Hay algoritmos listos y peligrosos. Pero la mayor¨ªa son tontos y buenos
La mayor¨ªa de las rutinas inform¨¢ticas son m¨¢s simples y ¨²tiles que esas piezas de ¡®software¡¯ opacas que tanto nos inquietan
En la ¨²ltima d¨¦cada han vuelto a dispararse las expectativas con los algoritmos de Inteligencia Artificial, aunque esa misma tecnolog¨ªa decepcion¨® a una generaci¨®n en los ochenta y noventa. Los primeros programadores hab¨ªan so?ado con construir m¨¢quinas capaces de pensar, pero ni lo lograron ni hizo ninguna falta: los ordenadores transformaron el mundo siendo simplones. Hoy seguimos hablando m¨¢s de la ¡°I¡± de inteligencia que de la ¡°A¡± de artificial, aunque el ¨¦xito de los algoritmos ha venido sobre todo por lo segundo. No han triunfado por su capacidad intelectual, que es discreta bajo casi cualquier punto de vista, sino porque son aut¨®matas capaces de funcionar sin nuestra ayuda.
Hasta la palabra algoritmo est¨¢ tomando un significado err¨®neo. Al escucharla, muchos pensamos en piezas de software difuso que recomiendan canciones en Spotify o personalizan anuncios en Google, y que quiz¨¢s ma?ana van a decidir si concederme una hipoteca o negarme un trasplante. Nos vienen a la cabeza algoritmos descontrolados y opacos (para nosotros y hasta para sus creadores) que pueden esconder errores, sesgos y prejuicios. Y es cierto que todo eso son algoritmos, pero especiales. La mayor¨ªa de las rutinas inform¨¢ticas son m¨¢s simples, menos pol¨¦micas y casi siempre m¨¢s ¨²tiles. Y por eso merecen una defensa.
Hay motivos para que esas cajas negras nos preocupen, pero sin generalizar: muchas merecen mejor prensa de la que tienen
Cualquier c¨®digo lo forman algoritmos, que en esencia son recetas: secuencias de pasos para producir un resultado. Imagina que quieres saber cu¨¢l ha sido la mayor factura de tu empresa este trimestre. ?C¨®mo lo har¨ªas? Hace 50 a?os revisar¨ªas un archivador ficha a ficha, memorizando la cantidad m¨¢s alta y compar¨¢ndola con las siguientes. Un algoritmo sigue los mismos pasos, pero infinitamente m¨¢s deprisa. Ahora sup¨®n que tienes que ordenar las 32.129.021 facturas que hay en un archivador del tama?o de un autob¨²s. Ver¨¢s que no es un proceso r¨¢pido¡ excepto para una m¨¢quina. Las rutinas que han cambiado el mundo son tan aburridas como Quicksort , que sirve justamente para ordenar.
Los algoritmos tienen dos grandes ventajas: nos evitan tareas tediosas, y como son tan veloces y baratos podemos usarlos para resolver problemas que nunca se nos hubiese ocurrido abordar con personas. Eso ha tra¨ªdo una lista de beneficios que no puedo ni enumerar. Hay software haciendo la contabilidad de las empresas, pero tambi¨¦n registrando cada compraventa e informando a Hacienda sobre millones de transacciones. Usamos algoritmos para decidir cu¨¢nta electricidad producir sin malgastar demasiada, pero asegur¨¢ndonos de que todos tenemos luz al llegar a casa. Hay rutinas de optimizaci¨®n, descendientes del m¨¦todo s¨ªmplex, para decidir los horarios del tren, calcular el stock de un almac¨¦n o encontrar la disposici¨®n perfecta para mil contenedores dentro de un barco mercante. Tambi¨¦n son comunes los algoritmos anal¨®gicos, como los controladores PID, que se utilizan para gobernar fen¨®menos de todo tipo: regulan el pH de un tanque industrial y posicionan brazos robot, pero tambi¨¦n podr¨ªas encontrarlos en casa, manteniendo tu sal¨®n a 21 grados o guiando una Roomba.
Y luego est¨¢ Internet. Para que funcione WhatsApp o la p¨¢gina web de EL PA?S que probablemente est¨¢s leyendo son necesarias muchas miles de l¨ªneas de c¨®digo. Pero ese c¨®digo no es inteligente. La tecnolog¨ªa digital ha cambiado nuestras vidas y nuestras sociedades ¡ªla globalizaci¨®n habr¨ªa sido imposible sin ella¡ª usando rutinas que son bastante simples, desde los protocolos HTTP hasta los algoritmos de compresi¨®n de v¨ªdeo. El mundo lo dominan secuencias de comandos que un humano pens¨® y escribi¨®, y que se ejecutan siguiendo un orden, aunque luego funcionan de forma aut¨®noma y en conexi¨®n con otras rutinas.
Esos algoritmos modestos han tra¨ªdo m¨¢s bienestar del que solemos reconocer. Y aunque ninguno es inofensivo ¡ªporque ninguna tecnolog¨ªa suficientemente potente puede serlo¡ª, casi todos est¨¢n libres de los peligros que asociamos con los algoritmos m¨¢s difusos y opacos que mencion¨¦ al principio y que son los m¨¢s famosos. Hay motivos para que esas cajas negras nos preocupen, pero sin generalizar: muchos algoritmos tontos y buenos merecen mejor prensa de la que tienen.
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