Y yo con estos pelos
Soy feminista. Aun as¨ª acepto y me autoimpongo con f¨¦rrea disciplina los patrones de belleza normativos patriarcales
Espero que esta reflexi¨®n no sea demasiado fr¨ªvola o narcisista. Si as¨ª les parece, me disculpan el par¨¦ntesis. Les prometo que la pr¨®xima semana volver¨¦ a ser sesuda. Estos d¨ªas he estado reflexionando sobre los c¨¢nones de belleza patriarcales, su imposici¨®n en nuestra consciencia del cuerpo y mis propias incoherencias en el tratamiento de mi apariencia f¨ªsica. Me considero privilegiada porque nunca he sentido discriminaci¨®n debido a mi f¨ªsico. Soy y he sido una mujer de un aspecto m¨¢s o menos ¡°normativo¡±: m¨¢s o menos delgada (a veces menos, a veces m¨¢s), con unas facciones bastante arm¨®nicas (aunque siempre he estado acomplejada por mis dientes de conejo) y un pelo agradecido y domesticable. A pesar de que mi aspecto f¨ªsico nunca me ha dado problemas, siempre he cuidado con disciplina f¨¦rrea no salirme de la normatividad.
Es decir, siempre he tenido miedo de no gustarme (?no gustar a los dem¨¢s?). Como t¨ªpica mujer mediterr¨¢nea, desde la pubertad tuve abundante vello, no s¨®lo en el cuerpo, tambi¨¦n en la cara. Me depilo desde los 13 a?os y lo he hecho de casi todas las maneras posibles: cera, l¨¢ser, depilaci¨®n el¨¦ctrica. Si alg¨²n hombre que me lee no sabe lo que significa esto, se lo explico: te arrancan cada uno de tus pelos de ra¨ªz y, de paso, te abrasan la piel. Si tienes una piel hipersensible, como es la m¨ªa, sientes el dolor en cada poro en el momento de la depilaci¨®n y despu¨¦s, durante horas, la abrasi¨®n en la piel quemada. Si no me depilara (con la edad surgen pelos nuevos donde los viejos ya est¨¢n erradicados, o sea que esto no tiene final) me sentir¨ªa como un ewok. Adem¨¢s, tengo 45 a?os y mi cuerpo ha empezado a cambiar. Me encanta cocinar y comer, el buen vino, el jerez y el oporto, las tartas de chocolate, los bollos de mantequilla. Antes pod¨ªa comer lo que quisiera porque lo compensaba con ejercicio, pero ahora empiezo a notar que mi metabolismo est¨¢ cambiando, que el climaterio est¨¢ cerca. Y tengo pavor de engordar, de que se me acumule m¨¢s celulitis, de que se me caigan los m¨²sculos de los brazos y parezcan alas de murci¨¦lago. Cuando participo en un acto p¨²blico, elijo con cuidado la ropa y me maquillo las ojeras, cada vez m¨¢s profundas. Desde los 30 a?os me ti?o el pelo y no veo el d¨ªa en que deje de hacerlo, pero no me atrevo a dar el paso, a verme de repente se?ora. Algo que me salva es que las arrugas no me dan miedo. Esas creo que las llevo, por ahora, con m¨¢s dignidad.
Todo esto que les cuento me hace sentirme incoherente. Soy feminista. Me form¨¦ en el feminismo con maestras como Toril Moi, una de las mayores estudiosas de Simone de Beauvoir. Aun as¨ª acepto y me autoimpongo con f¨¦rrea disciplina los patrones de belleza normativos patriarcales. No puedo remediarlo. Me lo echan en cara algunos amigos (curiosamente, ninguna amiga): ¡°Pero si eres la m¨¢s coqueta¡±, me dicen. ¡°Qu¨¦ le voy a hacer¡±, es mi ¨²nica respuesta. Admiro a las que dan el paso, las j¨®venes que dicen a la mierda y no se depilan, las adultas que dejan brillar sus canas, las que lucen con orgullo sus culos talla XL. Todas ellas han dado ese paso que yo, firme en tantos aspectos del feminismo, soy incapaz de dar. No s¨¦ si por ello soy menos feminista (algunas dir¨¦is que s¨ª), pero s¨ª s¨¦ que por ello, y por desgracia, vivo en la contradicci¨®n.
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