Davos, a?o cero
El gran foro econ¨®mico hace examen de conciencia y recomienda transformar profundamente el sistema para preservarlo. Todos los males que le afligen se pueden resumir en uno: la desigualdad
Desigualdad, frustraci¨®n y descontento. Ralentizaci¨®n econ¨®mica y guerra comercial con un corolario inquietante: quien controle los datos, como anta?o se dominaban los territorios y los mares, ser¨¢ el due?o del mundo. Pestes medievales como el coronavirus, pero tambi¨¦n el olvidado ¨¦bola. Migraciones, emergencia clim¨¢tica, manifestaciones cada vez m¨¢s extremas de fen¨®menos a?ejos como las sequ¨ªas, el hambre o la urbanizaci¨®n¡ Hasta los poderosos de la tierra, reunidos hace d¨ªas en Davos, suscriben la receta: la necesidad de profundas reformas en el sistema para preservarlo; de un capitalismo sostenible (sic) y que no azuce m¨¢s demonios.
Pero todo cambio sist¨¦mico es una revoluci¨®n, especialmente a corto plazo, y por eso cabe dilucidar si las rabiosas protestas que agitan el planeta son la matriz de un cambio real, regenerador, o solo una espita que afloja el malestar. El a?o pasado estuvo marcado por un reguero de revueltas populares, ac¨¦falas, sin l¨ªderes ni siglas; este puede imponer la rev¨¢lida al clamor de la calle antes de que aviesos cantos de sirena ofrezcan un suced¨¢neo de b¨¢lsamo a los manifestantes, o que el abuso de la fuerza acabe con ellas. Vale para Chile, para L¨ªbano, para Hong Kong. Para los indios que velan por los fundamentos de su Constituci¨®n, o para los chalecos amarillos. Porque si se agota el momento, se pierde la inspiraci¨®n.
?Qui¨¦n va a seguir tirando del carro de las supuestas revoluciones en curso? ?La clase media laminada por la gran recesi¨®n de 2008? Un estamento entero, demediado en el abismo creciente entre los de arriba y los de abajo, se revuelve: su declive en Occidente, que erosiona la confianza en la democracia y alienta los populismos, es pujanza en los pa¨ªses emergentes, cuya ciudadan¨ªa exige m¨¢s libertad y participaci¨®n. Dos pulsiones antit¨¦ticas que igualmente empujan a la calle a millones.
Si grosso modo puede equipararse clase media con sociedad civil, aquella que por conciencia c¨ªvica aspira a incidir en el ¨¢mbito p¨²blico, ?qu¨¦ futuro aguarda a esta resistencia callejera? ?O deber¨ªa hablarse m¨¢s bien de sociedad digital, la ¨²nica capaz de hacerse o¨ªr? Pero la brecha digital se empe?a a su vez en partir el mundo, como en¨¦sima muestra de inequidad global. El aleatorio acceso a Internet marca la diferencia entre ciudadanos mayores de edad y desheredados civiles: los ejemplos de Chile (65% de conectados) frente a Nicaragua (15%), y el dispar recorrido de sus respectivas protestas.
La desigualdad es el principal diagn¨®stico, solo falta encontrar el remedio, indefectiblemente pol¨ªtico. Queda un a?o hasta que Davos vuelva a lamerse las heridas cual nuevo Berghof, el sanatorio de?La monta?a m¨¢gica que Mann ubic¨® en la localidad suiza y donde la ¨¦lite de hace un siglo se ensimismaba morbosamente en sus dolencias. La de hoy solo tiene dos opciones: reformular radicalmente el sistema o ampliar el per¨ªmetro del foso.
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