Almeida y Villac¨ªs, ¨¦mulos de Carmena
Est¨¢n al servicio de los avariciosos insaciables que hacen del centro de Madrid algo infernal. Su negocio
Antes de las ¨²ltimas elecciones municipales rogu¨¦ a los candidatos madrile?os algo modesto: que no fastidiaran m¨¢s a la poblaci¨®n de lo que lo hab¨ªan hecho Manzano, Gallard¨®n, Botella y Carmena. Que renunciaran a dejar su megal¨®mana impronta sobre la ciudad y procuraran inventar poco o nada. Que no acometieran obras innecesarias e in¨²tiles, que se prolongan siempre largu¨ªsimos a?os y suelen estropear el escenario. Mis ruegos no han sido atendidos por Mart¨ªnez-Almeida, como era de prever. Es curioso, porque este individuo, cuando militaba en la oposici¨®n, puso el grito en el cielo contra Madrid Central, es decir, contra la prohibici¨®n de que circularan la mayor¨ªa de los autom¨®viles por una ¡°nuez¡± central que se asemejaba m¨¢s a una calabaza gigante. Se asegura que el aire es m¨¢s limpio en la zona acotada, pero tambi¨¦n que es infinitamente m¨¢s sucio en las que no lo est¨¢n, por las que se ven obligados a transitar, con tr¨¢fico insoportable, todos los coches expulsados.
Aparte de eso, los que vivimos en pleno centro nos encontramos con que nadie nos puede recoger ni acercar a casa, en lo que es un flagrante caso de discriminaci¨®n. Ya s¨¦ que los residentes podemos comunicar al Ayuntamiento unas cuantas matr¨ªculas. Pero uno no sabe de antemano qui¨¦n se va a ofrecer a llevarnos despu¨¦s de una cena, y hacernos ese favor le va a costar una cuantiosa multa. Ser¨ªa m¨¢s justo que, si a bordo de un veh¨ªculo va un residente, aunque no conduzca, a ese veh¨ªculo se le permita siempre pasar.
La discriminaci¨®n de los vecinos del centro no termina ah¨ª, sino que con Almeida va en aumento. Pretende que vivamos cautivos, en un ghetto del que s¨®lo podamos salir a pie, y algunos no est¨¢n para ir mucho a pie. La abusiva y demencial obra de Canalejas (?tres, cuatro a?os ya?) nos imped¨ªa desplazarnos por Sol y la Carrera de San Jer¨®nimo en taxi, a menos que uno contara con media hora y siete euros de m¨¢s. Pues bien, Almeida no esper¨® a que estuviera despejado ese tap¨®n (al rev¨¦s, tanto Carmena como ¨¦l lo llenaron de mastod¨®nticos y supercontaminantes buses tur¨ªsticos que imposibilitan a¨²n m¨¢s avanzar) para cerrarnos la v¨ªa por el otro lado, el t¨²nel de Bail¨¦n. Ese t¨²nel tendr¨¢ poco m¨¢s de veinte a?os (muy poco tiempo en la vida de una capital), tard¨® siglos en excavarse y cost¨® un dineral. ?Por qu¨¦ se lo destruye ahora? Para hacer plenamente peatonal un espacio que ya casi lo es. En realidad se trata de ahorrarles un sem¨¢foro a los turistas, imag¨ªnense qu¨¦ tormento, qu¨¦ humillaci¨®n. Para esta cretinada se emprende otra obra de a?os, se destroza ese t¨²nel vital, y a los prisioneros del Madrid de los Austrias se nos fuerza a dar monstruosos rodeos y a gastar otros siete euros m¨¢s por trayecto.
Pero a Almeida y a Villac¨ªs tampoco esto les es suficiente. Tras enfurecerse con Carmena por su autoritarismo y sus restricciones, ellos los van a llevar a¨²n m¨¢s lejos. Han anunciado la siguiente felon¨ªa e idiotez: la Puerta del Sol es desde hace mucho peatonal, con la salvedad de ese angosto pasillo que, muy a las malas, nos posibilita salir desde la calle Mayor y meternos en la cabalgata tur¨ªstico-mastod¨®ntica de la Carrera de San Jer¨®nimo. Pues bien, al alcalde y a su segunda no se les ha ocurrido mejor idea que cerrar al tr¨¢fico tambi¨¦n ese pobre desfiladero y un trecho de Mayor. Si la villan¨ªa se cumple, entonces s¨ª que estaremos en una mazmorra, incapacitados para salir de nuestras casas ni volver a ellas. Y si Sol se convirti¨® hace ya a?os en un espanto est¨¦tico y una romer¨ªa incesante, con todas las manifestaciones empezando o finalizando all¨ª, con mariachis y bandas de pseudojazz atronando los o¨ªdos, con una jarana permanente y enloquecedora, fig¨²rense cuando a todos estos se les d¨¦ un nuevo carril para sus performances, batucadas, maratones y dem¨¢s. Y a los reba?os de turistas que arrasan las ciudades sin piedad. Todos los alcaldes espa?oles los fomentan en lugar de contenerlos, con el gran argumento de que ¡°dejan dinero¡±. ?A qui¨¦nes? A los hoteles y a los pisos de uso indebido, a los restaurantes y bares, a las afrentosas tiendas de souvenirs. No digo que estos sectores carezcan de importancia, pero no son los ¨²nicos. De hecho son una minor¨ªa en el conjunto de una capital. Al resto de las personas, mayoritarias, se les dificulta el trabajo, el descanso, los desplazamientos, la vida. Tampoco Almeida y Villac¨ªs est¨¢n al servicio de esa mayor¨ªa oprimida, sino, como sus predecesores, al de los avariciosos insaciables que hacen del centro de Madrid algo infernal. Su negocio, en suma.
[Me disculpo por hablar de mi ciudad, aunque supongo que en gran parte de las de ustedes se sufrir¨¢n parecidas agresiones. Aprovecho para reparar un descuido: unos meses atr¨¢s habl¨¦ aqu¨ª de ¡°Mis vecinos de otro tiempo¡±, y se me olvid¨® mencionar dos placas de cierta importancia: en la Puerta del Sol o Mayor se hosped¨® Hans Christian Andersen en 1862, en la desaparecida Fonda de la Vizca¨ªna. Y en la calle Arrieta vivi¨® y muri¨® el m¨ªtico torero ¡°Gallito¡±. A la puerta de su casa lo homenaje¨® la gente con fervor. Claro que eso fue hace un siglo justo, en 1920. Hoy habr¨ªan apedreado el f¨¦retro.]
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