Restaurantizaci¨®n
Antes la gente ven¨ªa a Madrid porque los bares no cerraban y ahora vienen porque siempre hay un restaurante nuevo
Me cuenta una amiga que en el colegio la llamaban cursi y, cuando se lo dec¨ªa a su madre, ella respond¨ªa: ¡°Cari?o, t¨² no te preocupes, ser cursi es tener ilusi¨®n¡±. Lo pienso mientras voy camino a casa: vivo en un barrio que est¨¢ muy bien, tiene una placita con ¨¢rboles, zapatero, terrazas donde tomar cerveza y aceitunas, un sitio donde arreglan l¨¢mparas, otro donde reparan televisiones, otro de yoga para ni?os y alrededor de 1.200 panader¨ªas de distinto calado y condici¨®n. O sea, cursi, pero lo justo. Madrid, 1-Gentrificaci¨®n, 1.
¡°La capacidad destructiva de la invasi¨®n comercial es irreversible y una ciudad, amalgama de millones de historias, intercambios, ambiciones y peque?as maravillas, puede ser sepultada en poco tiempo por una invasi¨®n homogeneizadora de negocios disfrazados de progreso¡± Juan Herreros,?arquitecto?
Aunque hace poco me cog¨ª un cabreo may¨²sculo cuando cerraron una ferreter¨ªa estupenda que ten¨ªa debajo de casa. Era muy grande, ten¨ªa de todo y los dependientes eran t¨ªpicamente madrile?os: bordes o simp¨¢ticos seg¨²n el d¨ªa, cuando no a la vez. El caso es que cuando cerr¨®, culp¨¦ a la hosteler¨ªa. ¡°Ya est¨¢, otro restaurante¡±, pens¨¦. El fantasma de la turistificaci¨®n de nuestras ciudades, y m¨¢s concretamente el de su restaurantizaci¨®n, volaba bajo y en c¨ªrculos sobre mi cabeza. Como cualquier ciudadano de bien, me enfadaba much¨ªsimo la idea de que en mi ferreter¨ªa fueran a abrir la en¨¦sima neotaberna donde consumir gildas y verm¨². Pero no, ni neotaberna ni ramen ni pok¨¦ ni cebiche ni Cristo que lo fund¨®.
En la ferreter¨ªa abri¨® un local de gamers, un sitio donde la gente se sienta a jugar a videojuegos. Suelen reunirse grupos de amigos que hablan y comen hamburguesas felizmente dispuestos alrededor de la pantalla: es una escena mucho m¨¢s alegre que decadente, lo s¨¦ porque la veo a trav¨¦s de las grandes vidrieras del local cada vez que vuelvo a casa. Y entender¨¢n mi frustraci¨®n al no poder indignarme ni echarle la culpa a nadie. Los dioses del turismo, de las micromodas grastron¨®micas y del gintonic en copa de bal¨®n estaban limpios.
La gastronom¨ªa espa?ola, todos lo sabemos, ha demostrado ser una de las m¨¢s ricas e innovadoras del mundo y, como sector, es el ¨²nico que realmente ha sabido pelear con la crisis. Descubrir nuevos locales se ha convertido en el nuevo deporte nacional: uno siempre va una novedad gastron¨®mica por detr¨¢s y la pr¨®xima siempre puede estar a la vuelta de la esquina. Antes la gente ven¨ªa a Madrid porque los bares no cerraban y ahora vienen porque siempre hay un restaurante nuevo, como en Nueva York. Nos expresamos con la comida. Nos refugiamos en la comida. Hace poco otro amigo me llam¨® por tel¨¦fono, le pregunt¨¦ qu¨¦ tal y me respondi¨® que fenomenal: ¡°Acabo de nadar, me voy a fumar un porro y luego me pienso comer una butifarra blanca que me he comprado en El Corte Ingl¨¦s, que estoy hasta la polla de ser vegano¡±. Si hay un term¨®metro para medir la civilizaci¨®n y la temperatura moral de un pa¨ªs y de sus habitantes, es la comida.
Descubrir nuevos locales se ha convertido en el nuevo deporte nacional: uno siempre va una novedad gastron¨®mica por detr¨¢s y la pr¨®xima siempre puede estar a la vuelta de la esquina
Pero, si comer y alternar son, oficialmente, la nueva Movida, y si donde antes hubo droga, alcohol infernal y fiesta hasta las tantas ahora hay cocina de producto, Ribera del Duero y fiesta hasta las dos, ?d¨®nde est¨¢ el problema, si es que lo hay? Lo explica, con palabras mucho m¨¢s precisas que las m¨ªas, el arquitecto Juan Herreros: ¡°La capacidad destructiva de la invasi¨®n comercial es irreversible y una ciudad, amalgama de millones de historias, intercambios, ambiciones y peque?as maravillas, puede ser sepultada en poco tiempo por una invasi¨®n homogeneizadora de negocios disfrazados de progreso¡±. Es un fragmento del cat¨¢logo de Cities, la exposici¨®n que comisari¨® el a?o pasado en la galer¨ªa Mois¨¦s P¨¦rez de Alb¨¦niz.
En resumen, que una cosa es un restaurante y otra son cien, iguales, uno al lado de otro. Por eso me ha dado tanta alegr¨ªa que en otro viejo local de mi barrio haya abierto un nuevo negocio, un sitio rar¨ªsimo para hacerte masajes en los pies. Y conste que a la ferreter¨ªa iba una vez al a?o, me encantan las gildas y el Ribera del Duero y, como cursi que soy, si algo tengo es ilusi¨®n.
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