C¨®mo la banda m¨¢s chiflada de los noventa invent¨® el sonido que todo el mundo estaba esperando
Hace 30 a?os, el d¨²o brit¨¢nico The KLF concibi¨® el 'chill out'. Tambi¨¦n quem¨® un mill¨®n de libras y protagoniz¨® demenciales episodios que agigantaron su leyenda
Si hacemos caso a los especialistas, en 1990 Inglaterra era una enorme fiesta electr¨®nica. El ¡°segundo verano del amor¡±, el periodo del acid house de 1988 y 89, hab¨ªa pasado y las raves ilegales se hab¨ªan reprimido, pero a cambio hab¨ªa surgido un floreciente circuito de raves comerciales. ¡°El fen¨®meno pas¨® de ser algo propio de los j¨®venes de Londres y Manchester a ser una cultura de ocio de ¨¢mbito general¡±, dice el periodista musical londinense Simon Reynolds.
As¨ª que, p¨®nganse en situaci¨®n: fiestas que duran toda la noche, ¨¦xtasis como combustible. A ver qui¨¦n manda a dormir a esos miles de chavales cuando amanece. La cosa se alarga y tambi¨¦n los planes paralelos. Por supuesto se montan afters en casas privadas para seguir la fiesta de una forma m¨¢s relajada. Y ya en los mismos clubes empiezan a surgir salas donde tomar un respiro de tanto ritmo, donde interactuar y recuperarse del baile y superar los bajonazos qu¨ªmicos. Se denominan chill out. All¨ª se escuchaba otro tipo de m¨²sica, m¨¢s tranquila. Cabe de todo, m¨²sica c¨®smica, prog-rock, dub o el ambient de los setenta y ochenta. Pero falta un sonido propio. Algo creado expresamente para ese momento.
Aqu¨ª se puede escuchar entero el disco de The KLF, 'Chill out'.
En febrero de 1990, hace ahora exactamente 30 a?os, The KLF, un d¨²o brit¨¢nico, ayud¨® a dar carta de naturaleza a aquel fen¨®meno. Publicaron el disco Chill out. ¡°El nombre ya se usaba entonces para las salas donde bajar el subid¨®n de las raves. Pero abrieron un camino. Su concepto se expand¨ªa m¨¢s all¨¢ del ambient con ritmillo o el primer trip-hop, que es lo que suele venir a la mente al hablar de chill out como g¨¦nero¡±, explica el madrile?o F¨¦lix Su¨¢rez, periodista musical. No es el ¨²nico que piensa que aquello tuvo mucha m¨¢s profundidad de lo esperado. ¡°Se convirti¨® en el disco que abri¨® una nueva d¨¦cada¡±, escribe Javier Bl¨¢nquez en Loops, historia de la m¨²sica electr¨®nica. En 2020, Chill out no falta en ning¨²n listado de los mejores discos electr¨®nicos de la historia.
Durante 40 minutos, The KLF describe un viaje de Texas a Luisiana a base de sampleados (extractos de otras canciones) que iban de Elvis Presley a cantos tradicionales mongoles. ¡°Es 100% material sampleado y reorganizado, y abri¨® las posibilidades del sampling a otras f¨®rmulas distintas de las del dance y el hip-hop, que entonces solo lo usaban como l¨ªneas sobre las que armar otra canci¨®n; aqu¨ª se trataba de crear una atm¨®sfera por la que se colaban, como si fueran transmisiones llegadas del espacio, la voz de Elvis, los Fleetwood Mac de Peter Green o Van Halen", contin¨²a F¨¦lix Su¨¢rez. Y a?ade: "Uno apenas se da cuenta de que hasta pasada media hora no suena una base r¨ªtmica, casi por casualidad. Poseen un sentido del humor (o de no tomarse demasiado en serio) que pasa por una sutil reivindicaci¨®n-mofa del rock progresivo con el homenaje a Pink Floyd de la portada y algunos sonidos. No s¨¦ si lo he le¨ªdo en alguna parte, pero estoy de acuerdo en que es una especie de My life in the bush of ghosts [disco de Brian Eno y David Byrne] de la cultura del rave¡±. Por ese camino se colar¨ªan despu¨¦s grandes obras y grandes memeces. Hoy, su sonido se puede trazar en el pop electr¨®nico m¨¢s reposado".
Pero para ellos no fue para tanto. El humor era fundamental en The KLF. En la portada de Chill out, aparec¨ªan unas ovejas en un campo, una s¨¢tira de la vaca del disco Atom heart mother, de Pink Floyd. Todo el contenido parec¨ªa una enorme gamberrada. Otra m¨¢s del d¨²o. Porque la visi¨®n m¨¢s habitual era que Bill Drummond y Jimmy Cauty (Inglaterra, 1956), jefes de The KLF, eran solo unos bromistas y sus obras ¡°payasadas¡±. Para muchos eran solo unos enloquecidos maestros del marketing, que hicieron un arte del sampleado irresponsable y acumulaban denuncias desde 1987 por no pagar derechos de autor de lo que cog¨ªan de otros artistas.
Se convirtieron en una de las bandas favoritas de la prensa brit¨¢nica en 1987 cuando se llamaban The Justified Ancients of MuMu, despu¨¦s de que los abogados de ABBA les reclamasen que destruyeran uno de sus discos por utilizar sin permiso partes de la canci¨®n Dancing Queen. Ellos viajaron a Estocolmo con la intenci¨®n de convencer al grupo sueco de que les dejara utilizarla. ABBA, por supuesto, no les recibi¨®. Ellos quisieron quemar toda la tirada del disco en un campo, el due?o del terreno les ech¨® a perdigonazos y terminaron arrojando sus copias por la borda del ferry que les llevaba de vuelta a Inglaterra.
Hay miles de historias de Cauty y Drummond. La m¨¢s famosa, contada en infinidad de ocasiones, c¨®mo quemaron un mill¨®n de libras (1,2 millones de euros) en billetes en la isla de Jura (Escocia) en 1994. Aquella acci¨®n, que todav¨ªa cuesta comprender, atrajo sobre ellos much¨ªsima hostilidad. ¡°Era lo absurdo de toda la situaci¨®n lo que atrajo a la gente¡±, escribe John Higgs en la biograf¨ªa The KLF caos, magia y la banda que quem¨® un mill¨®n de libras. ¡°Cuando se descubri¨® que Elton John hab¨ªa gastado 40 millones de libras (unos 48 millones de euros) en 23 meses, incluidas 293.000 (unos 350.000 euros) en flores, la gente se lo tom¨® de otra forma. Hubo risas y sacudidas de cabeza, pero en general nadie se lo tom¨® personalmente. Era parte de la extravagancia del personaje. Y por lo menos hizo feliz a un mont¨®n de floristas¡±, a?ade Higgs.
El m¨ªtico momento en el que The KLF quemaron un mill¨®n de libras.
Pero The KLF no eran millonarios extravagantes. Hab¨ªan quemado la mayor parte del dinero que hab¨ªan ganado con una serie de ¨¦xitos rompepistas que aseguraban que hab¨ªan logrado casi sin esfuerzo (hab¨ªan publicado un manual titulado C¨®mo conseguir un n¨²mero uno por la v¨ªa f¨¢cil). Lo suyo era distinto. No era derroche, era negaci¨®n. Era absurdo y rid¨ªculo. Un sinsentido. Era caos, ese estado que Bill Drummond provocaba constantemente. Nacido en 1953 en Sud¨¢frica, aunque creci¨® en Escocia, era un punk procedente del teatro alternativo, hab¨ªa sido fundador de Zoo Records y m¨¢nager de Echo & The Bunnymen y Teardrop Explodes, bandas a las que tortur¨® sin piedad de las formas m¨¢s peregrinas. En su forma de actuar, como despu¨¦s lo har¨ªa con The KLF, mezclaba extravagancia con una especie de particular pensamiento m¨¢gico.
Un ejemplo: un d¨ªa decidi¨® que si Echo & The Bunnymen tocaban en Islandia al mismo tiempo que Teardrop Explodes lo hac¨ªan en Pap¨²a Nueva Guinea y justo en ese momento ¨¦l se colocaba en un punto concreto de Liverpool, pasar¨ªa algo ?Qu¨¦? Algo, as¨ª en general. Drummond parece tener una fijaci¨®n por los rituales. Ese concepto de magia que dice que un conjuro es un conjunto de acciones que, realizadas de una determinada manera, provocan un efecto. Cuanto m¨¢s poderoso es el conjuro, m¨¢s lo ser¨¢ el efecto. En realidad una canci¨®n no es m¨¢s que una serie de sonidos y palabras declamadas de una forma concreta que provocan una reacci¨®n emocional. Probablemente, el primer m¨²sico de la historia era un brujo.
En aquel caso Julian Cope, l¨ªder de Teardrop Explodes, se resisti¨® a ir a Pap¨²a a tocar. Pero Echo & The Bunnymen no pusieron ninguna pega a dar un concierto en Islandia. En el mismo momento en el que empezaban a tocar, Drummond fue a ese presunto lugar m¨¢gico de Liverpool. Y... No pas¨® nada. Se fue a casa. Hizo lo mismo despu¨¦s de quemar un mill¨®n de libras. Ha hecho lo mismo en casi todas las ocasiones.
Por ejemplo, The KLF nunca volvi¨® a grabar un disco como Chill out. Se disolvieron en los noventa, no sin antes destruir todo su cat¨¢logo. No encontrar¨¢s ning¨²n disco de The KLF en ninguna plataforma de streaming, excepto youtube. Volvieron durante tres d¨ªas en 2017 con una serie de enloquecidas acciones que tambi¨¦n parec¨ªan magia. Bill Drummond est¨¢ actualmente metido en una extra?a gira de 12 a?os en la que se dedica a regalar pasteles y fabricar camas. Rituales, como a ¨¦l le gusta. Pero esa es otra historia.
Al fin y al cabo este es es el hombre que dijo: ¡°Vend¨ª mi alma al diablo una vez, no recuerdo exactamente cu¨¢ndo lo hice, pero s¨ª s¨¦ que el precio fue alto. El plato fue servido con toda la guarnici¨®n: fama, fortuna, ese tipo de cosas. Pero luego tuve que llevar todo el asunto un poco m¨¢s lejos porque quer¨ªa que me la devolviesen¡±.
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