n) de los recursos, en particular de la energ¨ªa, y a la inestabilidad inherente a la financiarizaci¨®n del mercado energ¨¦tico. Con el tiempo, la energ¨ªa ¡ªun bien cuya funci¨®n es suministrar las materias primas m¨¢s b¨¢sicas a la econom¨ªa¡ª se ha convertido en un motor de desestabilizaci¨®n especulativa de primer orden. A este fen¨®meno lo llamo ¡°efecto collar de estrangulamiento¡±. Una econom¨ªa grande que se adentra en una senda de crecimiento fuerte se enfrentar¨¢ a unos costes de los recursos cada vez m¨¢s altos debido no solo al aumento de los costes reales de la adquisici¨®n de los recursos que necesita, sino tambi¨¦n, y sobre todo, a la especulaci¨®n de los inversores y los acaparadores en periodos de tiempo mucho m¨¢s breves.
Tras la crisis de 2008, el desarrollo de la fracturaci¨®n hidr¨¢ulica (fracking) con el fin de extraer gas y petr¨®leo de las reservas de hidrocarburos de esquisto afloj¨® el collar de estrangulamiento en Estados Unidos. Este proceso redujo en buena medida el precio de la energ¨ªa (si bien a un alt¨ªsimo coste medioambiental) y tuvo un efecto notable a corto plazo en la econom¨ªa estadounidense. La producci¨®n de Estados Unidos se reactiv¨® en parte gracias al precio relativamente barato de la energ¨ªa y de las materias primas de origen f¨®sil. Ahora bien, no sabemos cu¨¢nto durar¨¢ este efecto.
En Europa, el problema del coste de los recursos sigue vigente. Una de las causas, y no la menos importante, es que muchos Gobiernos del continente se han comprometido con la introducci¨®n de fuentes de energ¨ªa m¨¢s limpias, mientras que Estados Unidos ha optado (de momento) por la v¨ªa f¨¢cil a trav¨¦s del petr¨®leo y el gas de esquisto, cuyo precio es inferior. Cuando se invierte en lo que al principio es una forma m¨¢s cara de generar energ¨ªa, como han hecho los europeos, no hay m¨¢s remedio que gastar m¨¢s en eso y menos en todo lo dem¨¢s. Adem¨¢s, la producci¨®n final crece de manera m¨¢s lenta. Hace falta una gran superioridad tecnol¨®gica para encontrar una soluci¨®n a este problema y mantener una posici¨®n fuerte en los mercados mundiales, como ha hecho Alemania (un ejemplo casi ¨²nico en Europa).
La segunda hip¨®tesis se centraba en el descenso de las inversiones a largo plazo en capital f¨ªsico, en la construcci¨®n, y en las infraestructuras que le sirven de apoyo. En particular, la parte de la actividad total correspondiente a la inversi¨®n en ladrillo lleva varias d¨¦cadas reduci¨¦ndose tanto en Estados Unidos como en Europa, lo cual significa que la inversi¨®n en su conjunto contribuye menos que antes al crecimiento.
El descenso de la inversi¨®n p¨²blica es un componente importante del problema. En el caso de Estados Unidos, uno de los principales factores es que el gasto militar ha engullido recursos que se podr¨ªan haber destinado a las infraestructuras, como puede ver cualquiera que viaje por las autopistas estadounidenses. (El estado de los ferrocarriles y el transporte p¨²blico urbano en lugares como Nueva York y Boston es todav¨ªa peor). Los 685.000 millones de d¨®lares destinados este a?o a gasto militar suponen una sangr¨ªa enorme de recursos t¨¦cnicos e ingenieriles que se sustraen de la econom¨ªa total y que, adem¨¢s, en gran medida son innecesarios para la seguridad nacional y apenas sirven para otra cosa que para mantener guerras infructuosas e inacabables.
El problema de Europa es ideol¨®gico, un reflejo de la ¨¦poca de austeridad y de culto a la privatizaci¨®n. Los ferrocarriles brit¨¢nicos y otros servicios que antes fueron p¨²blicos son ejemplos visibles de ello. A escala mundial, tanto Europa como Estados Unidos est¨¢n sintiendo los efectos del cada vez m¨¢s importante papel de China en la combinaci¨®n de inversiones. A lo largo y ancho del mundo, ya no es Occidente quien lleva la iniciativa. Y aunque algunos exportadores occidentales ¡ªll¨¢mese Alemania¡ª se han beneficiado del auge de China, no necesariamente va a seguir siendo as¨ª. China est¨¢ desarrollando con rapidez sus propias industrias de alta tecnolog¨ªa, transportes e ingenier¨ªa.
La p¨¦rdida de perspectiva respecto a la tecnolog¨ªa
Mi tercera hip¨®tesis ten¨ªa que ver con la actual revoluci¨®n tecnol¨®gica y en concreto con el auge y la difusi¨®n de las tecnolog¨ªas digitales compactas. Los especialistas en estad¨ªstica econ¨®mica tienen la triste reputaci¨®n de ser incapaces de comprender las repercusiones de estas tecnolog¨ªas y, de hecho, no detectan pr¨¢cticamente ninguna, aunque las tecnolog¨ªas y sus consecuencias son visibles para cualquiera.
Las finanzas globales y la desigualdad econ¨®mica son las dos caras de la misma moneda
Es evidente que muchas nuevas tecnolog¨ªas ahorran mano de obra, desplazando as¨ª a las personas de los puestos de trabajo de oficina y servicios, igual que las tecnolog¨ªas de la automoci¨®n desplazaron a los caballos del transporte y la agricultura hace un siglo. Las nuevas tecnolog¨ªas tambi¨¦n reducen los costes de toda una serie de servicios, as¨ª como de la producci¨®n y difusi¨®n de la informaci¨®n, las noticias y el entretenimiento. Una parte importante de la actividad se ha eliminado a efectos pr¨¢cticos de la tasa b¨¢sica de crecimiento porque tiene que ver con la producci¨®n de bienes y servicios a un coste fijo con un gasto marginal muy reducido para el consumo adicional.
Lo que a menudo se pasa por alto es que las nuevas tecnolog¨ªas tambi¨¦n ahorran capital y, por tanto, reducen la parte correspondiente a las inversiones en el gasto total. Esto no es malo, pero significa menos recursos destinados a inversiones, la creaci¨®n de menos puestos de trabajo con esos recursos y una tasa b¨¢sica de crecimiento menor. Este efecto de las nuevas tecnolog¨ªas en los gastos de inversi¨®n se podr¨ªa compensar, pero solo con un aumento de la inversi¨®n p¨²blica o con m¨¢s consumo de los hogares sostenido por los ingresos o por el endeudamiento.
Los estadounidenses son adictos a los cr¨¦ditos, algo que no comparten con los europeos
A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, el papel del endeudamiento para mantener el consumo y la actividad econ¨®mica ha sido m¨¢s importante en Estados Unidos que en Europa. En Estados Unidos abundan las deudas para pagar los estudios, para adquirir coches y casas, para compras con tarjetas de cr¨¦dito, y de todas clases habidas y por haber. Los estadounidenses son adictos a los cr¨¦ditos, algo que no comparten con los europeos. Aunque tienen acceso a las nuevas tecnolog¨ªas, la inestabilidad asociada al endeudamiento merma su capacidad de beneficiarse plenamente de sus ventajas. Este problema seguir¨¢ aumentando hasta que Estados Unidos corrija la desigualdad de ingresos resultado del desplazamiento de gran parte de la actividad econ¨®mica a sectores dominados por un n¨²mero excepcionalmente reducido de personas que se quedan con la mayor tajada de los beneficios. M¨¢s adelante volver¨¦ sobre el tema de la desigualdad.
La gran estafa
Por ¨²ltimo, en 2014 sostuve que la crisis de 2008 hab¨ªa puesto en evidencia los defectos estructurales del sistema financiero, entre otros la hipertrofia, la megaloman¨ªa, la competencia depredadora, los errores de criterio y el fraude a niveles descomunales. Los economistas fieles a las ideas dominantes negaron que tales problemas fuesen posibles. El fraude generalizado, argumentaban, se pod¨ªa descartar teniendo en cuenta el riesgo que supone para la reputaci¨®n del estafador. (Estos mismos economistas se basaban en modelos en los que el sector financiero era pr¨¢cticamente inexistente). En el mundo real ocurre todo lo contrario: cuanto m¨¢s fraudulento sea alguien, m¨¢s ¨¦xito tendr¨¢, al menos hasta que lo descubran. En todos los pa¨ªses hay esta clase de oligarcas.
Mucha gente prefiere el gobierno por decreto de los oligarcas a los testaferros con labia
En t¨¦rminos generales, una vez que un sistema levantado sobre el fraude, el beneficio personal y el mal criterio ha quedado al descubierto, no es posible repararlo si no es mediante reformas dr¨¢sticas de amplio alcance y la administraci¨®n de justicia. En el caso de la crisis de 2008, eso no sucedi¨®. Se parche¨® el sistema financiero y se mantuvieron las instituciones ya existentes. Apenas se hizo nada para reformarlas, y gran parte de los cargos siguieron en su puesto. Casi ninguno fue llevado ante los tribunales.
El resultado ha sido una p¨¦rdida de confianza, como muestra la locura por los activos de mejor calidad cada vez que se invierte la curva de rentabilidad (como est¨¢ ocurriendo ahora). Resulta ir¨®nico que uno de los principales beneficiarios de este sistema decadente sea el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, una instituci¨®n que, comparada con todas las dem¨¢s, representa un basti¨®n de la estabilidad. Desde el punto de vista pol¨ªtico, el rescate financiero contribuy¨® a traernos la presidencia de Donald Trump, que ha confirmado que mucha gente prefiere el gobierno por decreto de los oligarcas a los testaferros con mucha labia.
En el mundo real, cuanto m¨¢s fraudulento sea uno, m¨¢s ¨¦xito tendr¨¢, al menos hasta que lo descubran
En consecuencia, tenemos un sector financiero estructuralmente incapaz de proporcionar una direcci¨®n estrat¨¦gica a la econom¨ªa real. Las finanzas mundiales son el enfermo del capitalismo. Igual que ocurri¨® con el Imperio Otomano antes de 1914 y con la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la d¨¦cada de 1980, su debilidad se manifiesta por todas partes y quienes intentan divisar el futuro no creen que vaya a ser demasiado brillante.
Un nuevo ¡®new deal¡¯
Si estas cuatro hip¨®tesis son correctas, al menos parcialmente, no se producir¨¢ una vuelta autom¨¢tica a la tendencia al crecimiento y a los niveles de empleo del pasado, y los simples est¨ªmulos pseudokeinesianos no surtir¨¢n efecto. Si a un coche se le rompe la transmisi¨®n, no sirve de mucho llenar el dep¨®sito de gasolina.
Antes bien, necesitamos una pol¨ªtica integral de reformas institucionales dirigida a cambiar la estructura misma del sistema, es decir, un nuevo new deal. Ese programa estar¨ªa dise?ado para gestionar las limitaciones impuestas por el medio ambiente y los recursos, al tiempo que se preserva la estabilidad social y se mejora la calidad de vida. Su objetivo ser¨ªa hacer un uso m¨¢s racional de los recursos, as¨ª como la relajaci¨®n general de las tensiones internacionales y la resoluci¨®n de los conflictos.
De manera m¨¢s general, deber¨ªamos replantearnos la idea profundamente arraigada de la competencia estrat¨¦gica entre pa¨ªses individuales, seg¨²n la cual cada uno procura tener la mayor econom¨ªa, la m¨¢s rica, o con el crecimiento m¨¢s r¨¢pido. Las tareas que nos esperan requieren estabilidad social, seguridad, sostenibilidad y una buena calidad de vida. Se trata de exigencias existenciales, no de asuntos que se puedan a?adir a un sistema competitivo y depredador. Para culminarlas con ¨¦xito har¨¢ falta tiempo, compromiso y paz (de hecho, esta es otra raz¨®n para que nos desarmemos todo lo posible, especialmente en lo que respecta a las armas nucleares).
Para poner en pr¨¢ctica un nuevo new deal har¨¢ falta una seguridad social m¨¢s extendida y eficaz. No se puede conseguir que los grandes cambios funcionen si no se protege a los trabajadores descolgados. En particular, hay que defender con decisi¨®n que los Gobiernos de todas las econom¨ªas nacionales, incluida la de Estados Unidos, garanticen el empleo a fin de acabar con el azote del paro. Esa garant¨ªa permitir¨ªa que los trabajadores desplazados por el sistema se moviesen por el sector privado sin sufrir los efectos debilitantes de la inactividad y, al mismo tiempo, asegurar¨ªa que toda una serie de necesidades sociales estar¨ªan cubiertas.
El capital financiero depredador no es sostenible; de hecho, es desestabilizador por naturaleza. Al igual que el new deal original, que arranc¨® con la Ley de Emergencia Bancaria de 1933, el primer paso tiene que ser una reforma financiera integral. Todas las dem¨¢s reformas necesarias vendr¨¢n despu¨¦s.
Qu¨¦ nos dice la desigualdad
Con esto llegamos al otro gran problema que repercute sobre nuestra capacidad de llevar a cabo con ¨¦xito una nueva ¡°gran transformaci¨®n¡±: la desigualdad econ¨®mica. El pensamiento econ¨®mico dominante sostiene que las causas del aumento de la desigualdad se tienen que buscar en el mercado laboral. Seg¨²n este punto de vista, el fen¨®meno es reflejo de los cambios en la demanda y la oferta de mano de obra, motivados en el primer caso por el cambio tecnol¨®gico, que requiere unas aptitudes determinadas y, en el segundo, por la educaci¨®n, la emigraci¨®n y otras variables.
Para cuestionar este planteamiento hacen falta pruebas. Por fortuna, existen, y las he hecho p¨²blicas a trav¨¦s de mi trabajo en el Proyecto Desigualdad de la Universidad de Texas a lo largo de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Mis alumnos y yo hemos desarrollado un conjunto denso y coherente de mediciones comparadas de la desigualdad que abarca el pasado medio siglo y m¨¢s de 150 pa¨ªses. A la vista de los datos queda claro que la idea com¨²nmente aceptada de que las desigualdades son resultado de din¨¢micas idiosincr¨¢sicas de los mercados laborales de cada pa¨ªs es falsa. Antes bien, existen patrones comunes a diversos pa¨ªses y a lo largo del tiempo.
Estos patrones muestran que la desigualdad econ¨®mica y las finanzas globales son las dos caras de la misma moneda. En consecuencia, gran parte de las obras actuales sobre microeconom¨ªa elaboradas dentro del paradigma dominante ¡ªy no solamente las que tratan de la desigualdad¡ª est¨¢n obsoletas desde un punto de vista conceptual. Al fin y al cabo, el objetivo central de la microeconom¨ªa neocl¨¢sica siempre ha sido explicar y racionalizar la distribuci¨®n. Sin embargo, si para ello se toman como referencia los mercados laborales locales y las ¡°tasas de retorno¡±, se ocultan las verdaderas fuerzas dominantes que afectan a la distribuci¨®n de los ingresos y a la tasa de beneficio. Las pruebas por s¨ª mismas pueden decirnos cu¨¢les son realmente esas fuerzas.
Los datos muestran que la desigualdad econ¨®mica ha aumentado en todo el mundo en oleadas. La primera se produjo alrededor de 1980 con la crisis de la deuda de los pa¨ªses en desarrollo. Esta ola inicial se extendi¨® al bloque sovi¨¦tico provocando su hundimiento a finales de la d¨¦cada de 1980 y fue seguida por la liberalizaci¨®n de un buen n¨²mero de econom¨ªas asi¨¢ticas en la d¨¦cada de 1990 que culmin¨® con la crisis financiera en ese continente.
En 2000, la desigualdad alcanz¨® su m¨¢ximo tanto en Estados Unidos como en otros pa¨ªses, tras lo cual la situaci¨®n de la econom¨ªa mundial se estabiliz¨® m¨¢s o menos durante 10 o 15 a?os. En algunos casos, como en Latinoam¨¦rica despu¨¦s de 2000, la desigualdad descendi¨® debido a la buena salud de los mercados de exportaci¨®n y a los ¨¦xitos de los Gobiernos socialdem¨®cratas de la zona. Tambi¨¦n se redujo en China a medida que la prosperidad se extend¨ªa por todo el pa¨ªs desde los centros de modernizaci¨®n iniciales, mientras que en Rusia la econom¨ªa se recuperaba de los desastres de la d¨¦cada de 1990. Si bien en todos esos lugares la desigualdad sigue siendo mucho mayor que en el pasado, las fuerzas que la hac¨ªan crecer dejaron de actuar temporalmente.
Estos patrones de m¨¢xima desigualdad muestran que las pol¨ªticas y las pr¨¢cticas de las grandes finanzas han sido las responsables de las condiciones macroecon¨®micas en el mundo, pero tambi¨¦n que se pueden controlar. Las finanzas no son la ¨²nica fuerza que act¨²a sobre los resultados econ¨®micos, pero si se elimina de las medidas la tendencia com¨²n ¡ªcuya pista conduce a las finanzas¡ª, ya no se observa un aumento generalizado de la desigualdad en pa¨ªses de todo el mundo. La prueba es contundente. Lo que hemos presenciado han sido las consecuencias de unas condiciones que la globalizaci¨®n financiera hizo posibles.
Para ver c¨®mo funciona el proceso en la pr¨¢ctica, pensemos en el caso de una econom¨ªa peque?a, abierta y ¡°liberalizada¡± cuya moneda sufre sobrevaloraciones peri¨®dicas. En los momentos de estr¨¦s financiero, el capital se fuga y la moneda se hunde. La desigualdad dentro del pa¨ªs aumenta espectacularmente de la noche a la ma?ana porque los ingresos del exterior en moneda extranjera aumentan en relaci¨®n con los generados dentro del pa¨ªs en la moneda local. La ¨²nica manera de conseguir que el sistema sea estable y sostenible es controlar los mecanismos responsables de estos repuntes de la desigualdad. Esto, a su vez, solo se puede lograr con unas pol¨ªticas y unas instituciones capaces de regular con eficacia las finanzas mundiales.
La palabra clave aqu¨ª es ¡°eficacia¡±. Controlar las finanzas mundiales es toda una proeza, pero resulta imprescindible si Occidente quiere desempe?ar un papel a la hora de fijar el futuro rumbo de la econom¨ªa mundial. De lo contrario, China estar¨¢ encantada de ocuparse de ello. Los partidarios de las finanzas globales lo saben, lo cual podr¨ªa explicar el aumento de las tensiones entre el pa¨ªs asi¨¢tico y Estados Unidos.
En resumen, como sostiene tambi¨¦n mi amiga Kari Polany Levitt (hija del historiador de la econom¨ªa Karl Polany), hoy en d¨ªa la fuerza impulsora detr¨¢s de la desigualdad es la ¡°gran financiarizaci¨®n¡± de la econom¨ªa mundial a lo largo de los ¨²ltimos 40 a?os. Los efectos de esta tendencia han variado dependiendo de la capacidad de las instituciones nacionales para oponerse a ella. Los pa¨ªses de m¨¢s tama?o o m¨¢s ricos se pueden aislar de las consecuencias de las finanzas mundiales mejor que los peque?os o m¨¢s pobres. En todo caso, un mundo estable exigir¨¢ un nuevo sistema capaz de proteger a los d¨¦biles de los fuertes.
?ltimas oportunidades
El actual nivel de desigualdad es s¨ªntoma de una enfermedad econ¨®mica que amenaza la perduraci¨®n de una existencia humana organizada, pac¨ªfica y pr¨®spera. Las desigualdades provocadas por los momentos de prosperidad financiera disparada y la concentraci¨®n de ingresos en sectores especulativos (burbujas) son insostenibles por naturaleza. Si nos preocupa la sostenibilidad medioambiental, tambi¨¦n tenemos que preocuparnos por la sostenibilidad en el terreno de la econom¨ªa, ya que la inestabilidad obstaculiza la acci¨®n eficaz ante los desaf¨ªos mundiales, incluidos el cambio clim¨¢tico y la amenaza nuclear.
Si no hacemos nada, nos habremos atado de manos. Cualquier planteamiento tolerante con la desigualdad extrema y carente de utilidad p¨²blica es una f¨®rmula que garantiza disturbios sociales, conflictos internacionales y p¨¦rdida de libertades ya en peligro en todas partes.
Karl Polanyi es famoso por su an¨¢lisis de los fundamentos institucionales de lo que ¨¦l llam¨® La gran transformaci¨®n [Virus Editorial, 2016] del feudalismo al capitalismo. Tenemos que proponernos alcanzar un conocimiento igual de profundo y, al mismo tiempo, llegar m¨¢s lejos. Hacer realidad el cambio institucional que necesitamos exigir¨¢ mucho m¨¢s pensamiento creativo y mucho menos dogmatismo, sobre todo en la econom¨ªa. Es lo que se nos exige ahora y lo que se les exigir¨¢ a las futuras generaciones.
Este ensayo es la adaptaci¨®n de la conferencia inaugural titulada ¡®La gran transformaci¨®n: sobre el futuro de las sociedades contempor¨¢neas¡¯ pronunciada en la Universidad de Jena en septiembre de 2019.
James K. Galbraith ocupa la c¨¢tedra de Relaciones Gobierno/Empresas en la Escuela de Asuntos P¨²blicos Lyndon B. Johnson de la Universidad de Texas en Austin. Sus ¨²ltimos libros son ¡®Desigualdad: lo que todo el mundo deber¨ªa saber sobre la distribuci¨®n de los ingresos y de la riqueza¡¯, y ¡®Welcome to the Poisoned Calice: The Destruction of Greece and the Future of Europe¡¯ [Bienvenido al c¨¢liz envenenado: la destrucci¨®n de Grecia y el futuro de Europa].
? Project Syndicate, 2019.
Traducci¨®n de News Clips.
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