Tambores que unen a mujeres hutus y tutsis en Ruanda
La banda de percusionistas Ingoma Nshya reune a mujeres de las dos etnias en un pa¨ªs marcado por el genocidio del siglo XX. Hasta hace poco esta actividad musical estaba reservada a los hombres
Amanece en Huye, considerada la capital intelectual de Ruanda. Es una ciudad desierta. La visita coincide con la celebraci¨®n de lo que llaman el Umuganda, una convocatoria para que la poblaci¨®n de entre 18 y 65 a?os realice trabajos comunitarios el ¨²ltimo s¨¢bado de cada mes, entre las siete y once de la ma?ana. Dicen que ese d¨ªa todos los ruandeses trabajan juntos para reconstruir el pa¨ªs.
A partir del mediod¨ªa, como por arte de magia, resurge la vida en todos los rincones de la ciudad: abren los comercios, se inunda la calle principal de bicicletas, coches y boda-boda, y de peatones? en todas direcciones. Marguerite Mushimiyimana, de 26 a?os, de aspecto fr¨¢gil, se dirige hasta el lugar donde ensaya con su banda, Ingoma Nshya. Un total de 16 de las participantes se encuentran ya en el edificio, ataviadas con coloridos pa?uelos y d¨¢ndose los ¨²ltimos retoques de maquillaje.Tras un ir y venir de mujeres, entre sonrisas y manos llenas de baquetas, cargando pesados tambores de distintos tama?os, salen al patio y se colocan delante del instrumento.
Un peque?o silencio, y de repente un grito de tambores rompe el murmullo, la energ¨ªa se siente como un golpe en el est¨®mago, cuando el grupo empieza su ensayo semanal. En unos segundos aquellas mujeres t¨ªmidas y reservadas explotan con fuerza y alegr¨ªa. R¨¢pidamente el grupo se ve rodeado por curiosos que escuchan con inter¨¦s y admiraci¨®n. El sonido se entrelaza en una compleja coreograf¨ªa con cantos, bailes, saltos y gritos.
Tras este proyecto est¨¢ Odile Gakire Katese, actriz, directora de teatro, cineasta y poeta. La artista se propuso crear un espacio inclusivo, un lugar donde poder proporcionar a las mujeres herramientas para su propio desarrollo. Sus miembros pertenecen a la etnia de los hutus y a la de los tutsis, esas que en los noventa protagonizaron uno de los conflictos m¨¢s sangrientos que se recuerdan. Aquella masacre dej¨® entre 800.000 y un mill¨®n de muertos. Los cad¨¢veres todav¨ªa siguen apareciendo en fosas ocultas.
Antes del genocidio no hab¨ªa mujeres que hicieran las tareas m¨¢s pesadas, pero despu¨¦s muchos hombres murieron y nosotras tuvimos que dar un paso al frente
Ingoma Nshya, el primer grupo percusionista de mujeres de Ruanda, naci¨® en 2004. En un principio empez¨® con estudiantes. Despu¨¦s, recurri¨® a mujeres de otros ¨¢mbitos, principalmente amas de casa que despu¨¦s de terminar las labores del hogar ten¨ªan ganas de salir a explorar otros espacios. Los primeros a?os fueron duros porque la gente ve¨ªa la iniciativa con recelo, sobre todo, hombres. En 2008 la situaci¨®n cambi¨® radicalmente cuando el grupo se redujo a 20 mujeres y se contrataron profesores de otros pa¨ªses, convirtiendo a Ingoma Nshya en todo un referente musical.
¡°Vi un anuncio en la universidad donde buscaban mujeres para tocar el tambor y enseguida me interes¨® y me apunt¨¦¡±, explica al terminar el ensayo Agn¨¨s Mukakarisa, de 48 a?os. Ella vino desde Nyaruguru despu¨¦s de perder a su marido y sus hijos en el genocidio, y lleva en el grupo desde sus inicios. ¡°Estaba muy sola despu¨¦s de perder a mi familia, y entrar en el grupo me aport¨® felicidad. Incluso he podido salir de Huye y conocer otras ciudades de Ruanda y viajar a Senegal por primera vez¡±, comenta.
La Fundaci¨®n Fair Saturday, que distingue a aquellas personas e iniciativas que aplican la cultura con fines de superaci¨®n social, otorg¨® en junio pasado el Premio Fair Saturday a Odile. ¡°El grupo es un ejemplo¡±, asegura Marie Louise Ingabire. Tiene 31 a?os y es de Huye, lleva en el grupo desde que las vio ensayar por primera vez juntas hace ya m¨¢s de 11 a?os. ¡°Antes del genocidio no hab¨ªa mujeres que se ocuparan de las tareas m¨¢s pesadas, permanec¨ªan en casa cuidando a los hijos y realizando las tareas del hogar, pero despu¨¦s muchos hombres murieron y nosotras tuvimos que dar un paso al frente para reconstruir el pa¨ªs. Por eso Ingoma Nshya es un ejemplo; porque demuestra el poder que tenemos y te capacita para el propio desarrollo a trav¨¦s de la m¨²sica¡±, a?ade.
Marie Louise pudo pagarse los estudios universitarios gracias al sueldo que recibe por tocar con Ingoma Nshya. ¡°El grupo me ha ayudado mucho, no solo econ¨®micamente, tambi¨¦n a vencer mi timidez. Ahora soy capaz de tocar delante de much¨ªsima gente sin miedo ni verg¨¹enza. Incluso he viajado a Holanda para tocar en un festival en Amsterdam¡±, cuenta.
El hombre toca y la mujer baila
Ancestralmente en Ruanda una mujer no pod¨ªa ni acercarse a un tambor. En la Ruanda precolonial los percusionistas eran una categor¨ªa de abiru, guardianes de la historia y la tradici¨®n oral, que se encargaban de aprender de memoria los diferentes rituales que rodeaban al rey, as¨ª como la historia de los monarcas anteriores.
Otro de los argumentos para creer que los tambores deb¨ªan estar reservados a los hombres es la connotaci¨®n sexual que poseen en la cultura del pa¨ªs. Hombres y mujeres tienen roles espec¨ªficos que no pueden intercambiarse: el hombre toca el tambor mientras la mujer baila. Rose Ingabire, tiene 28 a?os: ¡°Antes era bailarina de danza tradicional y cuando regresaba de un ensayo pas¨¦ por delante del lugar donde ensayaba Ingoma Nshya y me qued¨¦ atrapada. Justo estaban buscando miembros y me apunt¨¦ enseguida. Y puedo decir que compar¨¢ndolo con la danza, los tambores son mucho mejor, tienen mucha m¨¢s fuerza y energ¨ªa¡±. Rose reconoce que Ingoma Nshya le ha cambiado la vida, nunca imagin¨® que viajar¨ªa y que conocer¨ªa otros lugares como Suecia, Sud¨¢frica, Etiop¨ªa, Inglaterra o Nueva York. Consiguen realizar giras internacionales con el apoyo de fundaciones.
Ingoma Nshya es mucho m¨¢s que un grupo art¨ªstico, es una comunidad de mujeres que ha encontrado su propio modo de gesti¨®n m¨¢s all¨¢ de la m¨²sica. Han ido desarrollando otros proyectos culturales y econ¨®micos exitosos que incluyen hasta la elaboraci¨®n y venta de helados artesanales. Son conscientes de que este es su momento, hist¨®rico y revolucionario. Han conseguido borrar el rencor posterior al genocidio? y dan forma (y sonido) al empoderamiento de la mujer en Ruanda.
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