El coste de las malas ideas
Cuando se olvida la ciencia y empieza la ideolog¨ªa, hay que volver a los hechos
Resulta dif¨ªcil de creer pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el ¨¦xito de su especialidad. Esos ¨¦xitos parec¨ªan tanto te¨®ricos como pr¨¢cticos y condujeron a la profesi¨®n a su edad dorada. Sin embargo, el oficio de economista se extravi¨® porque sus componentes, como grupo, confundieron la belleza, vestida con unas matem¨¢ticas de aspecto impresionante, con la verdad.
11 a?os m¨¢s tarde, una Gran Recesi¨®n y una recuperaci¨®n desigual despu¨¦s, Paul Krugman, autor de las anteriores reflexiones, vuelve a publicar aquel impresionante art¨ªculo titulado ¡°?C¨®mo pudieron equivocarse tanto los economistas?¡±, dentro de su ¨²ltimo libro Contra los zombis (Cr¨ªtica). Pero Krugman ya no est¨¢ tan s¨®lo en su cr¨ªtica a los economistas del mainstream, al que por cierto ¨¦l tambi¨¦n pertenece. En general, muchos ciudadanos no se f¨ªan de los economistas. En 2017, la casa de sondeos YouGov llev¨® a cabo una encuesta en el Reino Unido en la que preguntaba: ¡°De las siguientes, ?en qu¨¦ opiniones conf¨ªa cuando hablan de sus ¨¢mbitos de especializaci¨®n?¡±. Los enfermeros fueron los primeros: el 84% de la gente encuestada confiaba en ellos; los pol¨ªticos fueron los ¨²ltimos con un 5% (aunque en los miembros locales del Parlamento se confiaba un poco m¨¢s, el 20%); los economistas se quedaron justo por encima de los pol¨ªticos locales, con un 25%. La confianza en los meteor¨®logos fue el doble.
Estos datos los aportan los premios N¨®bel de Econom¨ªa del ¨²ltimo a?o, el indio Abhijit Banerjee y la francesa Esther Duflo, en su libro Buena econom¨ªa para tiempos dif¨ªciles (de pr¨®xima aparici¨®n en Taurus), as¨ª como otro sondeo con la misma pregunta elaborado sobre 10.000 personas en EEUU, un a?o despu¨¦s: de nuevo s¨®lo el 25% confiaba en los economistas y s¨®lo los pol¨ªticos obtuvieron un porcentaje peor. Banerjee y Duflo describen con mucha modestia algunas de las causas de esa desconfianza ciudadana: muchos economistas est¨¢n a menudo demasiado absortos en sus modelos y en sus m¨¦todos, y a veces se les olvida d¨®nde acaba la ciencia y empieza la ideolog¨ªa; responden a cuestiones relacionadas con la pol¨ªtica bas¨¢ndose en suposiciones que para ellos se han convertido en algo autom¨¢tico, porque son elementos fundamentales de sus modelos, aunque ello no significa que sean correctos. Y concluyen: ¡°Lo peligroso no es equivocarse, sino estar tan enamorados de las ideas propias como para impedir que los hechos se interpongan. Para hacer progresos tenemos que volver constantemente a los hechos, reconocer nuestros errores y continuar¡±.
Los economistas siguen estudiando los problemas tradicionales de las sociedades (los impuestos, la emigraci¨®n, el papel del Estado, etc¨¦tera), pero algo est¨¢ cambiando en los enfoques. En un tan divertido como interesante art¨ªculo publicado en el blog nadaesgratis.es, y titulado ¡°La nueva ola progre del an¨¢lisis econ¨®mico¡±, Samuel Bentolila escribe que a pesar de la imagen del economista como el Scrooge del Cuento de Navidad de Dickens, ¡°un hombre de coraz¨®n duro, ego¨ªsta y al que le disgusta la Navidad, los ni?os o cualquier cosa que produzca felicidad¡±, algunos de los mejores economistas acad¨¦micos actuales est¨¢n produciendo resultados emp¨ªricos que mucha gente no asocia con la profesi¨®n y s¨ª con posturas ¡°progres¡± o de izquierdas. Adem¨¢s, la profesi¨®n tambi¨¦n est¨¢ volvi¨¦ndose m¨¢s consciente de sus propios sesgos en el trato a algunos grupos (las mujeres y las minor¨ªas identitarias o raciales) y su negligencia en el cambio clim¨¢tico. Otro ejemplo: el ¨²ltimo informe mensual de CaixaBank Research dedica su dossier a las formas iliberales de pol¨ªtica econ¨®mica (¡°?Evoluci¨®n o cambio radical respecto al consenso existente?¡±) y afirma que el distanciamiento del liberalismo econ¨®mico, que se ha producido en un periodo de tiempo relativamente corto, es muy significativo y no debe tomarse a la ligera.
Los N¨®bel citados cuentan tambi¨¦n un chiste de economistas: un m¨¦dico le dice a su paciente que s¨®lo le queda medio a?o de vida y le aconseja casarse con un economista. El paciente le interroga: ?curar¨¢ eso mi enfermedad?. Y el m¨¦dico le responde: ¡°No, pero el medio a?o se le har¨¢ muy largo¡±.
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