El derecho a la contradicci¨®n
El intervencionismo del Estado solo se reclama para salvar el sector propio, pero si favorece a otros productores nacionales no queremos asumir unas posibles represalias externas
Los agricultores espa?oles han salido en tromba a defender las subvenciones que les permiten sobrevivir. Y cuentan con el respaldo social de la mayor¨ªa del pa¨ªs, que entiende sus reivindicaciones y no quiere renunciar a ese imaginario colectivo de una naci¨®n con labores del campo por m¨¢s que est¨¦ inmersa en el nuevo modelo tecnol¨®gico de comercio que a¨²n no sabe ad¨®nde conducir¨¢. La otra gran reivindicaci¨®n de los agricultores es el precio justo en la cadena comercial para quien hace el esfuerzo en origen. En eso, se sit¨²an al lado de quienes pelean por que el mercado no quede en manos de intermediarios, una situaci¨®n que ya golpea a todas las actividades profesionales y que conocemos como uberizaci¨®n. El mantenimiento de los subsidios ahora se ve amenazado por la reducci¨®n de los fondos europeos para la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n y las reivindicaciones de los agricultores se extienden por todos los pa¨ªses del continente que cuentan con un potente sector primario. Es llamativo que sean los agricultores y ganaderos quienes exigen una pol¨ªtica intervencionista al Gobierno sobre la cadena comercial y quienes reivindican el derecho a las subvenciones europeas, cuando en la disputa electoral se suelen posicionar a favor de los partidos que defienden exactamente lo contrario.
Por eso resulta muy llamativo el silencio de quienes representan esas posturas opuestas al subsidio y al intervencionismo. Es habitual que en la conversaci¨®n nacional sobre la econom¨ªa siempre tengan mucha voz los gur¨²s que provienen de exitosas plataformas de comercio, cadenas de supermercados y grandes distribuidoras. Pero, qu¨¦ curioso, desde que han salido los agricultores a la calle no han asomado por los micr¨®fonos con sus recetas infalibles. Al rev¨¦s, han dejado al nuevo Gobierno reci¨¦n formado a solas para enfrentarse a una marea que viene de muy atr¨¢s. Convenientemente, se ha esgrimido el incremento del salario m¨ªnimo profesional como una causa inmediata del conflicto. En el reino del oportunismo nada de esto nos tiene que sorprender, una de las caracter¨ªsticas de ese comportamiento es la de hacerse o¨ªr solo cuando conviene y esconderse del debate p¨²blico cuando asoma la complejidad de los problemas.
El derecho a la propia contradicci¨®n no se le puede negar a nadie. Pero la salida del Reino Unido de Europa ha provocado un recorte de miles de millones en nuestros presupuestos. Es una consecuencia del deseo de romper las pol¨ªticas comunes, por ese ultranacionalismo que reivindicamos cuando nos favorece, pero que criticamos cuando es asumido por el vecino. Sucede igual con las pol¨ªticas agrarias, que por un lado expresan la necesidad de un mercado internacional potente y sin aranceles, pero exigen para el mercado propio todo lo contrario. La complejidad llega a tal extremo, que el intervencionismo del Estado solo se reclama para salvar el sector propio, pero si favorece a otros productores nacionales no queremos asumir unas posibles represalias externas. No olvidemos que Estados Unidos esgrime la amenaza del arancel como chantaje en cualquier negociaci¨®n comercial, despu¨¦s de d¨¦cadas de defensa de un modelo global con las menores interferencias gubernativas. Este es el espect¨¢culo de las contradicciones que hoy nos toca vivir. Verdades parciales para fabricar una mentira global.
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