El grito de guerra de los republicanos en EE UU: ?no aburrir¨¢s!

EN OCTUBRE del a?o pasado, al salir de un partido de baloncesto en el neoyorquino Madison Square Garden, tuve la certeza repentina de que Trump ser¨ªa reelegido. Hab¨ªa sido un partido insufrible entre dos equipos mediocres, y tal vez por eso se hab¨ªan hecho m¨¢s evidentes los momentos en que se suspend¨ªa el juego, pues en ellos se liberaba el espectador de uno de los espect¨¢culos m¨¢s tristes del mundo: el de los deportistas de ¨¦lite cuando no est¨¢n a la altura.

El baloncesto es un deporte interruptus: los descansos entre los cuartos y los tiempos muertos pueden sumar hasta 17 pausas. Pues bien, la certeza de la reelecci¨®n empez¨® a nacer cuando ca¨ª en la cuenta de lo que ocurr¨ªa en ellas: antes incluso de que se retiraran los jugadores, ya la cancha hab¨ªa sido invadida por adultos disfrazados de peluches, por animadores de un concurso rel¨¢mpago (un aficionado met¨ªa la mano a ciegas en un recipiente y adivinaba su contenido: gelatina, calcetines, una zanahoria) o por ca?ones de aire que bombardeaban a la gente con ovillos de colores (camisetas de regalo). Se trataba, en fin, de entretener: entretener siempre, sin pausa, no fuera a ser que, en cuesti¨®n de segundos, el p¨²blico se aburriera.

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Las audiencias del proceso de impeachment contra Trump comenzaron unas semanas despu¨¦s. Era un momento sustancial y aun solemne, pues todos sab¨ªan que aquello podr¨ªa acabar (como de hecho acab¨®) con el enjuiciamiento del presidente, una situaci¨®n pol¨ªtica brutal y divisiva que solo se ha vivido tres veces en la historia de Estados Unidos. Pero tras las declaraciones de los dos primeros testigos, hombres de cara seria y voz pausada, los comentaristas de los medios m¨¢s influyentes solo estuvieron de acuerdo en una cosa: se hab¨ªan aburrido.

Eso dijo en Fox ?Kellyanne Conway, la orwelliana vocera del trumpismo: que las audiencias la hac¨ªan dormir. Eso dijo Rush Limbaugh, el grit¨®n altavoz de la extrema derecha: que hab¨ªan sido simplemente aburridas. Y eso dijo tambi¨¦n Eric Trump, el hijo (m¨¢s) bobo del presidente: que la gente estaba aburrida. Incluso una cadena que no es parte de las porristas del presidente, NBC, coment¨® que a los testigos ¡ª?dos funcionarios de carrera enfrentados a una crisis constitucional¡ª les hab¨ªa faltado la vitalidad necesaria para capturar la atenci¨®n del p¨²blico.

Son astutos, estos republicanos. Saben qui¨¦nes son sus votantes, tanto los cautivos como los indecisos, y saben que su tabla de mandamientos comienza con un simple: ¡°No aburrir¨¢s¡±. Ese mandamiento tiene un corolario, y es que aqu¨ª, en el mundo del entretenimiento total, llamar aburrido a alguien es la m¨¢s grave acusaci¨®n. Al repetir como aut¨®matas que las audiencias del impeachment eran aburridas, los estrategas republicanos descubrieron una manera de desacreditarlas mucho m¨¢s eficaz que alegar su falsedad. El camino a la reelecci¨®n pasa por conseguir que el votante pierda inter¨¦s en las imputaciones, o que se distraiga con algo m¨¢s entretenido: por ejemplo, con la figura risible de Trump, un animador de concurso extraviado en la presidencia, soltando incoherencias desde una tarima como si cada discurso fuera un tiempo muerto y el partido se hubiera detenido hasta las elecciones de noviembre.