Una historia de absurdos
Todo esto ocurre para evitar la verdad, para ocultarla y para que nunca se haga justicia
Hemos venido asistiendo a una historia de absurdos sucesivos que parecieran hechos a la medida para imposibilitar la verdad sobre la corrupci¨®n electoral, sobre los falsos positivos, sobre los cr¨ªmenes del narcotr¨¢fico, sobre las estrategias oscuras de la propaganda, y m¨¢s. Juzgue el lector:
Una mujer convertida en congresista comprando votos gracias al apoyo econ¨®mico de su amante, termina condenada a 15 a?os de c¨¢rcel. Pasados unos d¨ªas se fuga de un consultorio odontol¨®gico colg¨¢ndose de una cuerda por una ventana y meses despu¨¦s aparece en Venezuela capturada por los paramilitares de Nicol¨¢s Maduro, que la encuentran en un apartamento con quien era su conductor y ahora su nuevo amor.
La novela continua: sentada en un estrado, vestida y reci¨¦n peinada, con voz temblorosa y aspecto fr¨¢gil declara sobre el sistema corrupto electoral colombiano, mientras su relato se carga de im¨¢genes ficticias sobre un secuestro del que habr¨ªa sido v¨ªctima porque, seg¨²n ella, sus antiguos aliados la quieren matar o callar. Entretanto, el Gobierno colombiano pide la extradici¨®n de la protagonista de novela a Juan Guaid¨®, un presidente sin capacidad de gestionar, pues est¨¢ secuestrado como ella, por el dictador.
Absurdos que impiden llegar a la verdad. Sus pocas declaraciones no han sido judicializadas en Colombia, con lo cual no podremos limpiar el sistema por el que se trepan las Aidas Merlano de cada regi¨®n, vendi¨¦ndose al mejor postor, siempre el sediento macho due?o de la tula de billetes que todos aplauden mientras se emborrachan de poder.
Otro absurdo con nombre de tira c¨®mica, que no lo es: Popeye. Para empezar curioso al¨ªas para un sicario de Pablo Escobar que abus¨® de todos los escenarios de reconciliaci¨®n para asesinar el alma herida de sus v¨ªctimas. El d¨ªa de su muerte por c¨¢ncer, el reci¨¦n nombrado comandante del Ej¨¦rcito, Eduardo Zapateiro, decide que es un acto humano darle el p¨¦same a la familia del sicario: "Hoy, como comandante del Ej¨¦rcito, presento a la familia de 'Popeye' nuestras sentidas condolencias¡±. No es fake news, habr¨ªamos querido que lo fuera. Pero no. Le dio el p¨¦same a la familia del m¨¢s sangriento mat¨®n, mandando un mensaje equivocado a una sociedad que quiere castigar a quien honra el desarme y en cambio valida al narco y su cultura de Chapo. Y esa absurda condolencia, impide aceptar la verdad, la historia como es y por eso comandante, se acab¨® la guerra y seguimos en guerra.
Menos acertado a¨²n result¨® otro militar. Mario Montoya, quien fuera el comandante del Ej¨¦rcito entre 2006 y 2008, periodo en el cual 2.429 civiles fueron asesinados y presentados como combatientes en lo que se conoci¨® como falsos positivos. Montoya se acogi¨® a la JEP, el tribunal de justicia transicional, creado para el posacuerdo con las FARC, y dijo sin pudor que la ¨²nica forma en que se pod¨ªan evitar estos casos a futuro era profesionalizando el ej¨¦rcito porque seg¨²n ¨¦l, los j¨®venes pobres, ¡°los muchachos que van al ej¨¦rcito son de abajo, los del estrato 1¡±. Para Montoya, y esto s¨ª que es el absurdo: ?pobres igual a criminales? No general. Los j¨®venes de menores oportunidades s¨ª han sido quienes han peleado la guerra en Colombia, qui¨¦nes nos han salvado la vida y dado honor a las fuerzas militares. No usted, con un estrato social mayor y con tantos privilegios.
Absurdos para ocultar la verdad. Y m¨¢s absurdo a¨²n es que ocurre precisamente cuando la JEP corre el riesgo de convertirse en un escampadero de corruptos y no en el escenario de verdad, justicia y reparaci¨®n para el que fue creado, y en momentos en que el Centro de Memoria Hist¨®rica, encargado de construir para las nuevas generaciones la narrativa de lo que hemos sido como pa¨ªs, parte de negar la existencia del conflicto que nos desangr¨® por 50 a?os.
Mientras el pa¨ªs asiste por los medios y las redes sociales a estas historias, un grupo de funcionarios p¨²blicos aparecen en un chat organizando numerales de difamaci¨®n contra medios de comunicaci¨®n y periodistas, y quienes lo hacen siguen gozando de sus cargos como si no estuvieran violando los c¨®digos ¨¦ticos m¨ªnimos. Absurdo, por lo menos que desde el Gobierno se monte una estrategia de difamaci¨®n para invalidar la cr¨ªtica o a quienes no comulgan con uno u otro pensamiento del partido de Gobierno.
Eso sin contar con el hallazgo de un laboratorio para producir droga en la finca de recreo de un embajador activo, o que a otro de nuestros embajadores lo graben en Estados Unidos hablando mal del Gobierno del pa¨ªs que lo acoge o el caso de un registrador denunciado por producir pasaportes y c¨¦dulas falsos para ocultar a tres terroristas sirios pertenecientes a Al Qaeda. Absurdos, que no realismo m¨¢gico. Absurdos en un pa¨ªs donde al mismo tiempo los colectivos le apuestan a la vida, los j¨®venes inventan su futuro, los acad¨¦micos insisten sobre la necesidad de pensar y no dejarnos arrastrar por esta especie de esquizofrenia nacional.
De pronto el director coreano de la pel¨ªcula ganadora del Oscar, Par¨¢sito, logra contar nuestra realidad de otra manera, desde otra ¨®ptica, como lo hizo con esa cinta, para ver si alguien logra leernos y entendernos. Para m¨ª, todo esto ocurre para evitar la verdad, para ocultarla y para que nunca se haga justicia, ni nada cambie.
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